Los operativos de la Policía mexicana y la Guardia Nacional se intensifican luego de que se suspendieron las actividades no esenciales en el Estado de México y la vecina capital al registrarse 1,3 millones de contagios.
"¿Sí sabes cómo está lo del coronavirus?", cuestiona una funcionaria a un hombre sin tapabocas que celebraba una fiesta clandestina en un suburbio de Ciudad de México, durante una noche de redadas ante el acelerado repunte del COVID-19.
Molesto, el anfitrión guarda silencio, mientras los invitados abandonan la casa ante la mirada de una treintena de policías, militares, bomberos y personal civil.
El equipo liderado por José Isauro Bautista llegó el viernes a esta vivienda de Ecatepec, en el Estado de México, alertado por un mensaje en redes sociales que anunciaba un festejo con "sonideros", DJ callejeros muy populares en el país.
"Informes vía messenger o con tu sonidero favorito", promocionaba el cartel sobre la celebración en Ecatepec, uno de los municipios más golpeados por el COVID-19 con 1.567 muertos y 14.675 contagiados.
El Legislativo local exhortó a los ayuntamientos a multar a quienes realicen fiestas de más de 30 personas ante el aumento de las hospitalizaciones, lo que llevó a suspender el viernes actividades no esenciales en el Estado de México y la vecina capital.
Los operativos se intensificaron con motivo de la Navidad, si bien se realizan desde el inicio de la epidemia, cuenta Bautista, director de gobierno de Ecatepec.
La participación de policías y la Guardia Nacional no es casual, pues 90% de los habitantes del municipio lo consideran inseguro, según el instituto de estadísticas, INEGI.
"Hay gente ya bajo los influjos del alcohol y (...) hemos sido agredidos verbal y físicamente", relata Bautista.
México, de 129 millones de habitantes, registraba hasta el viernes 117.249 defunciones y 1,3 millones de casos confirmados del nuevo coronavirus.
"Venimos con la Guardia"
Minutos antes de que las autoridades arribaran a la casa donde se celebraba la fiesta, la música fue apagada.
Pero las latas cerveza medio llenas aventadas a la calle y los murmullos al interior no dejaban dudas de que los asistentes seguían allí.
Es la tercera vez que estos cazainfractores acuden al mismo domicilio para disolver reuniones, a sabiendas de que hay gente que alerta a los presentes.
"¡Buenas noches, necesitamos que se retiren!", dice un funcionario, quien al no recibir respuesta añade: "¡Señores, venimos con la Guardia Nacional!".
Tras varios minutos finalmente abre el anfitrión, exigiendo que ni las autoridades ni la prensa tomen fotografías del operativo. "Sí, ya se salen, pero ¿dónde está el papel que dice que pueden tomar fotos?", reclama.
Entonces comienzan a salir unas 20 personas sin cubrebocas para agruparse a unos metros de las autoridades.
"¿Tienes personas de la tercera edad, verdad? ¿Sí sabes cómo está lo del coronavirus?", cuestiona la funcionaria. Sus preguntas enmudecen al celebrante.
El gato y el ratón
Antes de llegar a la fiesta clandestina, el equipo de Bautista clausuró un salón de billar y una taquería que violaba las restricciones a la venta de licor y donde además se celebraba otra reunión.
En el billar, algunos clientes ebrios expresan su descontento, en tanto el encargado averigua por teléfono qué hacer.
"Deberían agarrar a los rateros", dice una mujer sin mascarilla debajo de un letrero que reza "Dios bendiga a este negocio y a todos sus clientes".
Otro maldice al gobierno regional con palabrotas, mientras guarda su taco para jugar billar.
Junto a este local funciona una venta callejera de artículos navideños, a cuyos asistentes se les pidió usar tapabocas. Pero una tienda vecina tuvo menos suerte y fue clausurada por vender cerveza.
"Hemos encontrado de todo, gente que dice 'es que se me hizo fácil' (no creyó que fuera riesgoso), pero también gente que nos dice 'es mi propiedad y puedo hacer lo que quiera'. Tratamos de fortalecer el diálogo", explica Bautista.
Aunque parece una noche agitada, no ha sido la más estresante para las autoridades, que han tenido que dispersar fiestas de hasta 250 personas y lidian continuamente con una suerte de juego del gato y el ratón.
(Con información de AFP)
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