Por este auditorio han pasado estrellas del orbe musical como los Rolling Stones, Jimi Hendrix, Led Zeppelin o The Doors.
A punto de publicar su cuadragésimo sexto disco, Bob Dylan hizo algo inédito en medio siglo de carrera: actuar en el histórico Roundhouse de Londres, donde ofreció un apasionado concierto salpicado del mejor 'blues', rock y 'country'.
A sus 67 años, Dylan pisó por primera vez el Roundhouse, un antiguo depósito de locomotoras decimonónico reconvertido en 1964 en un auditorio por el que han pasado estrellas del orbe musical como los Rolling Stones, Jimi Hendrix, Led Zeppelin o The Doors.
El genio estadounidense eligió el icónico recinto de Camden (norte de Londres) para ofrecer, ante sólo dos mil personas, el recital más íntimo de su gira mundial, 'Never Ending', tras anunciar el pasado marzo por sorpresa la actuación en su página de Internet.
Al igual que en 1965, cuando causó revuelo al tocar una guitarra eléctrica en el Festival de Folk de Newport (EEUU), Dylan volvió a hacer añicos su imagen de cantante de folk tradicional al poner a la venta los billetes de ese concierto únicamente en su 'web', donde sus seguidores tuvieron que registrarse para acceder con una clave.
Fue el concierto número 26 de la parte europea de su tour mundial, iniciada el pasado 22 de marzo en Estocolmo, que cayó -ya es casualidad- en el 26 de abril.
Tocado con un sombrero claro de aire cordobés, un pañuelo amarillo y unos pantalones dignos del Séptimo de Caballería, el poeta de la voz áspera cumplió con su costumbre de no saludar a la concurrencia al salir al escenario ni introducir sus canciones.
Bien arropado por un magnífico quinteto, el máximo exponente del Folk-Rock estadounidense se puso a los teclados, con los que disfrutó como un niño ante su juguete favorito, y entusiasmó con su armónica endiablada, pero no tocó la guitarra, en un concierto de elegante sobriedad y una calidad de sonido casi insuperable.
Con unas cien actuaciones anuales a sus espaldas, Dylan no ha descubierto aún la fuente de la eterna juventud, aunque sí la de la incombustible pasión, como demostró en la sala londinense.
Inasequibles a la nostalgia, sus canciones de siempre suenan diferente, como si aplicase a su música aquel verso inolvidable ('Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos') que otro poeta, Pablo Neruda, incluyó en 'Veinte poemas de amor y una canción desesperada', joya de la poesía universal.
Dylan gusta de jugar con las rarezas interpretativas y hubo que afinar el oído para reconocer canciones tan emblemáticas como 'Highway 61 revisited', 'Along the watchtower' o 'Blowin' in the wind', que, aún así, recibieron la ovación de un público entregado.
En el recinto, por cierto, alternaron seguidores veteranos que peinaban canas y lucían desgastadas cazadoras de cuero con jóvenes que, embutidos en camisetas con la efigie del legendario cantautor, parecen haber descubierto a Dylan en los últimos años.
La apoteosis de la velada se alcanzó con la interpretación del clásico 'Like a rolling stone', que fue, sin duda, el más coreado por una audiencia ávida de las canciones más conocidas de Robert Allen Zimmerman, verdadero nombre del genio de Minnesota (EE. UU.)
En el tercer concierto de los ocho que ofrecerá en el Reino Unido, Dylan conquistó el Roundhouse mientras sus admiradores aguardan con impaciencia la salida a la venta de su nuevo álbum, 'Together through life', el próximo 28 de abril.
Producido por Jack Frost (álter ego de Dylan), el disco, calificado de 'romántico' por el propio cantante, se grabó en 2008 inspirado por la composición de una canción, 'Life is hard', para una película de Olivier Dahan, director de 'La vie en rose' (2007).
'Sé que a mis fans les gustará el disco', declaró recientemente el poeta urbano de Minnesota sobre la posible acogida que el público dispensará a su trabajo, formado por diez canciones con sabor a rock y 'blues', aliñadas con sonidos 'country'.
Cabe reseñar que hoy Dylan no cantó ninguna canción de su nuevo trabajo y que, tras dos horas de recital, se marchó como llegó: sin mediar palabra, pero con el generoso aplauso de una audiencia que tuvo la sensación de vivir un momento histórico.
-EFE
A sus 67 años, Dylan pisó por primera vez el Roundhouse, un antiguo depósito de locomotoras decimonónico reconvertido en 1964 en un auditorio por el que han pasado estrellas del orbe musical como los Rolling Stones, Jimi Hendrix, Led Zeppelin o The Doors.
El genio estadounidense eligió el icónico recinto de Camden (norte de Londres) para ofrecer, ante sólo dos mil personas, el recital más íntimo de su gira mundial, 'Never Ending', tras anunciar el pasado marzo por sorpresa la actuación en su página de Internet.
Al igual que en 1965, cuando causó revuelo al tocar una guitarra eléctrica en el Festival de Folk de Newport (EEUU), Dylan volvió a hacer añicos su imagen de cantante de folk tradicional al poner a la venta los billetes de ese concierto únicamente en su 'web', donde sus seguidores tuvieron que registrarse para acceder con una clave.
Fue el concierto número 26 de la parte europea de su tour mundial, iniciada el pasado 22 de marzo en Estocolmo, que cayó -ya es casualidad- en el 26 de abril.
Tocado con un sombrero claro de aire cordobés, un pañuelo amarillo y unos pantalones dignos del Séptimo de Caballería, el poeta de la voz áspera cumplió con su costumbre de no saludar a la concurrencia al salir al escenario ni introducir sus canciones.
Bien arropado por un magnífico quinteto, el máximo exponente del Folk-Rock estadounidense se puso a los teclados, con los que disfrutó como un niño ante su juguete favorito, y entusiasmó con su armónica endiablada, pero no tocó la guitarra, en un concierto de elegante sobriedad y una calidad de sonido casi insuperable.
Con unas cien actuaciones anuales a sus espaldas, Dylan no ha descubierto aún la fuente de la eterna juventud, aunque sí la de la incombustible pasión, como demostró en la sala londinense.
Inasequibles a la nostalgia, sus canciones de siempre suenan diferente, como si aplicase a su música aquel verso inolvidable ('Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos') que otro poeta, Pablo Neruda, incluyó en 'Veinte poemas de amor y una canción desesperada', joya de la poesía universal.
Dylan gusta de jugar con las rarezas interpretativas y hubo que afinar el oído para reconocer canciones tan emblemáticas como 'Highway 61 revisited', 'Along the watchtower' o 'Blowin' in the wind', que, aún así, recibieron la ovación de un público entregado.
En el recinto, por cierto, alternaron seguidores veteranos que peinaban canas y lucían desgastadas cazadoras de cuero con jóvenes que, embutidos en camisetas con la efigie del legendario cantautor, parecen haber descubierto a Dylan en los últimos años.
La apoteosis de la velada se alcanzó con la interpretación del clásico 'Like a rolling stone', que fue, sin duda, el más coreado por una audiencia ávida de las canciones más conocidas de Robert Allen Zimmerman, verdadero nombre del genio de Minnesota (EE. UU.)
En el tercer concierto de los ocho que ofrecerá en el Reino Unido, Dylan conquistó el Roundhouse mientras sus admiradores aguardan con impaciencia la salida a la venta de su nuevo álbum, 'Together through life', el próximo 28 de abril.
Producido por Jack Frost (álter ego de Dylan), el disco, calificado de 'romántico' por el propio cantante, se grabó en 2008 inspirado por la composición de una canción, 'Life is hard', para una película de Olivier Dahan, director de 'La vie en rose' (2007).
'Sé que a mis fans les gustará el disco', declaró recientemente el poeta urbano de Minnesota sobre la posible acogida que el público dispensará a su trabajo, formado por diez canciones con sabor a rock y 'blues', aliñadas con sonidos 'country'.
Cabe reseñar que hoy Dylan no cantó ninguna canción de su nuevo trabajo y que, tras dos horas de recital, se marchó como llegó: sin mediar palabra, pero con el generoso aplauso de una audiencia que tuvo la sensación de vivir un momento histórico.
-EFE
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