Los manifestantes coparon las calles de Santiago, exigiendo reformas de un sistema económico que consideran desigual y coreando lemas contra el gobierno por afrontar con militares el peor estallido social en este país desde que recuperó la democracia en 1990.
Las protestas en Chile contra la desigualdad social alcanzaron este viernes un nivel sin precedentes al reunir a alrededor de 1,2 millones de personas en una histórica manifestación en Santiago para reclamar la salida del presidente Sebastián Piñera y reivindicar hondas reformas sociales.
La masiva concentración en la Plaza Italia, punto neurálgico de esta ola de protestas que abarca a todo el país, fue inédita en la historia democrática de Chile y solo es comparable a las movilizaciones de 1988 contra la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990).
La gran plaza de la capital chilena se quedó pequeña para acoger a todos los manifestantes que estaban convocados para las 17.00 hora local (20.00 GMT), pero media hora antes ya no había espacio para nadie más y el resto se quedó en las avenidas aledañas sin poder ingresar.
Ni siquiera las dos Copas América que la selección de Chile ganó en 2015 y 2016 lograron congregar a tantas personas en la emblemática plaza, donde esta vez los chilenos llegaron desde los puntos más lejanos de la ciudad en auténticos ríos de gente.
El momento más emotivo la movilización llegó cuando se desplegó una bandera nacional gigante con el ya extendido lema "Chile despertó", mientras desde uno de los edificios de la plaza se leía otro enorme cartel que decía "Por la dignidad de nuestro pueblo, a la calle sin miedo".
Desde el Palacio de La Moneda, sede del Gobierno chileno, Piñera realizó un seguimiento de los acontecimientos y en Twitter hizo caso omiso a quienes le piden su dimisión.
"Los chilenos piden un Chile más justo y solidario y la marcha abre grandes caminos de futuro y esperanza. Todos hemos escuchado el mensaje. Todos hemos cambiado. Con unidad y ayuda de Dios, recorreremos el camino a ese Chile mejor para todos", escribió.
Un tsunami sobre el "oasis" de Piñera
La marcha actuó como un tsunami sobre el "oasis" de tranquilidad que para Piñera era Chile solo seis días antes de que estallaran esta serie de protestas que mantienen al país por octavo día en estado de excepción.
A los reclamos de mejores salarios y pensiones y precios más justos para la luz, el gas, la educación universitaria y los servicios de salud, ahora se suma la indignación contra el Gobierno por la represión y excesos presuntamente cometidos por las fuerzas del orden contra la población en los días anteriores.
El tono pacífico duró unas dos horas, cuando los antidisturbios comenzaron a actuar con el lanzamiento de gases lacrimógenos a la masa, lo que llevó a dispersar rápidamente la manifestación y la mayoría de los participantes puso rumbo a su casa antes de que se iniciase la octava noche de toque de queda en la capital.
En ese momento, el vandalismo entró en juego y algunos encapuchados prendieron fuego a las entradas de la estación Baquedano, del Metro de Santiago, donde en las concentraciones de días atrás se ha denunciado un presunto centro de torturas por parte del Instituto Nacional de Derechos Humanos (INDH).
La confusión fue aprovechada por otro grupo para saquear un supermercado cercano, otro más de los al menos 330 que han sido robados e incluso quemados desde el viernes pasado.
Hasta el momento la ola de protestas deja un saldo de al menos 19 muertos, de ellos seis extranjeros y cinco fallecimientos ocurrieron presuntamente a manos de agentes del Estado; los heridos no son menos de 600 y los detenidos superan los 6.000, según la Fiscalía.
Las pérdidas comerciales en estos ocho días de disturbios alcanzan los 1.400 millones de dólares, según la Cámara de Comercio de Santiago (CCS), de ellos 900 por destrozos y saqueos en 25.000 locales comerciales y 500 millones por lucro cesante.
EFE
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