El Ejecutivo espera guardar en ellas un máximo de 22 millones de metros cúbicos de suelo contaminado y residuos radiactivos hasta 2045.
Uno de cada cuatro terratenientes de las zonas cercanas a la accidentada central nuclear de Fukushima han mostrado su interés en vender sus parcelas al Gobierno nipón para almacenar material radiactivo emitido por la planta.
A finales de julio, 570 de los 850 propietarios a los que el Gobierno nipón había contactado, accedió a que se lleven a cabo estudios topográficos para evaluar sus terrenos como un primer paso hacia la adquisición de las tierras, según datos del Ministerio nipón de Medio Ambiente recogidos hoy por el diario local Asahi.
Aquellos que han aceptado lo han hecho ante las dudas de que puedan regresar a sus hogares debido a los elevados niveles de radiación.
Por el momento, se ha finalizado la inspección en las parcelas de 300 individuos, pero sólo se han cerrado cinco contratos de venta, detalló el periódico.
El Gobierno de Japón planea construir en una extensión de 16 kilómetros cuadrados en los pueblos de Okuma (donde se sitúa la central) y Futaba unas instalaciones temporales para almacenar la tierra extraída durante las labores de descontaminación.
El Ejecutivo espera guardar en ellas un máximo de 22 millones de metros cúbicos de suelo contaminado y residuos radiactivos hasta 2045.
En total, 2.365 personas poseen parcelas para comprar en la zona.
Muchas se niegan a vender porque no confían en que éste vaya a ser un depósito de almacenamiento temporal, como ha asegurado el Gobierno.
Según el diario nipón, el Ministerio de Medio Ambiente estaría preparado para empezar las labores de construcción en los terrenos ya adquiridos, en lugar de esperar hasta haber comprado todas las parcelas necesarias.
El tsunami y terremoto que devastaron el noreste de Japón el 11 de marzo de 2011 provocaron en la central de Fukushima Daiichi el peor accidente nuclear desde el de Chernóbil (Ucrania) en 1986.
Las emisiones y vertidos radiactivos mantienen desplazadas a más de 68.000 personas que vivían junto a la planta y han afectado gravemente a la pesca, la agricultura y la ganadería local.
EFE
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