La clave, según un experto entrenador italiano, es ´una vida dura´.
La abrumadora presencia de atletas procedentes de Kenia en los podios de las competiciones internacionales de media y larga distancia ha llevado a muchos a preguntarse por el misterio de la fortaleza de los corredores kenianos.
Es lo que trata de explicar el periodista Adharanand Finn en su libro "Running with the Kenyans" ("Corriendo con los kenianos", en inglés), en el que busca "descubrir los secretos de la gente más veloz del planeta".
Entre otras cosas, Finn apunta que los kenianos corren apoyando primero la almohadilla del pié, en vez del talón, como hacen muchos deportistas occidentales, lo que contribuye a frenar la zancada, mientras que varios expertos apuntan también a la identificación temprana del talento, o a una dieta simple y rica en carbohidratos.
"Comemos comida normal de aquí: arroz, ugali (una masa de maíz, muy popular en la cocina local) y bebemos mucha leche", dice a Efe Samson Katam, entrenador de la Federación de Atletismo de Kenia y de unos de los principales clubes del país.
"Y quizá la altitud también influye", agrega Katam, en referencia a los más de 2.000 metros sobre el nivel del mar a los que se encuentra la localidad occidental keniana de Eldoret, de cuya región proceden la mayoría de los mejores fondistas del mundo.
"¡Todo eso son chorradas! Hay muchos expertos que tratan de explicarlo por la altitud, la dieta... todo tonterías", clama Renato Canova, un veterano entrenador italiano de atletismo al que le avalan las decenas de medallas de sus discípulos en las más prestigiosas competiciones internacionales.
"Altitud tienen también en Colombia, en Perú, la gente que vive en los Andes, y no han producido nunca un atleta", arguye Canova, en conversación telefónica con Efe.
La clave, en opinión del laureado entrenador, es "una vida dura".
"Existe una condición de partida aeróbica superior, pero no por genética. Más bien por el tipo de vida que llevan: diez kilómetros a pie para ir y volver de la escuela, y, cuando llegan a casa, se ponen a jugar 3 ó 4 horas, siguen moviéndose, corriendo...", dice Canova.
"Es una constitución como la que había en Occidente en los atletas de hace 30 ó 40 años", pero incluso -asegura Canova- los propios kenianos de ahora "son más lentos que los de hace dos décadas".
Le refrenda uno de sus discípulos, el bicampeón mundial de maratón (en 2009 y 2011), Abel Kirui: "Ahora los niños van y vienen del colegio en coche, con lo que no se les abren los pulmones desde pequeños, como en nuestra generación".
Para el preparador italiano, a las duras condiciones de vida se suma una extensa cultura del atletismo en la zona, ya que en Kenia, y en Eldoret en particular, "ves grupos de 200 corredores que salen a entrenar cada mañana liderados por un campeón del mundo".
"La cosa más simple que existe es correr. Cuando (en Kenia) no tienen instalaciones o materiales para hacer deporte, se dedican a correr. Los que ven que son más o menos buenos, lo intentan, porque saben que es un modo de cambiar su vida", apunta Canova.
Y los que lo consiguen, la cambian y de qué modo: "Un policía gana (el equivalente en moneda local a) 1.500 dólares al año, mientras que un atleta de tipo medio puede ganar 20.000, que para un corredor occidental (de elite) no es nada, pero para ellos son 15 años de trabajo", remata el italiano.
Pero quienes triunfan no se enfrentan a un terreno llano, sino que tienen que aprender a lidiar con el éxito y con una presión social que les empuja a compartir sus beneficios.
"El atleta que viene de la pobreza y que de repente es rico se encuentra en una situación difícil", advierte Canova, ya que, aunque "las primeras ganancias sirven para mejorar su situación de base", luego están rodeados de "falsos amigos que les explotan".
"Cuando vas al pueblo, ellos creen que ganas porque eres bueno. No saben que entrenas dos o tres veces al día, que corres 40 kilómetros al día, que eso quiere decir que tienes que recuperarte, reposo, que no te toquen las narices... eso no lo saben", afirma el preparador.
Así, muchos corredores se ven forzados, en mayor o menor medida, a compartir su éxito, como Kirui, que cuenta que, cuando gana, destina un veinte por ciento del premio a contribuir a paliar las necesidades de sus vecinos, mientras que otro diez por ciento lo dona a su iglesia.
Por eso subraya Canova que el secreto del éxito para el atletismo en Kenia, en todos los ámbitos, "es ser duro".
EFE
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