El Gobierno de Moon Jae-in ha propuesto reducir las horas laborales y dar más tiempo libre a los empleados para bajar los niveles de estrés y subir el índice de natalidad.
El gobierno de Corea del Sur persigue un objetivo inusual en materia de políticas públicas: revertir una de las tasas de natalidad más bajas del mundo. ¿Cómo pretende lograrlo?
La propuesta consiste en reducir la semana laboral corporativa oficial, con el fin de brindar más tiempo libre a los empleados e impulsar así efectos secundaros que incluyen una mejor salud y menos estrés, entre otras consecuencias.
Aunque la iniciativa en general resulta muy tentadora, los trabajadores de oficina son los primeros incrédulos al respecto. Para ellos, reducir oficialmente de 68 a 52 horas semanales no asegura que dejarán de trabajar la misma cantidad agotadora de horas.
"Imposible. ¿Cincuenta y dos horas? ", afirmó Hyun-Soo, un asistente de cuentas de 26 años en una compañía de telecomunicaciones, al diario The New York Times. "Una ley sobre horas de trabajo es solo una hoja de papel (…) La realidad en Corea es que trabajaremos, trabajaremos y trabajaremos", añadió Hyun.
Las grandes compañías son la otra cara de la moneda. Se preguntan si tendrán que contratar más personal o pagar horas extras para mantener el ritmo en el hipercompetitivo mercado de Asia.
El sello de su gestión
La idea proviene del mismo presidente Moon Jae-in, quien busca dejar como legado un mayor equilibrio de la vida laboral y personal de los surcoreanos, así como el acercamiento con Corea del Norte.
Por su parte, Chung Hyun-back, ministro de familia e igualdad de género, calificó de "inhumanamente larga" la jornada laboral de su país, y culpó al agotamiento y al estrés como una de las razones de la caída en los índices de natalidad. Según las estadísticas de la OCDE, la tasa de natalidad en Corea del Sur es de 1.2 hijos por mujer, una de las más bajas del mundo, junto con Italia y España. Mientras que la de Estados Unidos se ubica en 1.8 por mujer.
La semana pasada el gobierno acordó otorgar un plazo de seis meses "de gracia" para aplicar la nueva normativa, que obliga a las empresas con más de 300 empleados a reducir la semana laboral.
Algunas empresas han comenzado a adoptar algunas prácticas con miras a cumplir con la iniciativa del gobierno: desde cerrar las redes de computadoras para obligar a la gente a irse a su casa a una hora razonable, hasta instalar cámaras de seguridad para vigilar que los empleados no se queden mucho más de lo necesario.
A pesar de toda la buena intención de las autoridades, lo más difícil será modificar una cultura laboral fuertemente enquistada en la sique de una población acostumbrada a un altísimo ritmo de trabajo durante más de 60 años de crecimiento económico del país.
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