Las "camisas rojas" aceptaron anteriormente una propuesta del presidente del Senado, Prasobsuk Boondej, de servir de mediador en caso de negociaciones.
El gobierno de Tailandia rechazó el martes los incesantes llamados a un alto el fuego de los "camisas rojas" y excluyó cualquier forma de negociación antes de que se retiren de Bangkok, donde los enfrentamientos eran menos intensos que en los días precedentes.
Columnas de humo daban cuenta de una persistente tensión en el barrio ocupado por los manifestantes que exigen la renuncia del gobierno, pero no se registraban enfrentamientos similares a los que en los cuatro días precedentes causaron la muerte de 38 personas y más de 300 heridos.
Sin embargo, el poder mantuvo el martes un discurso de firmeza.
"La situación podrá solucionarse y podremos llegar a unas negociaciones cuando los manifestantes se hayan dispersados", avisó el ministro Satit Wonghnongtaey, excluyendo todo diálogo.
Las "camisas rojas" aceptaron anteriormente una propuesta del presidente del Senado, Prasobsuk Boondej, de servir de mediador en caso de negociaciones.
"El primer ministro (Abhisit Veijjajiva) se suma hoy al principio de las negociaciones pero, por dos veces, han fracasado debido a la ingerencia de las personas en el extranjero", respondió fríamente Satit, acusando implícitamente al ex primer ministro en el exilio Thaksin Shinawatra, icono de numerosos manifestantes, y acusado por el poder de atizar las protestas.
El viceprimer ministro, Suthep Thaugsuban, también rechazó la hipótesis de un alto el fuego.
Es un "sinsentido", afirmó, y precisó que "los responsables de la seguridad no disparaban contra los civiles".
"Los que disparan son terroristas", añadió.
Las negociaciones están rotas desde el pasado jueves, cuando el primer ministro Abhisit Vejjajiva anuló su propuesta de organizar elecciones anticipadas a mediados de noviembre, exasperado por las exigencias cada vez más elevadas de los "rojos".
La Alta Comisionada para los Derechos Humanos de la ONU, Navi Pillay, "exhortó los líderes a dejar de lado su orgullo y la política por el bien del pueblo tailandés".
La mayoría de las violencias opusieron a manifestantes armados con tirachinas, cócteles molotov y petardos, a unos militares autorizados a disparar con balas reales, constató la AFP.
Amnestía Internacional acusó de hecho al ejército de recurrir al "uso inconsiderado de armas mortales".
"Hay testimonios e imágenes de vídeo que muestran claramente que los militares dispararon balas reales contra personas (...) que no representaban ningún peligro para los soldados o para los otros".
El poder estimó en más de 2.000 el número de manifestantes activos en el exterior del campo y en 5.
000 el número de personas en haber ignorado la orden de evacuar el interior el lunes.
Las operaciones para evacuar el barrio "van a seguir" pero "la opinión pública debe tener paciencia porque tardarán", advirtió el portavoz del gobierno, Panitan Wattanayagorn.
"Las autoridades tratarán de evitar la confrontación" y de "minimizar" las posibles pérdidas humanas.
La policía anunció su intención de detener a cinco jefes "rojos" cuando abandonen su barricada y el poder ha prohibido las transacciones financieras de 37 individuos y sociedades, sospechosas de financiar al movimiento.
La crisis perturba cada vez más la vida cotidiana de los 12 millones de habitantes de la capital, ahora invitados a quedarse en casa hasta finales de la semana, declarada festiva.
Las escuelas públicas, las administraciones y numerosas oficiales permanecieron cerradas y el metro no circuló por cuarto día consecutivo.
Desde que empezó la crisis a mediados de marzo, unas 67 personas han muerto y unas 1.700 han resultado heridas.
Todos los muertos son civiles, con excepción de un soldado y de un general rebelde, Khattiya Sawasdipol, que murió el lunes tras haber recibido una bala en plena cabeza.
Los manifestantes, que han abandonado sus camisas rojas distintivas para no ser tan fácilmente localizados, llevan ahora un brazalete negro en homenaje a las víctimas.
AFP
Columnas de humo daban cuenta de una persistente tensión en el barrio ocupado por los manifestantes que exigen la renuncia del gobierno, pero no se registraban enfrentamientos similares a los que en los cuatro días precedentes causaron la muerte de 38 personas y más de 300 heridos.
Sin embargo, el poder mantuvo el martes un discurso de firmeza.
"La situación podrá solucionarse y podremos llegar a unas negociaciones cuando los manifestantes se hayan dispersados", avisó el ministro Satit Wonghnongtaey, excluyendo todo diálogo.
Las "camisas rojas" aceptaron anteriormente una propuesta del presidente del Senado, Prasobsuk Boondej, de servir de mediador en caso de negociaciones.
"El primer ministro (Abhisit Veijjajiva) se suma hoy al principio de las negociaciones pero, por dos veces, han fracasado debido a la ingerencia de las personas en el extranjero", respondió fríamente Satit, acusando implícitamente al ex primer ministro en el exilio Thaksin Shinawatra, icono de numerosos manifestantes, y acusado por el poder de atizar las protestas.
El viceprimer ministro, Suthep Thaugsuban, también rechazó la hipótesis de un alto el fuego.
Es un "sinsentido", afirmó, y precisó que "los responsables de la seguridad no disparaban contra los civiles".
"Los que disparan son terroristas", añadió.
Las negociaciones están rotas desde el pasado jueves, cuando el primer ministro Abhisit Vejjajiva anuló su propuesta de organizar elecciones anticipadas a mediados de noviembre, exasperado por las exigencias cada vez más elevadas de los "rojos".
La Alta Comisionada para los Derechos Humanos de la ONU, Navi Pillay, "exhortó los líderes a dejar de lado su orgullo y la política por el bien del pueblo tailandés".
La mayoría de las violencias opusieron a manifestantes armados con tirachinas, cócteles molotov y petardos, a unos militares autorizados a disparar con balas reales, constató la AFP.
Amnestía Internacional acusó de hecho al ejército de recurrir al "uso inconsiderado de armas mortales".
"Hay testimonios e imágenes de vídeo que muestran claramente que los militares dispararon balas reales contra personas (...) que no representaban ningún peligro para los soldados o para los otros".
El poder estimó en más de 2.000 el número de manifestantes activos en el exterior del campo y en 5.
000 el número de personas en haber ignorado la orden de evacuar el interior el lunes.
Las operaciones para evacuar el barrio "van a seguir" pero "la opinión pública debe tener paciencia porque tardarán", advirtió el portavoz del gobierno, Panitan Wattanayagorn.
"Las autoridades tratarán de evitar la confrontación" y de "minimizar" las posibles pérdidas humanas.
La policía anunció su intención de detener a cinco jefes "rojos" cuando abandonen su barricada y el poder ha prohibido las transacciones financieras de 37 individuos y sociedades, sospechosas de financiar al movimiento.
La crisis perturba cada vez más la vida cotidiana de los 12 millones de habitantes de la capital, ahora invitados a quedarse en casa hasta finales de la semana, declarada festiva.
Las escuelas públicas, las administraciones y numerosas oficiales permanecieron cerradas y el metro no circuló por cuarto día consecutivo.
Desde que empezó la crisis a mediados de marzo, unas 67 personas han muerto y unas 1.700 han resultado heridas.
Todos los muertos son civiles, con excepción de un soldado y de un general rebelde, Khattiya Sawasdipol, que murió el lunes tras haber recibido una bala en plena cabeza.
Los manifestantes, que han abandonado sus camisas rojas distintivas para no ser tan fácilmente localizados, llevan ahora un brazalete negro en homenaje a las víctimas.
AFP
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