Los residentes locales de la capital iraní afirmaron que el país se enfrenta ahora a un futuro incierto tras los doce días que destrozaron el horizonte de Teherán y perturbaron su sensación de paz.
Residentes desplazados en Teherán, la capital iraní, han compartido sus desgarradoras experiencias tras 12 días de conflicto, revelando no solo la destrucción física, sino también profundas cicatrices psicológicas.
El conflicto comenzó el 13 de junio cuando Israel lanzó ataques aéreos contra múltiples objetivos en todo Irán, incluyendo instalaciones militares y nucleares, matando a varios altos mandos, científicos nucleares y civiles. Los ataques se produjeron pocos días antes de la fecha prevista para que Irán y Estados Unidos reanudaran las negociaciones nucleares indirectas en Mascate, Omán, el 15 de junio.
En respuesta, Irán lanzó oleadas de ataques con misiles y drones contra Israel, causando víctimas y daños. El sábado, la Fuerza Aérea estadounidense atacó tres instalaciones nucleares iraníes clave. En represalia, Irán disparó misiles contra la base aérea estadounidense Al Udeid en Qatar el lunes.
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El conflicto de 12 días finalizó con un alto el fuego entre Irán e Israel el martes.
Testimonios
Las bombas han cesado por ahora, pero para cientos de miles de personas aquí, la guerra resuena en cada latido. Más allá de los escombros se esconde una crisis más profunda, una que quizá no sea visible, pero que se siente en el temblor de una mano o en los ojos de un niño que ya no duerme del tirón.
Los residentes locales afirmaron que el país se enfrenta ahora a un futuro incierto tras los doce días que destrozaron el horizonte de Teherán y perturbaron su sensación de paz.
"Justo antes de que entrara en vigor el alto el fuego, nuestra casa quedó completamente destruida. Como pueden ver, el edificio es inhabitable. En esas primeras noches, estábamos atrapados y sin saber qué hacer. Me di cuenta de que la guerra inflige profundas heridas psicológicas, además de físicas. Espero que no haya guerra en el mundo y que todas las personas experimenten la paz", dijo Gilani, un residente desplazado.
"Me quedé fuera de la oficina, sin atreverme a entrar. Me encantaba estar aquí. Había trabajado aquí durante años; era mi segundo hogar. Pero ahora no queda nada. No creo que podamos volver atrás; se ha ido para siempre", dijo Masoomeh, otro residente desplazado.