España tendrás elecciones generales por segunda vez en el año y, en total, por cuarta vez en cuatro años. ¿Por qué tanta inestabilidad política? ¿Qué rol juegan el presidente Pedro Sánchez y el rey Felipe? Te lo explicamos en esta nota.
El Parlamento de España fue disuelto este martes y las elecciones han quedado oficialmente convocadas para el próximo 10 de noviembre, después de no haber podido investir a un presidente del Gobierno debido al bloqueo político. La presidenta del Congreso, Meritxel Batet, dio por finalizada una breve legislatura de poco más de cuatro meses, con lo que queda disuelto el Legislativo español y el Boletín Oficial de Estado convoca las nuevas elecciones.
En los comicios del pasado 28 de abril, el partido socialista (PSOE) fue el ganador, pero sus 123 escaños (de los 350 de Congreso) no fueron suficientes para poder gobernar y no consiguió el apoyo de otros partidos, de modo que su candidato, el presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, no pudo ser reelegido. Los comicios del día 10 de noviembre serán los cuartos en cuatro años, tras los de diciembre de 2015, junio de 2016 y el 28 abril de este año, muestra de la inestabilidad política que sufrió España en los últimos años.
¿Por qué nuevas elecciones?
Según la Constitución de España, si pasados dos meses de la primera votación de investidura -que se produjo el 23 de julio-, ningún candidato es investido presidente del Gobierno en el Congreso de los Diputados, el rey disuelve el Parlamento y convoca a nuevas elecciones con el refrendo de la presidenta del Congreso, lo que ocurrió el martes.
Ahora se abre el nuevo proceso electoral, que durará 47 días, con una campaña más breve de lo habitual, solo ocho días, como marca la ley española para el caso de repeticiones electorales, como es el caso. A estps nuevos comicios se presentarán, por primera vez, tres partidos de izquierda y tres de derecha con posibilidad de obtener grupo parlamentario, lo que junto a las formaciones nacionalistas, convierten el escenario político español en muy plural y dificulta una victoria clara de alguno de ellos.
¿Por qué no se formó un Gobierno en España?
La nueva convocatoria de elecciones pone punto y final a la crónica de un fracaso político e institucional en España. Una "función" que ha durado 147 días y del que todos los partidos se están culpando mutuamente. Nadie presagiaba la noche del 28 de abril que Pedro Sánchez no sería investido presidente, después de haber ganado con holgura las últimas elecciones, con los mismos escaños que el segundo y tercer partido juntos (Partido Popular y Ciudadanos), aunque con un número de diputados (123) lejos de la mayoría absoluta.
Aquella noche, Pedro Sánchez aseguraba que hablaría con todos y prometía que no pactaría con Ciudadanos (partido de derecha), condición que fue un pedido a gritos los simpatizantes socialistas con el eslogan "con (Albert) Rivera no". Los cálculos postelectorales mostraban que a Sánchez le bastaba la suma de partidos (de izquierda y nacionalistas) con los que llegó al poder en junio del año pasado, y todas las apuestas apuntaban a un pacto con Podemos.
¿Gobierno en solitario o en alianza?
Aunque si hubo alguna esperanza de que la cosa se iba a resolver pronto, duró muy poco, porque poco después de las elecciones el Partido Socialista (PSOE) anunció que quería gobernar en solitario. Un empeño que ha mantenido hasta el final a excepción del paréntesis en julio durante el que accedió a conformar la coalición que finalmente Podemos rechazó. Empeño también el de Pablo Iglesias, el líder de Podemos, quien desde el primer momento puso la coalición encima de la mesa. O había coalición o no había acuerdo.
Luego llegó la campaña de las elecciones municipales, regionales y europeas del 26 de mayo y los partidos detuvieron las negociaciones y el diálogo, el cual nunca parecía arrancar, pese a las buenas intenciones que todos decían tener. Es innegable que los resultados del 26 de mayo cambiaron todo, porque el PSOE, que ganaba en los tres comicios y acrecentaba su ventaja sobre el PP, se vio a partir de ese momento más legitimado que nunca para defender un Gobierno en solitario con un acuerdo programático.
Sin embargo, Podemos no pensaba ceder e insistía en la coalición, mientras criticaba el doble juego de Pedro Sánchez reclamando al mismo tiempo la abstención a PP y Ciudadanos. El presidente, el mismo líder que dimitió al frente del PSOE en 2016 por negarse a abstenerse en la investidura del conservador Mariano Rajoy, pedía ahora al PP y a Ciudadanos que le permitiesen a él gobernar. Una posibilidad que el nuevo líder del PP, Pablo Casado no ha contemplado en ningún momento, después de que tras solo nueve meses al frente del partido lograra en abril el peor resultado de la historia del partido.
Por eso era previsible que en este momento de debilidad, y cuando Ciudadanos se le había acercado tanto y pretendía arrebatar al PP el liderazgo de la oposición, mantuviese su "no" a la investidura de Pedro Sánchez. Los comicios de mayo, los pactos de la derecha en varias regiones y ciudades, que le permitieron recuperar plazas como la Alcaldía de Madrid, dieron aire a Casado y le permitieron ratificarse en su posición contra Sánchez.
Distinta fue la trayectoria de Ciudadanos. El partido liberal insistió en todo momento en el "no" a la investidura, en negar cualquier acuerdo con "la banda" de Sánchez, en alejarse lo más posible de los socialistas. Hasta este lunes. Ese día, Rivera sorprendía con la propuesta de abstenerse -y le pedía al PP que le acompañara en el sacrificio- a cambio de que los socialistas cumplieran una serie de condiciones políticas (frente a los nacionalistas vascos y catalanes) y económicas (no incrementar los impuestos a trabajadores y autónomos). Un intento que sus rivales han visto de desesperación, porque las encuestas dan a Ciudadanos una importante caída en beneficio del PP y del PSOE.
Sánchez e Iglesias: la izquierda dividida
Pero volvamos a los dos actores del no pacto: Pedro Sánchez y Pablo Iglesias. Poco después de que el primero ganara las elecciones, PSOE y Podemos intentaron en pocas horas un acuerdo que fue imposible, ya que cada uno insistía en defender su fórmula de Gobierno -cooperación los socialistas, coalición Podemos- y no había avances. Pedro Sánchez realizó entonces un anuncio clave, al decir que Pablo Iglesias era el principal escollo para la coalición, y el líder de Podemos renunció rápidamente a entrar en el Ejecutivo.
La negociación para la coalición se precipitó, y hasta tres ministerios y una vicepresidencia ofreció el PSOE a Podemos. Pero los de Iglesias consideraron insuficiente la propuesta y calificaron de "floreros" las carteras ofrecidas. Si hubo entonces algún resquicio para el acuerdo, voló por los aires en el debate de la investidura fallida, el 25 de julio. Desde entonces, todo han sido palabras y apenas ha habido hueco para una nueva negociación.
Parón en agosto, reuniones de Sánchez con la sociedad civil para ofrecer un nuevo acuerdo programático -nunca más una coalición- a Podemos y un nuevo intento con dos reuniones entre los equipos negociadores que no llevaron a nada. Todo en una batalla por el relato que en los últimos días ha tenido a Sánchez como objetivo de todos los demás.
Ni Podemos, su hasta ahora socio preferente, ni Ciudadanos, con su oferta de último minuto, ni el PP, firme en su "no", creen que Pedro Sánchez quisiera en algún momento conformar gobierno. Para todos ellos el presidente solo tenía una meta, nuevas elecciones. Versión negada por activa y por pasiva por Sánchez, que ha confesado que ha intentado formar una mayoría por todos los medios, pero se lo han hecho "imposible". Lo quisiera o no, las elecciones ahí están. Así que empieza una nueva función. Todos en campaña. (Con información de EFE)
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