Torturas, violaciones y esclavitud moderna. El caso de la llamada escuela o casa 'del horror' ha revelado el drama que se vive al interiro de las llamadas 'escuelas coránicas' con el hallazgo de cientos de jóvenes, de diversas nacionalidades, encadenados a barras de hierro, atados de pies y manos, con los cuerpos llenos de moretones y cicatrices.
Las torturas y violaciones sufridas por varios centenares de jóvenes en una escuela coránica de Nigeria han puesto al descubierto la situación de estos centros educativos islámicos, que escapan muchas veces a los controles de las autoridades. El 27 de septiembre, en Kaduna, al norte del país africano, la policía descubrió más de 300 niños y jóvenes de diferentes nacionalidades encerrados y encadenados. La prensa bautizó el lugar como "la casa del horror".
Los responsables del lugar, una especie de reformatorio, les obligaban a vivir en "condiciones inhumanas y degradantes con el pretexto de enseñarles el Corán y reencauzar" sus vidas, explicó a la agencia AFP el portavoz de la policía del Estado de Kaduna, Yakubu Sabo. Los jóvenes fueron encontrados encadenados a barras de hierro, atados de pies y manos, con los cuerpos llenos de moratones y cicatrices. Otros aseguraron que habían sido violados. "Si intentabas huir y te descubrían, te colgaban, te encadenaban", explicó Abdalá Hamza, una de las víctimas.
Las escuelas islámicas privadas, llamadas Almajiri, abundan en el norte de Nigeria, una región fundamentalmente musulmana, pobre y abandonada en gran parte por el Estado. Las autoridades estiman que hay unos nueve millones de alumnos en este tipo de centros. "Kaduna representa lo peor del sistema", declaró a la AFP Mohammed Sabo Keana, responsable de una oenegé con sede en Abuya, que defiende los derechos de la infancia. "Se trata de un ejemplo claro de lo que viven muchos niños, como por ejemplo verse obligados a mendigar en las calles, ser víctimas de todo tipo de violencia, dormir en las peores condiciones que uno pueda imaginar y vivir sin las más mínimas condiciones de higiene", citó.
"Centro de esclavitud"
En un comunicado, el presidente Muhammadu Buhari, él mismo un musulmán de esta región del norte de Nigeria, calificó la escuela coránica de "casa de tortura y centro de esclavitud". "Para poner fin a estas prácticas generadoras de violencia contra los niños nuestras autoridades religiosas y culturales deben trabajar junto a los gobiernos regionales y locales para denunciar estas situaciones y hacer que cesen estas violencias que son conocidas pero han sido descuidadas por nuestra sociedad desde hace años", agregó. Sin embargo, la presidencia no anunció ninguna medida concreta para prohibir este tipo de escuelas que están fuera de su control.
Ubicación de Kaduna, en Nigeria, África.
Por su parte, los defensores de estos centros afirmaron que ofrecen a las familias con pocos recursos unos servicios que el Estado es incapaz de suministrar. Por ejemplo, millones de niños no tienen acceso a la educación en este país de más de 186 millones de habitantes donde la escuela primaria es teóricamente gratuita. Yusuf Hassan, dirige la Fundación Almajiri en Kano, en el norte del país, e insiste en que la mayoría de las escuelas no son como la de Kaduna. El responsable explica que hay "centros de reeducación" que reciben a jóvenes delincuentes y toxicómanos cuyas familias se sienten incapaces de cuidar. "Y algunos centros terminan encadenándolos para que no escapen", explicó.
Por el buen camino
Según Yusuf Hassan, una primera medida positiva sería separar las escuelas de los reformatorios. Pero paradójicamente, algunos de los que sufrieron abusos y malos tratos subrayan que fue positivo para sus vidas. Mohamed Usman fue encontrado encadenado en una de estas escuelas a la que su familia le llevó hace 20 años, cuando era drogadicto.
"Por supuesto, los alumnos recibían golpes cuando se portaban mal, lo que nos ayudó a cambiar nuestra manera de comportarnos y volver al buen camino", dice este hombre de 45 años, hoy profesor en un colegio. Usman asegura que recibió una educación religiosa y moral y superó su adicción a las drogas. "Pasé nueve meses en el centro y cuando salí volví a mi casa. Desde entonces no he vuelto a probar una droga". AFP
Comparte esta noticia