La alarma saltó porque precisamente ese supuesto alto porcentaje de efectividad en el corto plazo fue el factor decisivo a la hora de justificar la decisión del Gobierno de Boris Johnson de retrasar la inoculación de la segunda dosis hasta 12 semanas, en lugar de solo tres, después de la primera.
El Reino Unido revisará exhaustivamente la efectividad de la vacuna de Pfizer a raíz de los interrogantes que plantean expertos israelíes, mientras las autoridades británicas batallan con una de las cotas de muertes y contagios por COVID-19 más elevadas del mundo.
La pandemia de coronavirus prosigue a un ritmo desbocado en el conjunto del Reino Unido, que ha notificado más de 91 000 fallecimientos desde el estallido de la crisis y acumula 3 millones 466 849 positivos, según los últimos datos oficiales.
El plan nacional de inmunización, que hasta la fecha inocula las formulaciones desarrolladas por Oxford/AstraZeneca y la citada de Pfizer/BioNTech, es la gran arma del Ejecutivo británico para pelear con el virus y sus mutaciones emergentes.
De ahí la inquietud generada por los resultados de un análisis elaborado por científicos en Israel, un país que va bastante más adelantado en su propio plan de protección. Sus evidencias ponen ahora en entredicho el grado de efectividad que ofrece el preparado de Pfizer de la forma en que es aplicado según el régimen de vacunación británico.
Conforme a los nuevos datos, la protección que aporta esa vacuna tras una primera dosis (de un total de dos) es significativamente más baja -un 33 %- que lo estimado inicialmente durante los ensayos clínicos -que apuntaban a un 89%-.
El asesor científico del Gobierno británico, Patrick Vallance, reconoció hoy al canal de televisión Sky News que "en la práctica del mundo real las cosas raramente son tan buenas como durante los ensayos".
No obstante, matizó al agregar que si bien "probablemente (la efectividad) no será tan alta en la práctica, no creo -dijo- que sea tan baja como sugieren esas cifras" aportadas por expertos de Israel.
La alarma saltó porque precisamente ese supuesto alto porcentaje de efectividad en el corto plazo fue el factor decisivo a la hora de justificar la decisión del Gobierno de Boris Johnson de retrasar la inoculación de la segunda dosis hasta 12 semanas, en lugar de solo tres, después de la primera.
En la sesión semanal de preguntas en la Cámara de los Comunes, el primer ministro británico, Boris Johnson, recordó hoy que "el servicio público sanitario (NHS) se encuentra bajo una presión sin precedentes y todo el país intenta luchar contra la COVID-19 y desplegar el mayor programa de vacunación de la historia" del Reino Unido.
EFE
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