Países cuyo territorio está compuesto por una o más islas, a excepción del Reino Unido, parecen tener mayor éxito en la lucha contra la COVID-19. Sin embargo, su dependencia del turismo plantea duros desafíos de cara al futuro.
Aprovechando una flexibiliación de las estrictas medidas de confinamiento impuestas en Chipre, Michalis Eveledis corre por la arena y se zambulle de cabeza en el mar Mediterráneo. "Estoy tan feliz de volver a mi playa y nadar por primera vez este año", confía a la AFP este hombre de 39 años, que vive en Ayia Napa, balneario con calles habitualmente llenas de turistas y actualmente desiertas.
Por primera vez el lunes, las autoridades chipriotas permitieron a sus habitantes bañarse y salir de su casa tres veces al día, en comparación con sólo una vez antes. Como muchos chipriotas, Eveledis asegura que respetó al pie de la letra el confinamiento, acompañado de un toque de queda nocturno y de las restricciones "justas". Con sólo 15 muertes debidas al nuevo coronavirus, la tasa de mortalidad por covid-19 de esta isla de la Unión Europea se sitúa en 17 por millón de habitantes (Chipre cuenta con 875.000 habitantes). Es la séptima tasa más baja de la UE. Bélgica, en contraste, registra 680 muertes por millón de habitantes.
El tamaño también cuenta
En Islandia, el plan de lucha contra el virus también pasó por el uso masivo de pruebas. La isla nórdica bate los récords mundiales y, debido a su baja densidad de población, nunca impuso un confinamiento. La capital Reykjavik aconseja simplemente a los islandeses -sin prohibirles- que eviten las reuniones de más de 50 personas. Kjartan Hreinn Njalsson, director adjunto de Sanidad, afirma que "el rastreo de contactos, la detección temprana de casos (mediante pruebas), la cuarentena, el aislamiento y la higiene personal" son los factores que permitieron contener la pandemia.
"Son importantes, ya estés en Chipre, en Islandia o incluso en Francia", añade. Pero Njalsson reconoce que los países poco poblados tienen una ventaja. "Esto ayuda enormemente a movilizar y convencer a la gente. Somos sólo 360.000 personas, lo que nos da la oportunidad de crear un sentido de comunidad". Con una economía muy dependiente del turismo, Chipre suele ser una de las islas más visitadas del mundo, al igual que Islandia o Malta.
Una de las primeras medidas adoptadas por el gobierno chipriota fue el cierre de los aeropuertos. El resultado es que, durante más de dos semanas, tuvieron menos de diez nuevos casos por día. Lo mismo ocurre en los trópicos, como en territorios franceses de ultramar, con excepción de Mayotte. Más cerca al Perú, en el Caribe, el archipiélago de Saintes no tiene ningún caso de COVID-19, gracias a la reducción de las rotaciones marítimas con Guadalupe, donde las contaminaciones también son escasas gracias a la prohibición de las llegadas.
El desafío de la reapertura
Pero, aunque sean saludables, los cierres de fronteras no pueden durar para siempre, sobre todo porque pueden tener un impacto desastroso en estas economías insulares, como en Chipre. La reapertura de los aeropuertos es un enorme desafío, declara el ministro de Salud Constantinos Ioanou en una entrevista con la agencia AFP. Si Chipre consigue erradicar el virus, este éxito podría verse comprometido por la llegada de un caso procedente del extranjero.
"Una de las opciones que tenemos es abrir los aeropuertos a los (vuelos procedentes de) países que se encuentran en la misma fase epidemiológica que nosotros", afirma Ioannou. Otra alternativa serían filtrar a los turistas a su llegada, pero esto requeriría pruebas capaces de dar un resultado fiable en una hora, explica. Para otras islas, este reto se añade a una fuerte densidad de población, como en Malta, que, con 1.375 personas por km², todavía no levantó las restricciones de desplazamiento.
(Con información de AFP)
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