Tras el terremoto, continúa un desolador paisaje urbano de carpas improvisadas y montañas de escombros que esperan a ser retiradas de las calles.
Los barrios de la capital haitiana, Puerto Príncipe, siguen sumidos en un aparente caos seis meses después del terremoto que costó la vida a 300 mil personas, con un desolador paisaje urbano de carpas improvisadas y montañas de escombros que esperan a ser retiradas de las calles.
El trabajo de liberar las vías está a cargo de la Compañía Nacional de Equipamiento (CNE) y varios organismos internacionales mediante el programa "dinero para trabajo" que emplea vecinos de varias zonas afectadas por el fenómeno.
Pero con sus equipos rudimentarios, ciertamente los trabajadores de "dinero para trabajo", que reciben 5 dólares por día, no llegarán ni siquiera en el medio plazo, a sacar los 20 millones de metros cúbicos de escombros que llenan la capital.
"Por todo lado se ven concretos", se lamenta Lise, una doctora que ve alargar su tiempo en auto para llegar a su clínica, a causa de la eterna congestión en las calles obstaculizadas.
Mientras, parecen "extraños" los grandes espacios dejados por edificios demolidos, dice la profesional.
Después del terremoto, espontáneamente, algunos damnificados ocuparon los parques públicos y espacios vacíos para instalar carpas improvisadas.
Asimismo, espacios interiores de los barrios están llenos de carpas de plástico, tela u otros objetos, como la parte baja de Canapé Vert o el sector de la vía Jean-Baptiste, barrio de clase media donde los vecinos se animan a sacar escombros.
Nikelson Demosthène, de 30 años, antiguo empleado de la oficina postal, forma parte desde hace 12 días del grupo que trabaja en un turno de 24 días en el programa "dinero para trabajo".
Explica que la zona está llena de restos de construcciones y "las personas siguen sacando los escombros de sus casas para depositarlos en las calles".
"Transportamos los escombros hasta un punto accesible para que los camiones pueden retirarlos", agrega.
Recuerda que la zona fue casi aislada, al punto de que "si una familia tenía alguna urgencia no era posible contar con el transporte motorizado".
Algunas familias empiezan poco a poco a reparar sus casas dañadas y en el paisaje de escombros se ven trabajadores que rehacen los entornos de algunas propiedades.
En Fort National, barrio popular en las afueras del centro administrativo de Puerto Príncipe, muchas casas cayeron como fichas de dominó.
Poco a poco, el CNE trata de vaciar el espacio con sus camiones, los cuales llegan difícilmente a la zona.
"Durante los últimos 6 meses no hemos visto ningún verdadero cambio", admite desconsolada Maryse, una vecina que abandonó Fort National con sus tres niños sin padre para alojarse bajo carpas en el amplio campamento que se instaló en Champ de Mars, el parque central de Puerto Príncipe.
Champ de Mars se transforma en un horizonte de carpas artesanales al pie de las estatuas de los héroes de la independencia del país como Toussaint Louverture, Jean-Jacques Dessalines, Henry Cristophe y Alexandre Pétion.
Alrededor de Champ de Mars edificios públicos como el Ministerio de Condición Femenina fueron limpiados de escombros y se colocaron carpas administrativas para trabajar.
La misma operación está en curso en el palacio presidencial, en cuya entrada principal se adelantan labores de limpieza de deshechos.
Además, varios vendedores informales llegaron a la zona cuando se destruyeron los edificios comerciales y ocuparon espacios frente a las tiendas.
Es el caso de Eric, quien instaló sus libros usados frente al Museo del Panteón Nacional de Haití (MUPANAH), uno de los pocos edificios oficiales situado cerca del palacio presidencial y que quedó aparentemente intacto.
"Aquí tengo muchos problemas, porque cuando llega la lluvia, no podemos proteger los libros y es difícil encontrar un taxi para rápidamente transportarlos", dice.
A Eric le preocupa que la comunidad no sepa "a quién dirigirse para buscar solución a los problemas" en un país que "da dolor de cabeza".
Todavía algunos, como Nathalie Pierre, quien perdió las dos piernas, agradecen la ayuda internacional, y si bien no alcanzó para reparar todos los destrozos "ha sido algo grande", dijo.
"Es como si Dios les hubiese enviado para ayudarnos. Me hizo muy feliz ver como ayudaban a todo el mundo. Si no me hubiesen ayudado estaría muerta. Fue muy bueno, por lo que pido a Dios que los bendiga", sostiene sobre los médicos y personal de apoyo hospitalario que le atendieron de sus heridas.
Mientras, bajo el sol del mediodía y con los pies desnudos sobre el suelo caliente, niños abandonados deambulan y suplican a los viandantes: "papi, hazme beber agua".
-EFE
El trabajo de liberar las vías está a cargo de la Compañía Nacional de Equipamiento (CNE) y varios organismos internacionales mediante el programa "dinero para trabajo" que emplea vecinos de varias zonas afectadas por el fenómeno.
Pero con sus equipos rudimentarios, ciertamente los trabajadores de "dinero para trabajo", que reciben 5 dólares por día, no llegarán ni siquiera en el medio plazo, a sacar los 20 millones de metros cúbicos de escombros que llenan la capital.
"Por todo lado se ven concretos", se lamenta Lise, una doctora que ve alargar su tiempo en auto para llegar a su clínica, a causa de la eterna congestión en las calles obstaculizadas.
Mientras, parecen "extraños" los grandes espacios dejados por edificios demolidos, dice la profesional.
Después del terremoto, espontáneamente, algunos damnificados ocuparon los parques públicos y espacios vacíos para instalar carpas improvisadas.
Asimismo, espacios interiores de los barrios están llenos de carpas de plástico, tela u otros objetos, como la parte baja de Canapé Vert o el sector de la vía Jean-Baptiste, barrio de clase media donde los vecinos se animan a sacar escombros.
Nikelson Demosthène, de 30 años, antiguo empleado de la oficina postal, forma parte desde hace 12 días del grupo que trabaja en un turno de 24 días en el programa "dinero para trabajo".
Explica que la zona está llena de restos de construcciones y "las personas siguen sacando los escombros de sus casas para depositarlos en las calles".
"Transportamos los escombros hasta un punto accesible para que los camiones pueden retirarlos", agrega.
Recuerda que la zona fue casi aislada, al punto de que "si una familia tenía alguna urgencia no era posible contar con el transporte motorizado".
Algunas familias empiezan poco a poco a reparar sus casas dañadas y en el paisaje de escombros se ven trabajadores que rehacen los entornos de algunas propiedades.
En Fort National, barrio popular en las afueras del centro administrativo de Puerto Príncipe, muchas casas cayeron como fichas de dominó.
Poco a poco, el CNE trata de vaciar el espacio con sus camiones, los cuales llegan difícilmente a la zona.
"Durante los últimos 6 meses no hemos visto ningún verdadero cambio", admite desconsolada Maryse, una vecina que abandonó Fort National con sus tres niños sin padre para alojarse bajo carpas en el amplio campamento que se instaló en Champ de Mars, el parque central de Puerto Príncipe.
Champ de Mars se transforma en un horizonte de carpas artesanales al pie de las estatuas de los héroes de la independencia del país como Toussaint Louverture, Jean-Jacques Dessalines, Henry Cristophe y Alexandre Pétion.
Alrededor de Champ de Mars edificios públicos como el Ministerio de Condición Femenina fueron limpiados de escombros y se colocaron carpas administrativas para trabajar.
La misma operación está en curso en el palacio presidencial, en cuya entrada principal se adelantan labores de limpieza de deshechos.
Además, varios vendedores informales llegaron a la zona cuando se destruyeron los edificios comerciales y ocuparon espacios frente a las tiendas.
Es el caso de Eric, quien instaló sus libros usados frente al Museo del Panteón Nacional de Haití (MUPANAH), uno de los pocos edificios oficiales situado cerca del palacio presidencial y que quedó aparentemente intacto.
"Aquí tengo muchos problemas, porque cuando llega la lluvia, no podemos proteger los libros y es difícil encontrar un taxi para rápidamente transportarlos", dice.
A Eric le preocupa que la comunidad no sepa "a quién dirigirse para buscar solución a los problemas" en un país que "da dolor de cabeza".
Todavía algunos, como Nathalie Pierre, quien perdió las dos piernas, agradecen la ayuda internacional, y si bien no alcanzó para reparar todos los destrozos "ha sido algo grande", dijo.
"Es como si Dios les hubiese enviado para ayudarnos. Me hizo muy feliz ver como ayudaban a todo el mundo. Si no me hubiesen ayudado estaría muerta. Fue muy bueno, por lo que pido a Dios que los bendiga", sostiene sobre los médicos y personal de apoyo hospitalario que le atendieron de sus heridas.
Mientras, bajo el sol del mediodía y con los pies desnudos sobre el suelo caliente, niños abandonados deambulan y suplican a los viandantes: "papi, hazme beber agua".
-EFE
Comparte esta noticia