Este viernes, 15 de agosto, Donald Trump y Vladímir Putin se encuentran en Anchorage, Alaska, con miras a tomar definiciones sobre el rumbo de la guerra en Ucrania. Con la ausencia de Kiev y sus socios de la Unión Europea, el encuentro en esta remota localidad promete tener repercusión global. Analistas comparan esta cumbre con otros encuentros entre líderes globales que marcaron un punto de quiebre mundial.
Con la vuelta de Donald Trump a la Casa Blanca, el republicano prometió poner fin a la guerra en Ucrania en “24 horas”, pero, tras casi siete meses de su segundo mandato -y tres años de conflicto-, sigue siendo una promesa incumplida.
Ahora, con el primer “cara a cara” entre Putin y Trump desde el año 2019, los líderes podrían avanzar en un entendimiento, pero de espaldas no solo a Kiev y sus socios de la Unión Europea, que estarán ausentes, sino a todo el sistema multilateral en un momento de redefinición del orden internacional.
La estrategia del Kremlin parece ser la de querer cerrar un acuerdo bilateral con Trump sin la interferencia del presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, cuya legitimidad Moscú pone en duda, mientras que el republicano intenta imprimir su impronta a los principales conflictos internacionales.
La cumbre entre los líderes de estos dos países, que han sido rivales, despierta entre analistas las comparaciones con otros momentos en que máximos mandatarios se reunieron para tomar definiciones que fueron un clivaje en la historia global.
Algunos ven similitudes con el Acuerdo de Múnich (1938) o el Pacto Mólotov-Ribbentrop (1939), es decir, el reparto de zonas de influencia entre los “vencedores” a costa de los países pequeños.
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¿Escenario similar a la conferencia de Yalta de 1945?
Otros analistas lo comparan con la conferencia de Yalta en 1945, cuando los líderes de EE. UU., Franklin D. Roosevelt; Reino Unido, Winston Churchill; y de la URSS, Josef Stalin, se reunieron en aquella localidad de Crimea durante la Segunda Guerra Mundial para definir cuestiones como el futuro de Alemania y la reorganización europea de posguerra.
El internacionalista especializado en Rusia Martín Rodríguez Ossés afirma, en diálogo con France 24, que la reunión del viernes “encuentra un correlato con las últimas cumbres bilaterales entre jefes de Estado de 1972 a 1974 [del entonces presidente de EE. UU. Richard] Nixon y [el líder sovietico Leonid] Breznev, que curiosamente también fueron en suelo estadounidense y con un republicano".
"Aquellas cumbres, como la de este viernes, tienen un espíritu, al menos desde la intencionalidad, de detente, esto es, de desescalar. Y en esa oportunidad, como parece que también sucederá ahora en Alaska, tuvo un lugar preponderante la discusión sobre el emplazamiento de armas estratégicas”, añade.
Sin embargo, fuera de esas líneas de comparación, el analista aseguró que se trata de una “cumbre inédita”: “Desde una perspectiva histórica no hay antecedentes de una cumbre en la que una de las dos partes oficie de ‘mediador’”.
Además, lo inédito está dado “por el contexto, con Estados Unidos desgastado y en búsqueda de reafirmar su poder, y una Federación Rusa en una situación muy ventajosa en el terreno”. Rodríguez Ossés agregó que “la promesa de ambas Administraciones es que sea la primera de varias, en el corto plazo”.
En tanto, el director del Centro de Estudios de Estrategia y Geopolítica (CEEGE), Alejandro Laurnagaray de Urquiza, dijo a France 24 que si bien podría verse este encuentro como la apertura a “un nuevo momento de distensión, como otros en la historia entre grandes poderes”, aún “habrá que esperar a comprobar los logros y limitaciones” del cara a cara entre los dos mandatarios para poder hacer una analogía más precisa con algún momento de la historia.
Si las tensiones se aliviaran, “podremos compararlo a grandes rasgos con aquellos momentos de distensión que se han producido en la historia del siglo XX, como la resolución de la crisis de los misiles en Cuba y Turquía, entre Bush padre y Gorbachov, y luego con Borís Yeltsin.
Pero no es adecuado aún forzar una comparación, todo dependerá de cómo termine resolviéndose el conflicto y como se reencauzan las relaciones entre las potencias y en la región. Y a fin de cuentas, este nuevo equilibrio de poder”, estimó Laurnagaray de Urquiza.
Las comparaciones con la cumbre de Yalta también aluden a que los socios aliados definieron el destino de naciones que no estaban sentadas a la mesa.
En el caso del encuentro Putin - Trump, no solo han quedado desplazados Kiev y los 27 del bloque europeo, que reclamaban un lugar en la reunión, sino también el multilateralismo como instancia de resolución de conflictos.
Esto abre la pregunta sobre si, en este escenario, Ucrania tendría incentivos para cumplir un eventual acuerdo entre Rusia y EE. UU. sobre el que no fue consultada, y antes que eso, si Putin y Trump lograrán llegar a un entendimiento.
“Trump dice que cree que existe un 25% de chances de que el encuentro salga mal. Para mí, hay un 80% [de que fracase]. En el mejor de los casos, Rusia acepta un intercambio relegando una parte de Jersón y Zaporizhia -y eso sería mucho-. Pero aun si logran ponerse de acuerdo en eso, después viene la parte complicada: el cese al fuego. ¿Cómo y quién lo implementa? ¿Cómo y quién garantiza para Rusia el freno del frente ucraniano-europeo en términos de suministros de armas? ¿Cómo puede Ucrania saber si Rusia va a cumplir su palabra si no hay costos reales después de casi 4 años?”, se pregunta Rodríguez Ossés.
Y agrega que los ucranianos no tienen “incentivos para cumplir lo que otros decidan por ellos” y si Zelenski aceptara un eventual acuerdo entre Putin y Trump, podría tener resistencias en su “frente interno”.
Para Laurnagaray de Urquiza si bien Donald Trump “ha dicho que luego de la cumbre con Vladímir Putin buscará una nueva reunión incluyendo a Zelenski y tal vez a los países europeos”, la posición de Ucrania es desventajas, ya que “no tiene poder real de negociación, es totalmente dependiente”.
De todos modos, para el investigador, la reunión en Alaska “va también más allá de la guerra y tratarán la relación bilateral en diversos aspectos, en forma integral”, porque el momento actual está caracterizado por “un nuevo equilibrio de poder y modificaciones del sistema internacional, con una nueva transición hegemónica”.
La cumbre en el territorio que EE. UU. compró al Imperio Ruso en el siglo XIX es también un signo más del debilitado multilateralismo, ya que dos líderes rivales pretenden resolver un conflicto clave de la época a partir de una reunión privada.
Laurnagaray de Urquiza considera que en este momento, “se juega una disputa por el liderazgo dentro de Occidente, donde la gestión norteamericana actual busca imponer su visión. Que los grandes poderes se sienten a la mesa es importante, pero luego lógicamente Trump negociará con los poderes europeos y con Zelenski, quien tendrá que aceptar, más temprano que tarde, lo que Occidente le indique”, valoró.