Los líderes de ambas naciones celebraron una histórica cumbre, que busca eliminar las diferencias de dos países técnicamente aún en guerra.
Los presidentes de Corea del Sur, Moon Jae-in, y de Corea del Norte, Kim Jong-un, celebraron este viernes una histórica cumbre bilateral, que culminó con el compromiso de ambos de cooperar para establecer una “paz permanente” en la península.
Si bien Seúl y Pyongyang forman parte de un mismo pueblo, sus sistemas políticos los han divididos por décadas. Esta cumbre buscó reconciliar a los dos países, que técnicamente se mantienen en guerra desde 1953.
Ese año un armisticio fijó el histórico Paralelo 38 como referencia para la división entre el sur capitalista y el norte comunista. Eran tiempos de la guerra fría, y la península era codiciada por las potencias ideológicas de entonces: Estados Unidos, China y la Unión Soviética.
Pero los tiempos han cambiado, y la mayoría de la población prefiere dejar atrás los odios del pasado. Un gran porcentaje apoya las conversaciones.
“El hecho es que ambos lados quieren discutir la paz y superar las diferencias, es un gran paso adelante. Espero y creo que nos convertiremos en una gran península a través de pasos como estos”, comenta el empresario surcoreano Lee Jeong-Jin.
Otros, sin embargo, tienen reparos. Algunos surcoreanos temen que se repita la situación de los noventa, cuando Corea del Norte prometió congelar su programa nuclear a cambio de ayuda económica, pero no cumplió.
“Las conversaciones entre Corea del Sur y Corea del Norte deben celebrarse con una actitud sincera. En el pasado, les dimos dinero y vacas, y mira lo que hicieron: hicieron armas nucleares con ese apoyo”, refirió Lee Young-Soon, residente de Yeonpyeongdo.
Con los años, Pyongyang perfeccionó su programa nuclear y logró realizar seis pruebas atómicas, además de lanzar misiles de mediano y largo alcance. Lo hacía, según justificaba, para evitar ser atacado o invadido por sus enemigos.
Sin embargo, el tiempo de crispación parece haber quedado atrás. Ambos países dicen estar dispuestos a lograr acuerdos históricos mientras el mundo mira sorprendido y desconfiado, con el recuerdo aún del sonido de las armas.
Comparte esta noticia