Las autoridades internan a los sospechosos de ser "extremistas" en la región de Xinjiang. Dejar de fumar o comprar una carpa pueden significar ser trasladado a estos campamentos.
Si nos atenemos a las imágenes de la televisión local, uno de los "centros de formación" para musulmanes en China tiene aires de escuela, con clases de mandarín, deporte y danza. Pero las autoridades que lo administran encargaron cachiporras, esposas y aerosoles de gas pimienta.
Su número llama la atención: 2,768 porras, 1,367 esposas y 2,792 pulverizadores.
La lista figura entre los miles de pedidos realizados en Xinjiang, en el noroeste del país, por las autoridades locales encargadas desde hace dos años de poner en marcha una red de "centros de formación profesional" en respuesta a la subida del islamismo y del separatismo en esta región de mayoría musulmana a 2,000 km de Pekín.
Según activistas en el exilio, se trata de campos de reeducación política cerrados en los que permanecen o estuvieron un millón de uigures o miembros de otras etnias musulmanas.
Después de las protestas en la ONU y Estados Unidos, China, que durante meses desmintió la existencia de estos lugares, lanzó una campaña de relaciones públicas para presentarlos como centros educativos. El objetivo, según el régimen comunista, es prevenir la emergencia del terrorismo. Se basa en que algunos uigures cometieron atentados en los últimos años.
Una investigación de la AFP a partir de más de 1,500 documentos públicos consultables en la red (licitaciones, presupuestos, informes de trabajo) revela que estos centros se gestionan más como una cárcel que como una escuela.
Miles de guardias equipados con gases lacrimógenos, garrotes y pistolas de descargas eléctricas vigilan estos establecimientos rodeados de alambradas y de cámaras infrarrojas, según estos documentos.
Los centros deben "enseñar como colegios, ser gestionados como en el ejército y defendidos como cárceles", resume uno de los documentos, citando al jefe del Partido Comunista Chino (PCC) en Xinjiang, Chen Quanguo.
Otro texto justifica la necesidad de medidas extraordinarias para acabar con el terrorismo. Para crear ciudadanos mejores, los centros deben permitir "cortar la renovación de las generaciones (de terroristas), sus raíces, sus contactos, sus recursos".
“Dientes de lobo”
El centro presentado la semana pasada en la cadena pública CCTV es uno de los 181 establecimientos de este tipo asentados en Xinjiang a partir de 2014, según la investigación de la AFP.
El ingreso es opcional, según la televisión, que mostró a estudiantes aparentemente contentos mientras estudiaban chino y oficios relacionados con el sector textil o de la alimentación.
Los centros se han generalizado desde el año pasado, después de que el gobierno regional llamara a desenmascarar a los extremistas. Se difundió una lista de 25 comportamientos religiosos sospechosos y 75 señales de extremismo, como dejar de fumar o comprar una carpa "sin motivo válido"...
Las detenciones estallaron y en la primavera de 2017 y los gobiernos locales empezaron a multiplicar las licitaciones para construir nuevas instalaciones.
Entre los pedidos figuran literas, aire acondicionado, vajilla, cámaras de vigilancia, equipos de escuchas telefónicas, uniformes de policía, cascos y escudos antidisturbios, granadas lacrimógenas, cachiporras eléctricas y garrotes con puntas, apodados "dientes de lobo".
Al menos un centro encargó una "silla tigre", somo se les llama a unos pupitres que permiten atar de pies y manos a los sospechosos.
Directivos del Partido Comunista de Urumqi, la capital regional, reclamaban urgentemente pistolas de descargas eléctricas para estos centros con el fin -dicen- de "garantizar la seguridad del personal". Permiten "reducir el riesgo de accidentes cuando no es necesario recurrir a las armas de fuego", añaden.
Las autoridades locales no han reaccionado a estas informaciones, pero el ministerio de Relaciones Exteriores chino ha respondido a la AFP.
"¿La situación que usted describe se corresponde con la realidad? Lo dudo mucho", declaró su portavoz Hua Chunying en rueda de prensa.
Prevenir las fugas
Según una directiva de finales de 2017, los estudiantes tendrán que someterse regularmente a pruebas de chino y de política y redactar autocríticas.
Se pasarán el día "gritando eslóganes, cantando cánticos revolucionarios y memorizando el Clásico de los Tres Caracteres", un texto de enseñanza confuciano, según esta directiva, que menciona el totalitarismo de la época maoísta (1949-1976).
Los prisioneros de derecho común que purgaron su pena no quedan en libertad sino que son internados directamente en uno de estos centros. Los que se portan bien pueden llamar a sus seres queridos e incluso recibirlos en salas previstas para ello, estipula el texto.
Unos funcionarios han recibido la orden de visitar regularmente a las familias de los "estudiantes en prácticas" para propagar una educación "antiextremista" y detectar posibles señales de ira antes de que se transformen en oposición al PCC.
Las oficinas abiertas a finales de 2017 para centralizar la gestión de los centros garantizan "una seguridad absoluta" en los establecimientos para prevenir las "fugas", escribe uno de estos locales en una descripción de sus tareas.
Además de este dispositivo de "formación profesional", un número indeterminado de personas debe asistir a clase en centros educativos en los que se les autoriza a volver a casa por la noche.
Según órdenes transmitidas a las autoridades locales, al menos una persona de cada hogar debe seguir una formación profesional durante un mínimo de tres meses, como parte de un programa de lucha contra la pobreza en esta región de 24 millones de habitantes.
China desmiente que haya un millón de personas internadas. Las licitaciones consultadas por la AFP muestran cifras considerables. Al comienzo del año, en el lapso de un mes, la oficina encargada de la "formación profesional" en el condado de Hotan encargó al menos 194,000 manuales de chino y 11,310 pares de zapatos.
AFP
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