El presidente Donald Trump visitó la sinagoga de Pittsburgh (Pensilvania), donde el pasado sábado murieron once personas en un tiroteo.
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, visitó el martes la sinagoga de Pittsburgh (Pensilvania), escenario del peor ataque antisemita en la historia del país, mientras más de mil personas se congregaron en esa ciudad para mostrar que el mandatario no era bienvenido.
"¡Presidente del odio, vete de nuestro estado!" y "Trump, renuncia ya al nacionalismo blanco", se podía leer en carteles exhibidos en la concentración cerca de la sinagoga del Árbol de la Vida, donde ocurrió la masacre el sábado.
Trump, acompañado de su esposa Melania, su hija Ivanka y su esposo Jared Kushner, ambos judíos, encendieron una vela por cada una de las 11 víctimas.
La polémica visita se produjo tras los primeros funerales desde la tragedia.
El servicio para los hermanos Cecil y David Rosenthal, de 59 y 54 años, fue el primero en honor de los asesinados en lo que es considerado un crimen de odio. También se celebraron los funerales de Jerry Rabinowitz, de 66 años, y Daniel Stein, de 71.
"Finalmente pude llorar"
Trump viajó a ofrecer sus condolencias en medio del creciente debate sobre si su virulenta retórica en los mítines de campaña y en Twitter es en parte responsable de polarizar el clima político antes de las elecciones de mitad de mandato de la próxima semana.
"Simplemente da mucha rabia que pueda ocurrir un crimen de odio así aquí y que el líder de nuestro país no denuncie el antisemitismo, no denuncie el nacionalismo blanco, no denuncie el neonazismo. Y ese es el problema", dijo Joanna Izenson, antes del funeral de los Rosenthal.
"Siempre va a haber antisemitismo, siempre lo ha habido, pero nunca hemos tenido un presidente de este país que no luche duro contra él", agregó.
Cientos de personas asistieron al funeral en Rodef Shalom, a 25 minutos a pie del Árbol de la Vida. Muchos sollozaban y se abrazaban al salir, mientras los dos ataúdes fueron llevados en carrozas fúnebres.
"Fue trágico, fue triste, fue un hermoso homenaje a dos hombres maravillosos, cariñosos e inocentes", dijo el padre Paul Taylor, un sacerdote católico que también asistió al servicio. Una maestra jubilada que solo dio su nombre de pila, Nancy, dijo: "Finalmente pude llorar".
AFP
Comparte esta noticia