El hasta ahora primer ministro británico tuvo que rendirse a la evidencia y anunciar su retirada antes de dirigirse al palacio de Buckingham a presentar su dimisión como jefe del Gobierno.
El haraquiri de Gordon Brown, que se declaró ayer, lunes, dispuesto a dejar el liderazgo de su formación para facilitar un posible "pacto progresista" con los liberaldemócratas y otras fuerzas que hubiera mantenido a su partido en el poder, finalmente no ha salvado a los laboristas.
El hasta ahora primer ministro británico, Gordon Brown, tuvo que rendirse hoy a la evidencia y anunciar su retirada antes de dirigirse al palacio de Buckingham a presentar su dimisión como jefe del Gobierno.
Pero la hábil maniobra del líder liberaldemócrata, Nick Clegg, de negociar simultáneamente a dos bandas, sí debió de servir en cambio para que ese partido arrancara más concesiones a los "tories", temerosos de que se les escapara un poder que sentían ya tan cerca.
Después de trece años en el gobierno, diez de ellos con Tony Blair al frente, los laboristas tienen ahora la oportunidad de regenerarse en la oposición y reflexionar sobre las políticas que les supusieron la pérdida de 91 escaños en el Parlamento.
Su ventaja es que podrán dedicarse a atacar desde los bancos de la oposición a un Gobierno que deberá adoptar medidas muy duras para reducir un déficit que se ha disparado en los últimos años de poder laborista y reflotar la maltrecha economía.
Pero, como no hay mal que por bien no venga, muchos políticos de ese partido habrán de agradecer a Clegg que les haya facilitado la tarea de deshacerse de un líder que parecía inamovible y que finalmente no vio otra salida que hacer el postrer sacrificio.
El camino ha quedado, así, despejado para los políticos ambiciosos que aspiren al liderazgo.
Cuando aún se hablaba de un posible pacto con los liberaldemócdratas, Brown se decía ayer dispuesto a seguir provisionalmente al frente del Gobierno hasta que sus correligionarios eligiesen nuevo líder, para con su experiencia guiar al país en la difícil salida de la crisis.
Pero el número 10 de Downing Street tiene ahora un nuevo inquilino y ese servicio ya no será necesario.
Como él mismo comunicó hoy en su última comparecencia como primer ministro antes de ir al palacio de Buckingham a presentar su dimisión a la Reina, Brown ha renunciado también con efecto inmediato al liderazgo del partido.
La lucha por sucederle al frente del laborismo no va a tardar: el tiempo apremia y habrá que "marcar" al nuevo primer ministro, el conservador David Cameron, en los Comunes.
Entre los candidatos que podrían lanzarse ahora a la palestra está el ministro de Exteriores, David Miliband, de 44 años, y algunos mencionan también a su hermano, el titular de Medio Ambiente, Ed Miliband, de 40.
El primero tiene en su contra el que hubiese titubeado en 2008 y 2009 cuando algunos trataron de animarle para que lanzara un abierto desafío a Brown, que, de prosperar, tal vez les habría evitado ahora a los laboristas tan amarga derrota.
Del segundo, que pasa por orador más elocuente que aquél, no se conocen sus ambiciones políticas y tal vez no quiera embarcarse en lo que sería literalmente una lucha política fratricida.
Otro candidato que suena con fuerza es Ed Balls, de 43 años, ministro para la Escuela, asesor e íntimo de Brown, pero a quien se atribuye un carácter desabrido que no le hace precisamente popular entre muchos de sus correligionarios.
Está también la única mujer, Harriet Harman, de 59 años, la actual número dos, que ha asumido provisionalmente el cargo mientras se elige a un nuevo líder, pero a la que no se dan demasiadas posibilidades, como tampoco parece tenerlas Jon Cruddas, de 48, el favorito del sector más a la izquierda del partido.
Un posible candidato de consenso podría ser en cambio el ministro del Interior, Alan Johnson, de 59, con fama de conciliador, de quien también se habló hace un año como posible sucesor de Brown, aunque no pareció entonces que ambicionara demasiado el cargo. EFE
El hasta ahora primer ministro británico, Gordon Brown, tuvo que rendirse hoy a la evidencia y anunciar su retirada antes de dirigirse al palacio de Buckingham a presentar su dimisión como jefe del Gobierno.
Pero la hábil maniobra del líder liberaldemócrata, Nick Clegg, de negociar simultáneamente a dos bandas, sí debió de servir en cambio para que ese partido arrancara más concesiones a los "tories", temerosos de que se les escapara un poder que sentían ya tan cerca.
Después de trece años en el gobierno, diez de ellos con Tony Blair al frente, los laboristas tienen ahora la oportunidad de regenerarse en la oposición y reflexionar sobre las políticas que les supusieron la pérdida de 91 escaños en el Parlamento.
Su ventaja es que podrán dedicarse a atacar desde los bancos de la oposición a un Gobierno que deberá adoptar medidas muy duras para reducir un déficit que se ha disparado en los últimos años de poder laborista y reflotar la maltrecha economía.
Pero, como no hay mal que por bien no venga, muchos políticos de ese partido habrán de agradecer a Clegg que les haya facilitado la tarea de deshacerse de un líder que parecía inamovible y que finalmente no vio otra salida que hacer el postrer sacrificio.
El camino ha quedado, así, despejado para los políticos ambiciosos que aspiren al liderazgo.
Cuando aún se hablaba de un posible pacto con los liberaldemócdratas, Brown se decía ayer dispuesto a seguir provisionalmente al frente del Gobierno hasta que sus correligionarios eligiesen nuevo líder, para con su experiencia guiar al país en la difícil salida de la crisis.
Pero el número 10 de Downing Street tiene ahora un nuevo inquilino y ese servicio ya no será necesario.
Como él mismo comunicó hoy en su última comparecencia como primer ministro antes de ir al palacio de Buckingham a presentar su dimisión a la Reina, Brown ha renunciado también con efecto inmediato al liderazgo del partido.
La lucha por sucederle al frente del laborismo no va a tardar: el tiempo apremia y habrá que "marcar" al nuevo primer ministro, el conservador David Cameron, en los Comunes.
Entre los candidatos que podrían lanzarse ahora a la palestra está el ministro de Exteriores, David Miliband, de 44 años, y algunos mencionan también a su hermano, el titular de Medio Ambiente, Ed Miliband, de 40.
El primero tiene en su contra el que hubiese titubeado en 2008 y 2009 cuando algunos trataron de animarle para que lanzara un abierto desafío a Brown, que, de prosperar, tal vez les habría evitado ahora a los laboristas tan amarga derrota.
Del segundo, que pasa por orador más elocuente que aquél, no se conocen sus ambiciones políticas y tal vez no quiera embarcarse en lo que sería literalmente una lucha política fratricida.
Otro candidato que suena con fuerza es Ed Balls, de 43 años, ministro para la Escuela, asesor e íntimo de Brown, pero a quien se atribuye un carácter desabrido que no le hace precisamente popular entre muchos de sus correligionarios.
Está también la única mujer, Harriet Harman, de 59 años, la actual número dos, que ha asumido provisionalmente el cargo mientras se elige a un nuevo líder, pero a la que no se dan demasiadas posibilidades, como tampoco parece tenerlas Jon Cruddas, de 48, el favorito del sector más a la izquierda del partido.
Un posible candidato de consenso podría ser en cambio el ministro del Interior, Alan Johnson, de 59, con fama de conciliador, de quien también se habló hace un año como posible sucesor de Brown, aunque no pareció entonces que ambicionara demasiado el cargo. EFE
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