Con más de 24 horas de anticipación, especialistas pronostican que el enlace real podría estar ´pasado por agua´.
Londres mira hoy más que nunca al cielo, pendiente de la lluvia que anuncian para el viernes los meteorólogos y que amenaza con deslucir la esperada boda del príncipe Guillermo y Kate Middleton, en la abadía de Westminster.
Hacer pronósticos acertados en el Reino Unido con más de 24 horas de antelación es arriesgado, pero los meteorólogos coincidieron en la víspera que el enlace real podría estar pasado por agua.
No es una ciencia exacta y de lo que hablan los hombres y mujeres del tiempo no es de un frente de lluvias generalizadas, sino de chubascos aislados durante la mañana del viernes, lo que deja al azar el escenario con el que se encontrarán los novios.
Alison Cobb, del instituto Meteogroup, manifestó que hay "un riesgo real" de que llueva a las 11:00 hora local (10:00 horas GMT), el momento en el que la novia, acompañada por su padre, saldrá de la limusina que le dejará frente a la abadía de Westminster.
"Es difícil localizar con exactitud el lugar, pero hay un riesgo de chubascos en ese momento", dijo Cobb, quien añadió que las lluvias aisladas serán la norma durante toda la jornada y que incluso podrían estar acompañadas de tormentas.
Está previsto que los recién casados salgan de la abadía en una carroza descubierta y realicen un recorrido de unos 20 minutos de duración por el centro de Londres hasta el palacio de Buckingham.
Pero si llueve, lo harán en la "Glass Coach", una carroza de 1881 que tiene un techo permanente y que ganó celebridad porque fue el que llevó a Lady Di a la catedral londinense el día de su boda.
La lluvia es una mala noticia especialmente para las decenas de miles de personas que serán testigos en las calles londinenses de la boda de Guillermo y Kate, que volverán a salir al exterior, en el balcón del palacio de Buckingham, para saludar a la multitud.
Es uno de los momentos más esperados del día, porque podría llegar el beso de los recién casados, y oficialmente no hay "plan B" en el caso de que la lluvia haga acto de aparición.
Los nubarrones no afectaron sin embargo al ánimo de los miles de personas que harán noche en las calles del recorrido de la comitiva real para conseguir un buen lugar para poder ver de cerca a sus protagonistas.
Casi un centenar de tiendas de campaña se alinearon en la acera frente a la abadía de Westminster y en sus aledaños, con monárquicos, mitómanos y curiosos, que desafiarán una noche también pasada por agua y con temperaturas de unos 10 grados centígrados.
La seguridad se intensificó en torno al templo donde se celebrará el matrimonio, a pocas horas de que se produzca la llegada de los primeros invitados, entre los que hay numerosos jefes de Estado y de Gobierno, así como miembros de la realeza y personajes famosos.
La policía, que desplegará a 5.000 efectivos, llevó a cabo detenciones y registros en diversos puntos de Londres para "neutralizar" a eventuales manifestantes contra la boda, en una operación considerada "excesiva" por la oposición laborista.
Habrá francotiradores en los tejados y oficiales camuflados entre la gente como medida de prevención contra actos violentos.
Hoy fue la jornada para finalizar los preparativos, con los novios participando en un último ensayo y los equipos de televisión afinando la retransmisión de un evento para el que se espera una audiencia cercana a los 2.000 millones de personas.
La aglomeración de trabajadores, periodistas y turistas causó problemas de tránsito de vehículos y de personas, lo que obligó a la policía metropolitana de Londres a enviar refuerzos al lugar.
Los novios pasarán por separado la noche previa a la boda, con el príncipe en la residencia de su padre, en Clarence House, y la novia, junto a sus padres y sus hermanos Pippa y James, en un céntrico hotel de cinco estrellas blindado para la ocasión.
En la salida del hotel se ha instalado un gran toldo para tratar de evitar que el vestido de Kate Middleton, el secreto mejor guardado hasta ahora de esta boda, no se vea hasta que la futura princesa llegue a la entrada de la abadía de Westminster. EFE
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