A primera vista la gravedad de Chernóbil parece mucho mayor, sin embargo los seis reactores de Fukushima acumulan mucho mas combustible nuclear.
Cuando se cumple un cuarto de siglo del accidente de Chernóbil y de su impacto en la visión que el mundo tenía de la energía nuclear, una nueva catástrofe hace inevitable recordar, y tratar de comparar, lo que ocurrió el 26 de abril de 1986 en la entonces República Socialista Soviética de Ucrania.
Chernóbil y Fukushima. Dos reactores nucleares de tecnología distinta. Dos accidentes completamente distintos. Pero la misma calificación de máxima gravedad en la escala INES que mide los sucesos: el nivel 7, cuando se produce una gran fuga radiactiva con "efectos generalizados en la salud y el medio ambiente".
Sin embargo, comparar ambos accidentes no es fácil. El reactor cuatro de Chernóbil explotó por un error humano cuando estaba a pleno rendimiento. Una tremenda deflagración arrojó a 1.000 metros de altura fragmentos de grafito con plutonio a enorme temperatura.
En Fukushima, un terremoto de 9 grados en la escala de Richter el pasado 11 de marzo provocó la parada de seguridad en tres de los seis reactores que estaban activos y la desconexión del sistema de refrigeración.
Un posterior tsunami dejó inoperativo el suministro eléctrico de emergencia, ante lo que la temperatura subió tanto que se produjo la fusión parcial del núcleo y fugas radiactivas en varios reactores.
A primera vista y cuando todavía no se dispone de todos los datos de Fukushima, la gravedad de Chernóbil parece mucho mayor.
El lanzamiento a la atmósfera de toneladas de partículas radiactivas acabó contaminando unos 150.000 kilómetros cuadrados y 200.000 personas fueron evacuadas.
Esa es la versión que defiende el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), que se ha apresurado a decir que aunque ambos sucesos tengan la misma calificación INES, no son comparables.
"Los accidentes son totalmente distintos. Las mecánicas son completamente distintas. Y vemos que el nivel del escape (...) es significativamente distinto", ha asegurado Denis Flory, subdirector de Seguridad nuclear de este organismo de la ONU.
De hecho, tanto el OIEA como las autoridades niponas calculan que, hasta la fecha, Fukushima ha liberado entre un 7 y un 10 por ciento de la radiación liberada por la planta ucraniana.
Sin embargo, la potencia de la deflagración en Chernóbil puede incluso considerarse un atenuante, debido a que hubo menos fumigación, es decir la caída del material radiactivo cerca del punto de salida.
"El pro es que el material se dispersa (se diluye) mucho pero el contra es que llega más lejos", explica a Efe Abel González, miembro de la Comisión de Estándares de Seguridad del OIEA.
"Lo positivo (en Fukushima), es que el problema (de la contaminación) es de 180 grados porque al otro lado está el mar", indica.
Una supuesta ventaja de la que aún no se pueden saber las verdaderas consecuencias, ya que es la primera vez que se ha producido un vertido radiactivo de este calibre al océano, donde es más difícil hacer el seguimiento.
Además, como recuerda González, los seis reactores de Fukushima acumulan mucho mas combustible nuclear (al menos 1.800 toneladas) que el que tenía la unidad 4 de Chernóbil (180 toneladas).
Esa enorme cantidad de material radiactivo ha de ser refrigerada continuamente para evitar nuevas fugas radiactivas, que ya han afectado a la atmósfera, el mar y la tierra.
"En Fukushima la mayoría del combustible está todavía en los reactores y está saliendo poco a poco. Es muy difícil predecir qué cantidad puede salir, pero podemos decir que posiblemente las fugas de Fukushima puedan exceder a las de Chernóbil si no se contienen a tiempo", advierte en declaraciones a Efe Yuli Andreev.
Quien fuera uno de los responsables de la descontaminación de la planta soviética considera que en Fukushima la fuga de radiación es mucho menor pero sostenida en el tiempo, lo que ha llevado a algunos expertos a hablar de un "Chernóbil a cámara lenta".
Pero también hay diferencias respecto a la reacción ante la crisis. Tras Chernóbil, no hubo advertencias sobre el riesgo de que la leche podía estar contaminada, lo que causó unos 6.000 casos de cáncer de tiroides en niños.
Las autoridades japonesas sí han establecido desde el primer momento diversas restricciones al consumo de alimentos. EFE
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