El cantante británico ofreció un especial y único show en el Jockey Club del Perú, donde hizo un repaso por su repertorio como solista y los recordados temas de The Smiths.
Si el telón cayó del todo fue porque se lo pedían a gritos. Fue una vorágine, él lo sabía. “In the City of kings, I want to sing”. Morrissey ya se había subido al escenario del Jockey Club del Perú para declararle la guerra a quien se lo pidiera.
“First of the gang to die” fue el inicio de la jornada de una hora y media, en 19 canciones, ante cerca de 10 mil personas al unísono, capaces de enmudecer a cualquier otro ruido por más fuerte que sea.
Mozz estaba en Lima, cantando. Algo que hace algunos meses parecía imposible: el divo inglés no tenía nuevo material discográfico, ni casa disquera, ni mucho menos intenciones de venir al Perú. Pero ahí estaba, con su camisa negra de lunares sudada, un pantalón jean, y rodeado de sus músicos travestidos y desnudos. ¿Alguien se lo imaginó?
“You have killed me” se coreó con rabia. “Soy muy afortunado, muy afortunado de estar en Perú”, dijo mientras se persignaba. “Black Cloud”, “When last I spoke to Carol” y “Alma Matters” fueron los siguientes temas que Morrissey se encargó de dramatizar: su clásico juego con el cable del micrófono, miradas cómplices a su público. Sigue siendo el mismo siempre.
A la sexta canción, el catálogo de The Smiths comenzó a sonar. “Sheila Take a Bow” fue la sorpresa que no se repitió en otros setlists de la gira sudamericana, que finaliza el 17 de marzo en Colombia.
Morrissey continuó con la clásica “Everyday is like Sunday”, “Speedway” y “You"re The One For Me, Fatty”, ésta última dedicada a los que se enamoran más allá de lo físico. Le siguieron “I Will See You In Far-Off Places” y “Meat Is Murder”. Ahora Morrissey, convertido en un predicador del vegetarianismo, nos recuerda el porqué de sus prohibiciones a la venta de alimentos a base de carne en el Jockey Club.
Dos temas más, y es turno de “Let me kiss you”. “Cierra los ojos, y piensa en alguien, que tú admiras físicamente. Y deja que te bese, deja que te bese”, canta Mozz, y de pronto su camisa vuela hacia el público que la recibe con alegría.
Luego, Morrissey le recita al amor adolescente, aquel que no pide ser correspondido, pero que es capaz de ser arrollado por un camión de diez toneladas con tal de morir al lado del ser amado: “There Is A Light That Never Goes Out”.
Le sigue “I"m Throwing My Arms Around Paris” y es tiempo para que Morrissey lance sus dardos contra alguien. “Esta noche soy yo, mañana será Michael Bublé”, susurra. El público aplaude el sarcasmo.
“Please, Please, Please Let Me Get What I Want” y “How Soon Is Now?” son las más coreadas. Morrissey se esconde detrás del escenario y luego aparece para su gran final, enfundando en la bandera peruana: “One Day Goodbye Will Be Farewell”, del disco “Years of Refusal”.
El show sirvió para demostrar que la vigencia no se pierde con el paso de la juventud. Morrissey tiene 52 años, y muchos más kilos que cuando cantaba en The Smiths, seguramente, pero por cerca de tres décadas, este mismo tipo ha sido el redentor de toda una corriente que hoy inspira a muchos grupos de rock. Morrissey no tiene fecha de caducidad.
Eduardo Alcántara Castro
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