Paulina Chiziane, la primera mujer que publicó una novela en Mozambique, no le tiembla la voz cuando explica que las mujeres de su país se someten a la poligamia, incluso las que ocupan puestos importantes.
La poligamia es un problema que ha sufrido en su propia piel Paulina Chiziane, la primera mujer que publicó una novela en Mozambique, y la única que se ha atrevido a contarla y denunciarla en su obra "Niketche: una historia de poligamia".
"La poligamia es una tradición africana que continúa y gana fuerza con la religión musulmana", asegura Chiziane en una entrevista a Efe, en la que critica con fuerza esta situación, que años atrás la llevó a divorciarse de su marido y hoy le sirve para llenar las páginas de sus libros.
Criada en los suburbios de la ciudad de Maputo, donde comenzó sin éxito sus estudios de lingüística, no le tiembla la voz cuando explica que las mujeres de su país se someten a la poligamia, incluso las que ocupan puestos importantes en el gobierno y en las empresas o van a la universidad.
Su historia es la de miles de mujeres: cristiana y madre de dos hijos que ya superan los 30 años, estuvo casada hasta que supo que su marido le engañaba y tenía relaciones con otras mujeres.
Tras romper con su matrimonio -lo cual le trajo "muchas críticas y desprecios"-, Chiziane se ha dedicado a hacer escuchar su voz, una voz que grita mejoras para la mujer en el continente africano.
También a viajar, lo que ahora le ha traído hasta la isla española de Tenerife, donde esta semana se celebra el Salón Internacional del Libro Africano.
Denuncia que aunque en Mozambique el 30 por ciento del gobierno está formado por féminas, así lo obliga la ley, su situación no mejora en la esfera privada, que sigue estando llena de sumisiones, de amor no correspondido y de violencia machista, temas sobre los que también se ha atrevido a escribir.
"Todo africano es un ser de dos culturas: una cosa es la vida pública y otra la privada en las familias", incide Chiziane, quien, sin embargo, no rechaza sus raíces mozambiqueñas, que le hacen afirmar que hablar por Twitter o Facebook nunca será igual que hacerlo alrededor de una hoguera.
De la intimidad del fuego saca sus cuentos, que le permiten "estar en el mundo y sentirlo" y donde las mujeres asumen el rol de personajes principales.
"Me es más fácil hablar de lo que le preocupa a un grupo de mujeres que vende fruta en el mercado de mi barrio que de fútbol", bromea.
Nominada en 2010 embajadora de la Unión Africana para la paz, rehúsa llamarse novelista y prefiere que simplemente se le reconozca como "contadora de historias", un arte que aprendió de su abuela y que comenzó a practicar casi sin darse cuenta.
En un portugués pausado cuenta la diferencia entre uno y otro término. "La novela viene de la tradición cultural europea que tiene sus propias normas", y ella, cuando escribe, también tiene en cuenta sus valores africanos.
Este mestizaje literario se refleja asimismo en su vida, que dedica a luchar por romper la discriminación sexual que todavía hoy sufren muchas mujeres africanas y también los homosexuales, un colectivo que comienza a dar sus primeros pasos con la celebración de su primer congreso lésbico en Mozambique.
EFE
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