"No tenemos comida. Hay niños, como 10 ó 12 niños, que no han podido comer. Estamos en una gran dificultad", manifestó un sacerdote hondureño.
Hasta las galletas se acabaron y casi no hay agua en la embajada brasileña en Tegucigalpa, donde permanece refugiado el presidente depuesto Manuel Zelaya tras su retorno a Honduras, acompañado de 300 personas, entre ellos unos doce niños, que no han comido nada desde el lunes.
El número de visitantes aumentó dramáticamente al amanecer del martes luego de que militares y policías hondureños rodearan la embajada y expulsaran a miles de manifestantes congregados en los alrededores en apoyo a Zelaya.
Varias decenas de manifestantes lograron entrar a la embajada, lo que agudizó la escasez de alimentos y agua potable, cuyo suministro fue cortado supuestamente por órdenes del régimen de facto de Roberto Micheletti para forzar la salida de Zelaya.
"Esto se vuelve a cada momento más caótico", dijo el sacerdote Andrés Tamayo a la AFP.
"No tenemos comida. Hay niños, como 10 ó 12 niños, que no han podido comer. Estamos en una gran dificultad", agregó Tamayo, un cura católico de origen salvadoreño que vive hace 26 años en Honduras, dedicado activamente a los esfuerzos para lograr la restitución de Zelaya en el poder.
La embajada brasileña, donde también se encuentra un puñado de diplomáticos
brasileños al mando del encargado de negocios, Francisco Rosendeno, ha podido conseguir alimentos para sus numerosos huéspedes debido a un toque de queda de 26 horas impuesto el lunes en la tarde y vigente hasta el martes al anochecer.
Por esta razón, unas simples galletas o un vaso de agua son un lujo. Lo último que comieron los periodistas que permanecen en la sede diplomática fue el desayuno del lunes.
"No dejan entrar a la Cruz Roja porque a través de ellos podemos traer comida", dijo Tamayo, quien llegó a la embajada el lunes poco después del mediodía, sin poder irse debido al toque de queda, y quien no ha comido nada este martes.
Zelaya, quien se encuentra junto a su esposa Xiomara Castro y a su hijo menor José Manuel, ocupa una oficina de la embajada donde puede reposar en un sillón, pero el resto de ocupantes tiene que dormir en el suelo.
"Nadie ha dormido aquí, estamos alertas. Uno se acuesta en el piso, pero se está entre despierto y dormido", dijo Tamayo, a quien el régimen de Micheletti quiere despojar de su nacionalidad hondureña, obtenida hace tres años durante el gobierno de Zelaya.
"No tenemos nada de comida", indicó Gilberto Contreras, un agricultor zelayista de El Paraíso, una fértil zona productora de café en la frontera con Nicaragua, quien llegó el lunes a Tegucigalpa a saludar el regreso de "Mel".
Contreras pasó la noche junto a miles de entusiastas manifestantes, charlando, cantando y gritando consignas en favor de quien consideran el legítimo presidente de Honduras, y logró entrar a la embajada durante la represión militar.
Como el resto de los visitantes de la sede diplomática, el agricultor no come desde el lunes.
"Como están los militares afuera no nos dejan entrar alimentos. Lo peor es para los niños", dijo Contreras.
AFP
El número de visitantes aumentó dramáticamente al amanecer del martes luego de que militares y policías hondureños rodearan la embajada y expulsaran a miles de manifestantes congregados en los alrededores en apoyo a Zelaya.
Varias decenas de manifestantes lograron entrar a la embajada, lo que agudizó la escasez de alimentos y agua potable, cuyo suministro fue cortado supuestamente por órdenes del régimen de facto de Roberto Micheletti para forzar la salida de Zelaya.
"Esto se vuelve a cada momento más caótico", dijo el sacerdote Andrés Tamayo a la AFP.
"No tenemos comida. Hay niños, como 10 ó 12 niños, que no han podido comer. Estamos en una gran dificultad", agregó Tamayo, un cura católico de origen salvadoreño que vive hace 26 años en Honduras, dedicado activamente a los esfuerzos para lograr la restitución de Zelaya en el poder.
La embajada brasileña, donde también se encuentra un puñado de diplomáticos
brasileños al mando del encargado de negocios, Francisco Rosendeno, ha podido conseguir alimentos para sus numerosos huéspedes debido a un toque de queda de 26 horas impuesto el lunes en la tarde y vigente hasta el martes al anochecer.
Por esta razón, unas simples galletas o un vaso de agua son un lujo. Lo último que comieron los periodistas que permanecen en la sede diplomática fue el desayuno del lunes.
"No dejan entrar a la Cruz Roja porque a través de ellos podemos traer comida", dijo Tamayo, quien llegó a la embajada el lunes poco después del mediodía, sin poder irse debido al toque de queda, y quien no ha comido nada este martes.
Zelaya, quien se encuentra junto a su esposa Xiomara Castro y a su hijo menor José Manuel, ocupa una oficina de la embajada donde puede reposar en un sillón, pero el resto de ocupantes tiene que dormir en el suelo.
"Nadie ha dormido aquí, estamos alertas. Uno se acuesta en el piso, pero se está entre despierto y dormido", dijo Tamayo, a quien el régimen de Micheletti quiere despojar de su nacionalidad hondureña, obtenida hace tres años durante el gobierno de Zelaya.
"No tenemos nada de comida", indicó Gilberto Contreras, un agricultor zelayista de El Paraíso, una fértil zona productora de café en la frontera con Nicaragua, quien llegó el lunes a Tegucigalpa a saludar el regreso de "Mel".
Contreras pasó la noche junto a miles de entusiastas manifestantes, charlando, cantando y gritando consignas en favor de quien consideran el legítimo presidente de Honduras, y logró entrar a la embajada durante la represión militar.
Como el resto de los visitantes de la sede diplomática, el agricultor no come desde el lunes.
"Como están los militares afuera no nos dejan entrar alimentos. Lo peor es para los niños", dijo Contreras.
AFP
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