Visita una de las 9 prisiones venezolanas controladas por los propios presos.
En Venezuela, medios de ese país aseguran que al menos nueve de los 53 penales que existen están en manos de los internos, uno de esos es el Centro Penitenciario de Aragua, un oasis dentro del sistema carcelario pero solo para los presos más poderosos y para sus aliados.
Prueba de ello son las constantes tensiones entre la policía y los reos que busca imponer ciertos “caprichos”. Por ejemplo, el último miércoles la Guardia Nacional trataba de evitar el ingreso al penal de materiales de construcción requeridos por el líder de la cárcel (Héctor Guerrero Flores, "El niño Guerrero") para ampliar las instalaciones, según un informe del diario El País.
Como el hecho no se concretó, uno de los lugartenientes subió a lo alto del centro con un arma, por lo que los policías tuvieron que mostrar sus armas y tanquetas para controlar a los presos.
Episodios similares ocurrieron el 4 y 2 de febrero, cuando la capital de la provincia, Maracay, tuvo casi un día de asueto forzado, ya que comerciantes y vecinos del norte de la ciudad decidieron no salir de sus casas para no “interrumpir” el cortejo fúnebre de Emilio Rojas, hermano del líder de una banda delictiva. Lo mismo ocurrió en con los habitantes de la isla de Margarita días antes.
La organización
Al líder de cada centro penitenciario se le conoce como Pran, quien tiene una suerte de gabinete conformado por varios hombres de confianza que velan por el bienestar de su cúpula en diferentes áreas de los penales.
En este tipo de cárceles "el Estado se limita a vigilar el perímetro y deja a los presos la responsabilidad de procurarse por el resto, desde comida a drogas y armas", asegura el diario El País.
La discoteca
En 2015, el portal venezolano Runrunes, aseguró que el líder del Centro Penitenciario de Aragua, más conocido como cárcel de Tocorón, había convertido el lugar en una réplica a pequeña escala de cualquier barrio marginal de Venezuela. Allí se podía encontrar una discoteca (llamada Tokio) un centro de apuestas hípicas, un gimnasio, una piscina, restaurantes, una especie de agencia bancaria para los préstamos de dinero a los internos y hasta un zoológico.
Testimonio
El periodista Alfredo Meza, colaborador del portal de El País, relata su experiencia en el penal Tocorón de esta forma:
“En julio de 2015, fui a la cárcel de Tocorón a entrevistar a un preso. Al llegar a la puerta de la entrada no tuve necesidad de registrarme ni dejar mi documento de identidad. Le avisé desde mi teléfono celular que ya había llegado y me respondió: “Ya te mando a buscar”. Uno de sus compañeros llegó hasta la puerta, le indicó al guardia que me dejara pasar y me pidió que le acompañara a guarecernos del fuerte sol bajo la sombra de un samán [una especie de árbol]. Se veían motos de alta cilindrada —muchas motos— y hombres armados caminando en el patio de tierra. La mayoría vestía camiseta y pescadores, o ropa deportiva de marca. Otros usaban pantalones largos y una camisa de mangas cortas o largas con corbata. Cuando pregunté por qué no usaban una ropa más fresca me sugirieron que así se diferenciaban a los malandros de los evangélicos. Quienes llegan a una cárcel venezolana buscando protección en la palabra de Dios pierden el estatus de hombres malos que ganaron en la calle. Y deben servir a sus compañeros”.
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