En Francia, donde dos candidatos a las elecciones legislativas de junio se vieron obligados a retirarse por acusaciones o condenas por violencia contra las mujeres.
El movimiento contra el acoso sexual #MeToo está remodelando finalmente la cultura política sexista en Francia, donde dos candidatos a las elecciones legislativas de junio se vieron obligados a retirarse por acusaciones o condenas por violencia contra las mujeres.
Aunque en el espacio de 10 días, dos candidatos acabaron renunciando, en plena presión mediática, las expertas y activistas consideran que todavía queda camino por recorrer en un país, donde hace una década estallaba el escándalo de Dominique Strauss-Kahn (DSK).
La semana pasada, Taha Bouhafs, 25 años, militante de la izquierda radical, anunció que retiraba su candidatura a diputado, poco antes que se hiciera pública una investigación interna de su partido, La Francia Insumisa, sobre supuestas agresiones sexuales a mujeres.
Jérôme Peyrat, de 59 años, también renunció el miércoles a su investidura por el partido centrista del presidente, Emmanuel Macron, por una condena en septiembre de 2020 a una multa de 3.000 euros (3.150 dólares, al cambio actual), en un caso de violencia conyugal.
Aunque ambos casos suscitaron reacciones de indignación, sobre todo en redes sociales, de feministas y políticos opositores, Peyrat, exconsejero de los exjefes de Estado Jacques Chirac, Nicolas Sarkozy y Macron, recibió el apoyo de su partido hasta la recta final.
El jefe del partido de Macron, Stanislas Guerini, había generado indignación ese mismo día, al restar importancia a la condena. Peyrat "es un hombre honesto, no creo que sea capaz de ejercer violencia contra las mujeres", dijo a la radio FranceInfo.
"La cobertura mediática de la violencia sexista y sexual ha evolucionado en los últimos años a favor de las mujeres", estima Mérabba Benchikh, doctora en Sociología, que subraya "una mayor visibilidad de algunas denuncias contra cargos electos, candidatos o responsables políticos".
Para la experta, "la aparición y el uso --facilitado y excesivo-- de las redes sociales son un primer elemento de lectura", al igual que la "cuarta ola feminista que ha trabajado para denunciar los actos de violencia contra las mujeres", como MeToo.
El precedente DSK
En diez años, las reacciones a los escándalos sobre supuestas violaciones, agresiones o acoso sexual por parte políticos han cambiado.
En 2011, DSK, el entonces director general del Fondo Monetario Internacional (FMI) y socialista favorito para concurrir a la elección presidencial de 2012, fue detenido en Nueva York acusado de violación.
Su partido político lo defendió globalmente.
Pero desde entonces, la actitud ha cambiado. Personalidades como el exministro de Transición Ecológica de Macron, Nicolas Hulot, acabaron retirándose de la vida pública tras acusaciones de violación o de acoso sexual.
Pero no siempre. El presidente centrista nombró en 2020 como ministro del Interior a Gérald Darmanin, pese a que este enfrentaba entonces una denuncia por violación. La fiscalía pidió en enero el sobreseimiento del caso.
Casi 300 mujeres de los ambientes político y universitario llamaron así el pasado noviembre a "apartar a los autores de agresiones sexuales y sexistas".
Desde determinados colectivos feministas también se urge a poner de costado a los políticos acusados mientras dure la investigación, a la espera del veredicto.
El jefe de Estado centrista, aunque asegura respetar "la emoción y la ira" de las feministas, descarta esta opción, al supeditar el principio de la presunción de inocencia.
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