Enarbolando una foto de la esposa del jefe del Estado cubierta de joyas, un hombre exclama: ´¡Vean todos esos diamantes, mientras el pueblo apenas consigue sobrevivir!´
Decenas de kirguisos erraban este jueves en medio de las ruinas aún humeantes de la casa del presidente Kurmambek Bakiyev en Biskek, la capital, expulsado la víspera del poder por sangrientos disturbios.
Media docena de niños trataban de levantar con mucho esfuerzo una enorme caja de cartón llena de revistas y libros que encontraron en el patio de la residencia, cuyo techo se desplomó después de haberse sido pasto de las llamas durante la noche.
En el interior, en medio de cristales rotos y otros despojos, dos hombres se afanaban para desmontar un pesado radiador metálico adosado al muro, mientras una cañería perforada dejaba correr el agua hacia el sótano.
En una pieza, una inscripción: "¡Muera Bakiyev!, muestra del odio que profesan algunos al presidente ahora prófugo.
Enarbolando una foto desgarrada de la esposa del jefe del Estado cubierta de joyas, un hombre exclama: "¡Vean como vivían los Bakiyev! ¡Vean todos esos diamantes, mientras el pueblo apenas consigue sobrevivir!"
Ese sentimiento refleja el de numerosos manifestantes que el miércoles salieron a las calles de Biskek para reclamar la dimisión del jefe de Estado, acusado de corrupción, nepotismo y deriva autoritaria, cuando el país está sumido en una crisis económica crónica.
"El poder ha robado al pueblo, ahora el pueblo le roba el poder", constató Nurali Baimatovich, observando a la gente que parte con los objetos de la casa.
El hombre se presenta como director de escuela, y cuenta que con sus colegas cuentan instalar en su lugar de trabajo los radiadores desmontados, para ayudar "a los niños a construir su futuro", por lo cual su actuación no puede considerarse como un saqueo, según alega.
"La gente fue llevada al extremo, y entonces estalló, Pero es verdad que habría sido mejor preservar la casa, pues vale dinero, y habría podido volver bajo control del Estdo", prosiguió Nurali.
Estas escenas se repiten a nivel mayor en el centro de Biskek, en la sede de la presidencia y del gobierno, donde decenas de manifestantes resultaron muertos o heridos a balazos, cuando la policía trataba de impedir que se apoderaran del inmueble.
El jueves en la mañana, cientos de personas seguían circulando en los corredores y en el recinto del edificio.
Algunos partían llevándose un ordenador, otros los neumáticos o el parachoques de los automóviles oficiales calcinados.
El enorme inmueble, llamado la Casa Blanca, muestra las huellas de incendio.
La mayoría de las ventanas están rotas y se convirtieron en grandes agujeros por los cuales los manifestantes tiran miles de páginas de documentos oficiales.
Afuera, varios cientos de personas observan los restos calcinados de los automóviles y camiones que sirvieron de ariete para derribar las entradas de la sede del poder kirguiso.
Si bien los transeúntes y los automovilistas son numerosos y circulan sin problemas por las calles, la vida está lejos de haber recuperado la normalidad, con restaurantes y comercios que permanecen cerrados por temor a los saqueos.
Los fuerzas de seguridad estaban totalmente ausentes de la ciudad, donde ni un solo uniforme o vehículo policial era visible.
"Ahora son asesinos, hay que renovar completamente la composición de la policía. Ayer mataron a mucha gente", comentó Sagyn Kasenov, un chofer de taxi de 54 años.
AFP
Media docena de niños trataban de levantar con mucho esfuerzo una enorme caja de cartón llena de revistas y libros que encontraron en el patio de la residencia, cuyo techo se desplomó después de haberse sido pasto de las llamas durante la noche.
En el interior, en medio de cristales rotos y otros despojos, dos hombres se afanaban para desmontar un pesado radiador metálico adosado al muro, mientras una cañería perforada dejaba correr el agua hacia el sótano.
En una pieza, una inscripción: "¡Muera Bakiyev!, muestra del odio que profesan algunos al presidente ahora prófugo.
Enarbolando una foto desgarrada de la esposa del jefe del Estado cubierta de joyas, un hombre exclama: "¡Vean como vivían los Bakiyev! ¡Vean todos esos diamantes, mientras el pueblo apenas consigue sobrevivir!"
Ese sentimiento refleja el de numerosos manifestantes que el miércoles salieron a las calles de Biskek para reclamar la dimisión del jefe de Estado, acusado de corrupción, nepotismo y deriva autoritaria, cuando el país está sumido en una crisis económica crónica.
"El poder ha robado al pueblo, ahora el pueblo le roba el poder", constató Nurali Baimatovich, observando a la gente que parte con los objetos de la casa.
El hombre se presenta como director de escuela, y cuenta que con sus colegas cuentan instalar en su lugar de trabajo los radiadores desmontados, para ayudar "a los niños a construir su futuro", por lo cual su actuación no puede considerarse como un saqueo, según alega.
"La gente fue llevada al extremo, y entonces estalló, Pero es verdad que habría sido mejor preservar la casa, pues vale dinero, y habría podido volver bajo control del Estdo", prosiguió Nurali.
Estas escenas se repiten a nivel mayor en el centro de Biskek, en la sede de la presidencia y del gobierno, donde decenas de manifestantes resultaron muertos o heridos a balazos, cuando la policía trataba de impedir que se apoderaran del inmueble.
El jueves en la mañana, cientos de personas seguían circulando en los corredores y en el recinto del edificio.
Algunos partían llevándose un ordenador, otros los neumáticos o el parachoques de los automóviles oficiales calcinados.
El enorme inmueble, llamado la Casa Blanca, muestra las huellas de incendio.
La mayoría de las ventanas están rotas y se convirtieron en grandes agujeros por los cuales los manifestantes tiran miles de páginas de documentos oficiales.
Afuera, varios cientos de personas observan los restos calcinados de los automóviles y camiones que sirvieron de ariete para derribar las entradas de la sede del poder kirguiso.
Si bien los transeúntes y los automovilistas son numerosos y circulan sin problemas por las calles, la vida está lejos de haber recuperado la normalidad, con restaurantes y comercios que permanecen cerrados por temor a los saqueos.
Los fuerzas de seguridad estaban totalmente ausentes de la ciudad, donde ni un solo uniforme o vehículo policial era visible.
"Ahora son asesinos, hay que renovar completamente la composición de la policía. Ayer mataron a mucha gente", comentó Sagyn Kasenov, un chofer de taxi de 54 años.
AFP
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