Pero Brasil no respira tranquilo. Su sucesor, Michael Temer, ha sido acusado de recibir millones de Odebrecht.
En 2016 Dilma Rousseff fue protagonista de una novela que bien pudo llamarse crónica de una muerte anunciada. Fue la primera presidenta de Brasil en irse por la puerta trasera a casi año y medio de culminar su segundo mandato.
El 31 de agosto, 60 de los 81 senadores de Brasil sellaron su destino y la destituyeron. No fue por las revelaciones de Lava Jato como muchos creerían, sino porque maquilló las cuentas públicas para ser reelegida. Por eso fue sometida al impeachment o juicio político desde diciembre de 2015.
“Lo que más me duele ahora es la injusticia. Lo que más me duele es darme cuenta de que estoy siendo víctima de una farsa jurídica y política”, dijo Rousseff. Dos horas de su destitución fue reemplazada por Michel Temer.
Así se acabaron 13 años seguidos del Partido de los Trabajadores al mando. Dilma sucedió a Lula, quien quiere regresar al poder. La situación política tampoco es buena para Temer, quien fue acusado por el expresidente de Oderbretch de recibir US$ 3 millones.
Comparte esta noticia