De un lado, un primer ministro ateo y de izquierda; del otro, un clero cercano a la derecha conservadora. La propuesta para que los ‘popes’ dejen de contar como funcionarios genera tensión entre Iglesia y Estado.
Un primer ministro de izquierdas y ateo y un clero apegado a la derecha conservadora se enfrentan en una nueva guerra político-religiosa en Grecia, en torno a la relación entre la Iglesia y el Estado. Las hostilidadesm, que ya copan las portadas de los periódicos del país, comenzaron cuando la jerarquía eclesiástica rechazó un proyecto destinado a "racionalizar" esta relación.
La medida prevé que los cerca de 10.000 popes (sacerdotes ortodoxos griegos) dejen de contar como funcionarios, aunque seguirían cobrando del erario público, con un presupuesto de 200 millones de euros anuales. Esto plantea un problema: en un país de amplia mayoría ortodoxa y cuya Constitución está promulgada en nombre de la Santa Trinidad, el plan fue presentado conjuntamente por el primer ministro, Alexis Tsipras, y el jefe de la Iglesia, el arzobispo Ieronymos.
Tsipras, el primer dirigente griego que prestó juramento sobre el honor y no sobre el Evangelio y que no pasó por delante del pope con su pareja, pudo presentar un "acuerdo histórico", respetando el espíritu, si no la letra, de sus promesas electorales de separar Iglesia y Estado. Los ajustes financieros anunciados deberían reforzarse con una revisión constitucional que instaure la "neutralidad religiosa" del Estado y no la confesión ortodoxa como "religión dominante" del país.
Línea roja
Sin embargo, en una reunión de crisis el pasado viernes, su órgano colegial, el Santo Sínodo, la mayoría de los obispos (73 de 82, según uno de los disidentes, monseñor Chryssostomos) no secundaron a Ieronymos, al que acusaron de haberse dejado manipular por el primer ministro. El cambio de estatus de los popes, que en Grecia están casados y pueden tener familias, es "una línea roja", recalcó el lunes en la cadena Skai monseñor Chryssostomos. Éste último juzgó la actitud del gobierno "inaceptable" y "desdeñosa".
El bajo clero, organizado en una influyente Unión, ya planteó su resistencia contra lo que tildó de la "peor violación del derecho al trabajo en la historia reciente del país", al considerar que la medida podría amenazar su cobertura social y sus pensiones. Su dirección hizo campaña entre los partidos de la oposición.
El rival conservador de Tsipras, Kyriakos Mitsotakis, denunció la "instrumentalización del clero" y "la explotación del jefe de la Iglesia con fines electoralistas" por parte del primer ministro. Sin embargo, su partido, Nueva Democracia, aplaudió en un primer momento el acuerdo. Ante este levantamiento, el gobierno alzó el tono: "El régimen salarial de los agentes eclesiásticos es responsabilidad y competencia del Estado", respondió al anunciar la deposición "inmediata" de un proyecto de ley para formalizar los anuncios de Tsipras y Ieronymos.
La última disputa por la religión vivida en el país se remonta al año 2000, cuando el gobierno socialista impuso la supresión de la mención obligatoria de la religión en los documentos de identidad. En aquella época, pese a las gigantescas manifestaciones y la unión de la derecha contra la medida, la Iglesia terminó por ceder. Esta vez, con un calendario electoral cargado en los próximos doce meses, el desenlace del conflicto parece más incierto.
(Con información de AFP)
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