A raíz del evangelio de este domingo sobre los malos viñadores, el Padre Clemente Sobrado se pregunta, ´¿no es cierto que entre unos y otros estamos dando muerte a Dios en nuestras vidas y en la vida social?´.
P. Clemente: Amigos, cada día los periódicos publican una página de esquelas de muertos. ¿Alguna vez has visto publicada la esquela que diga que Dios ha muerto? ¿Y qué sucedería si algún periódico publicase algún día una esquela que dijese: “Se comunica a todos la defunción de Dios. Sus funerales serán tal día y a tal hora en la plaza pública. Se ruega la asistencia de cuantos lo han conocido en vida. Descanse en paz”.
Me diríais que sería una esquela trágica y hasta de mal gusto. ¿Y verdad que sería de mal gusto? Y sin embargo, ¿no es cierto que entre unos y otros estamos dando muerte a Dios en nuestras vidas y en la vida social?
Desde el anuncio de Nietzsche que se atrevió a anunciar la muerte de Dios como el mayor acontecimiento de la historia, la sociedad lo sigue eliminando y matando. Claro que, de ordinario, cada uno lo hace en secreto.
Esa es la parábola que nos presenta hoy el Evangelio. Aquellos viñadores, hartos de ser servidores asalariados, que decidieron matar al hijo sacándolo fuera de la viña.
¿Razones? Las de siempre. “Este es el heredero. Lo matamos y nos quedamos con su herencia”. Matamos a Dios y nos quedamos libres. Lo matamos y nos quedamos dueños de nuestra libertad. Lo matamos y somos dueños de nuestro cuerpo. Lo matamos y el mundo es nuestro. Lo matamos y la Iglesia es nuestra.
A Dios no le matamos por ser malo, sino sencillamente porque su existencia y su presencia nos estorba y queremos hacernos dueños y autónomos de nuestras vidas.
Antes se tenía cierta consideración y casi nos atrevíamos a negar su existencia. Hoy hemos avanzado tanto que ya no tenemos miedo a hablar libremente de “la muerte de Dios”. ¿Ustedes qué piensan y qué dicen?
Comparte esta noticia