Hay unos 100,000 niños atrapados debido a los bombardeos diarios en la ciudad. El 40% de la población es menor de edad.
Alepo es un infierno para los niños de Siria. En la última semana, el gobierno de Bachar El Asad ha bombardeado por aire zonas controladas por rebeldes en las que hay unas 250,000 personas atrapadas. De este número, unos 100,000 son niños que están heridos o permanecen bajo escombros, según agencias de cooperación ubicadas en el país del Medio Oriente.
Rawan Alowsh ha sido una de las últimas víctimas. La niña de cinco años fue rescatada con vida debajo de los bloques de cemento y la imagen testifica lo que millones de niños deben vivir en Alepo y otras ciudades del convulsionado país.
Reportes de la organización Save the Children aseguran que la mitad de los heridos en esa ciudad son niños. "Se están muriendo en los pisos de los hospitales" porque no hay equipos ni medicinas para que puedan ser curados, informa la BBC.
Un representante de la ONU, Matthew Rycroft, ha dicho que los bombardeos desataron un verdadero infierno en Alepo". Esta situación es la que deben vivir los pequeños que mueren en medio de una guerra que no entienden o que pierden a sus familiares y quedan en la orfandad.
Según informaciones oficiales brindadas por el portal inglés, de los cinco millones de refugiados que huyeron de siria, unos 2,5 millones son niños. Unicef asegura que son ocho millones los que aún están en el país expuestos a los ataques de las fuerzas rebeldes, la coalición internacional, los grupos terroristas y los leales al régimen.
Los niños son los más vulnerables durante las jornadas de violencia que se suceden cada día, cada hora. No tienen donde escapar. Los aviones descargan los explosivos mientras ellos juegan, desprevenidos, en alguna calle o en sus colegios. "Ellos por instinto no pueden huir del peligro", dice la directora de cooperación de War Child, Hannah Stoddard.
La pérdida de sangre y las fracturas son los cuadros habituales que presentan luego de los ataques. Los hospitales no se dan abasto para atender a los menores.
"Lo que las imágenes no muestran son las cicatrices mentales que estos niños llevarán con ellos", explica Stoddard. Hay cientos de niños que han perdido todo: sus casas, a sus padres y la esperanza.
Mientras Estados Unidos y Rusia no se ponen de acuerdo para mantener un alto al fuego prolongado, la ayuda humanitaria no puede llegar, los hospitales no pueden abastecerse y los niños no tienen con qué alimentarse. El gobierno tampoco da su brazo a torcer y ataca cada día con más ferocidad.
El infierno que les toca vivir a los niños de Alepo y de toda Siria parece interminable, mientras que los adultos privan el derecho de ser feliz a una generación que ha nacido marcada por el odio y la violencia.
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