Desde hace años existen mafias que extorsionan a los empresarios, a los clientes y a los que simplemente quieren estacionar sus vehículos.
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El emporio comercial de Gamarra tiene raíces a comienzos de nuestra industrialización a fines del siglo XIX. Pero desde hace cincuenta años se ha convertido en el emblema del Perú emprendedor. En un espacio reducido del distrito de La Victoria ha florecido uno de los mercados textiles más grandes de Sudamérica.
Decenas de miles de familias viven de la confección y del comercio. Ellas han sabido sobrevivir a las amenazas del terrorismo, las crisis económicas y la pandemia desencadenada el 2020. Hoy enfrentan un nuevo desafío que solo pueden derrotar con ayuda del Estado: la delincuencia organizada.
Desde hace años existen mafias que extorsionan a los empresarios, a los clientes y a los que simplemente quieren estacionar sus vehículos. Las mafias actúan impulsando el comercio informal que penaliza a los legales que han adquirido sus locales y pagan impuestos. El terreno de la informalidad ha sido propicio para el accionar de mafias que ahora cuentan con sicarios para imponer el terror, como lo muestra el asesinato de un fiscalizador el pasado 27 de julio.
Las Asociaciones de emprendedores de Gamarra se han movilizado para exigir a las municipalidades de Lima y La Victoria, así como al ministerio del Interior garantías mínimas de seguridad. Al parecer el ministro del Interior ha esperado que se organice un paro y una marcha para reaccionar y convocar a los principales dirigentes.
No habría mejor prueba de la voluntad política del gobierno que ejecutar una operación que desmantele las mafias y permita que los empresarios de Gamarra puedan seguir haciendo lo que saben hacer desde hace décadas: trabajar de una manera decente y creativa, para dar un ejemplo a un país afectado por la incertidumbre política y la inseguridad ciudadana.
Las cosas como son
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