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Daniel F: "Debo de ser una de las personas más felices de este país"

El músico, conocido por su carrera como el líder de Leusemia y solista, conversó con Raúl Vargas en un nuevo episodio de 'Fuera de Serie'.

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Nacional

Escucha el programa completo de Daniel F en Fuera de Serie.

Daniel F es un ícono del rock peruano. Compositor, cantante, guitarrista e incluso técnico de sonido, inició su carrera en 1983 con Leusemia, banda pionera del rock subterráneo con la que ha publicad siete discos. Como solista, tiene 11 maquetas y cuatro álbumes. Su música transita entre el rock -desde el rock n' roll más simple hasta el rock progresivo- hasta las baladas y la trova. En su departamente limeño, adornado por las aullidos de los gatos que cría, conversó con Raúl Vargas en un nuevo episodio de Fuera de Serie.

¿Te preguntan siempre por qué la F en Daniel F?

Debe ser la pregunta más recorrida, la que siempre me han hecho desde hace 30 años

¿Cómo fueron tus inicios en la música hasta adquirir fama con el rock subterráneo?

Yo tenía mucha relación con mi papá. Él era muy vehemente, un entusiasta con la música instrumental, con el jazz o con música más liviana, como la de Fausto Papetti. Siempre me ponía a escuchar con él, lo cual le gustaba porque en la casa a nadie le gustaba su música. De pronto apareció el rock, gracias a mis hermanos mayores, y comenzó esta fusión entre la música de mi papá y la de ellos. Todo eso me alimentó.

¿Había una continuidad? Porque las temáticas son muy distintas

Sí, pero se daba la emotividad de la música, la belleza, que iba mucho más allá de entenderla o no. Era una experiencia súper linda.

Allí se añaden elementos como la diferencia generacional, un signo de rebeldía y una búsqueda de objetivos que no son solo musicales, sino de definición personal.

Sí, poco a poco se van dando las posturas, pero lo que lo unió todo fue el sonido.

¿El rock se te planteó como un reto? Una de las cualidades que asombran de tu carrera es que eros cantor, poeta, compositor, escritor. Hay una riqueza imaginativa.

Lo primero que me impresionó fue las pinturas, sobre todo los cuadros que tenían que ver con la historia. Fue un impacto visual que luego fue acompañado por el impacto sonoro de la música, una música instrumental muy rimbombante, y luego con estas canciones que comenzaron a aparecer con los Beatles, los Rolling Stones. Todo eso se fue armando alrededor mío. Desde pequeño lo que más me impresionó fue el sonido y la lectura, la lectura histórica me comenzó a embelesar de tal manera que empecé con este trayecto.

Esto de la rebeldía se da desde que estoy en el colegio y me dan discursos raros sobre que, por ejemplo, que nuestro Himno Nacional es el más hermoso del mundo y que participó en un gran concurso. Luego te das cuenta que lo mismo cuentan en Chile, en Colombia, en Uruguay, en México. Todos tuvieron un concurso de himnos y todos quedaron en segundo lugar. Quizás la rebeldía comienza ahí, en poner en duda estas palabras de nuestros profesores.

Estabas también entrando a una fase de un sonido completamente distinto, por ejemplo, al vals peruano o el huayno.

Yo más lo tomaba por la cuestión emotiva. Si algo no me emocionaba, lo dejaba de lado, pero si había algún tipo de canción, letra o melodía que emocionaba mucha, la adoptaba con mucha fuerza.

¿Cuáles fueron estas experiencias conmovedoras?

Lo más fuerte ha sido el rock progresivo: Pink Floyd, Emerson Lake & Palmer, todo eso comenzó a emocionarme de tal forma que no lo he dejado de escuchar hasta ahora. Tengo discos desde hace más de 40 años que sigo escuchando con emoción y con los que sigo llorando en los momentos en los que se debe llorar. Me sigue sorprendiendo.

¿Allí fuiste delineando tu vocación y decidiste dedicarte a la música?

Fue una cosa natural. Con los años, cuando seguía en el colegio, comencé a componer canciones que se cristalizarían unos 10 años después.

¿Qué temas elegías?

Quizás eran los más comunes…

Porque eso también llama la atención. En el rock hay una cosa directa, vivencial, no tiene el adorno formal que sí está en el tango o la música clásica. Además los temas que se eligen son aparentemente sencillos.

A veces son sencillos, a veces uno los puede ver como muy complicados, pero eso es parte del ejercicio emotivo que nos da escuchar música.

¿Cómo combinabas el canto con la composición?

En el Perú, en los setentas, decían que componer canciones en castellano era todo un “reto”. Estábamos tan acostumbrados a escuchar la música en ingles que no podíamos visualizarla de otra manera. La gente de Argentina y Uruguay, a inicios de esa misma década, nos dio el mejor ejemplo y creo que por allí comenzó la cosa.

¿Con quiénes formaste el primer grupo?

Mi hermano fue una pieza fundamental. Siempre hemos trabajado juntos de alguna forma. Se dice que las primeras muestra de una banda se hacen con los amigos, pero a veces no, a veces llegan extraños y comienzas a formar tus proyectos.

Hay un ensamblaje súbito, un entendimiento rápido.

Sí. De pronto pueden llegar a ser amigos o no, pero básicamente se da así.

¿Cuál era la idea del rock subterráneo?

Fue un momento muy particular en la historia. Estábamos a mediados de los ochentas. La situación del país no era de las mejores, esperemos que esos tiempos no regresen nunca, había una debacle total de valores, de todo.

Una situación oprimente y depresiva para los jóvenes

De todas formas, todo el mundo quería irse. En mi barrio (la Unidad Vecinal 3), mucha gente cruzó la frontera con Brasil,  por ejemplo, para dejar el país. A muchos la Policía brasileña los mató allí. El sueño de otros era irse a Australia, Estados Unidos, México. Nuestro país era solo eso: un sitio del que todo el mundo quería irse.

Sin embargo, estamos hablando de una música que tiene rebeldía, pero que no es solo una queja continua. Tiene propuestas, alienta otras ambiciones y gustos. Está mucho más abierta al mundo que lo que llamamos la música criolla, por decir

Cuando aparece el punk rock, por ejemplo, en 1976-77 en Inglaterra, tenía un lema: “No hay futuro”. No fue porque todos estaban en un desgano total, era un pedido de ayuda, estaban deseando que haya un futuro. Eso nos atrajo a esa música como algo esperanzador.

¿Por qué fue tan rápida la inclusión de este género, cuando todavía había en los barrios había agrupaciones de música nativa en los barrios? ¿Qué lleva a uno a una u otra tendencia?

Una vez Cecilia Barraza dijo que si a los jóvenes de ahora no les interesa la música criolla o el vals es porque los tiempos han cambiado. Los tiempos actuales son velocidad, luz, discursos más contundentes y a los jóvenes les atrae mucho más eso.

Se habla con más franqueza

Sí, hay una dureza que en estos tiempos muchos necesitamos escuchar también

El espíritu crítico se va acentuando o cambia uno conforme uno de vuelve una personas conocida. Cómo era el proceso creativo de los inicios y como se va modificando, enriqueciendo a posteriori.

Se va modificando desde el corazón. Tengo unos trabajos que datan de 1985, 1986 (Kúrsiles Romanzas, Kúrsiles Sobrantes), cuando yo me sentía muy muy mal y las canciones un poco que transmiten eso.

¿Por qué te sentías mal?

Eran momentos muy duros, difíciles para mí, pero que cuando pasaron de pronto comencé a hacer canciones menos apesadumbradas. Si hubiese hecho lo otro, que es con lo que de repente hubiese logrado más popularidad, estaría mintiendo. Yo no podría mentir en ese sentido.

Eso es muy interesante sobre el rock: transmite sentimientos y pensamientos con autenticidad, no es solo un juego retórico. Hay afirmación personal, espíritu de crítica y no hay tampoco optimismo fácil, si bien existe humor y alegría.

Sí, hay humor y esperanza.

Hay algunas características en el rock, como que es urbano y que tiene zonas ubicables en las ciudades. ¿Cómo fueron los inicios, cómo fue impregnándose y extendiéndose?

Con el tiempo se ha globalizado. Al inicio sí había puntos específicos dónde empezaron a desarrollarse todas estas propuestas, expresiones y tendencias. Teníamos un sonido bastante diverso, no era solo un rock and roll crudo, había de todo: fusión con el folklore, cosas mucho más adelantadas y avezadas, con más instrumentos.

En el caso de la fusión con la música local, ¿eras partidario?

Sí, claro, el mismo rock and roll es una fusión. Ya desde la raíz toda la música que escuchamos en una fusión.

¿Pero con la música local también? ¿Cuánto puede influir el vals o el huayno?

Sí, con todas. Es más el rescate de formas olvidadas, no solo del legado de Felipe Pinglio o de agrupaciones de tierra dentro, sino el poder rescatar todo esa alegría que había antes de que llegue la industria y la convierta en esto que solemos escuchar hoy por radio.

¿Cómo empiezan a sentir ustedes (Leusemia) que está siendo bien recibidos y que les están dando a los jóvenes una nueva dimensión que iban a adoptar con rapidez?

Para mí fue una sorpresa desde el primer día. Desde la primera presentación hubo una aceptación muy fuerte. Estuvimos en medio de muchas bandas que cantaban solo canciones en inglés y de pronto la gente se sorprendió cuando lo hicimos en castellano.

Con lisura y medio incluso.

Con todo, sin o con, de pronto estas personas se anotaron con lo que estábamos haciendo. A mí me sorprendió por el lado del público y por el lado musical. Fue una cosa que de pronto reventó.

¿Dónde triunfaban, dónde tuvieron más éxito?

Las primeras presentaciones se dieron en el Centro de Lima donde había estas bandas que tocaban covers en inglés.

¿En el jirón Moquegua?

En el jirón Moquegua, en Cailloma, en Guzmán Blanco, en todas las calles donde había locales para tocar, por allí se metían las bandas.

Y en lo comercial, ¿cuándo empiezan a sentir que están ganando?

Eso llegó, al menos en mi caso, a fines de los ochentas, inicios de los noventas. Si bien en 1985 hicimos un disco (Leusemia) para una empresa llamada El Virrey y resultó muy bien, no vimos eso que sí les pasaba a otras bandas que podían vivir de su trabajo musical. En esos días, no podíamos hacer eso.

Otra cosa interesante es que se trata de un movimiento, por así decirlo, gremial, con identidades de edades y tal. No estaba pensado como un negocio, no era una empresa, sino un contacto generacional. ¿En qué momento se adquiere otro ritmo y se entra a un emprendimiento?

Ha sido natural. Muchas bandas comenzaron en el underground y lo hicieron bien, con conciertos bien remunerados. Lo otro ya ha sido de forma más paulatina.

¿En provincias cómo les iba? Mucha gente piensa que este fue solo un fenómeno limeño.

En realidad fue un brote no solo limeño, sino que también estuvo en Arequipa, en Cajamarca, en Chiclayo, en Trujillo.

¿Lo que lo distingue es una identidad generacional?

En realidad eran las cosas que no nos gustaban. No nos unía el sonido, ni las canciones ni nuestros ídolos. Nos unían lo que nos disgustaba, que en ese momento era el terrible desencanto de estar en un país en una debacle total.

Había rebeldía, que es en realidad un fenómeno mundial. ¿Cómo reaccionaban los parientes, los adultos, ante esta irrupción de jóvenes rebeldes?

Había de todo. Mi mamá hasta ahora está esperando que encuentre un trabajo decente y piensa que la música no es un trabajo, no entiende mucho eso.

Lo piensa como una diversión.

Que es como lo entienden por acá. Imagino que cuando camino por el barrio la gente se pregunta “¿De qué vive este pata? Todo el día lo vemos yendo a la tienda y no hace nada”. La música todavía no adquiere ese estatus de “seriedad” para mucha gente.

Me parece interesante la combinación de la parte literaria con una música que al que no conoce mucho le parece estridente y hasta banal. ¿Cómo se juntan estas destrezas?

De pronto me puse a escribir porque llegaba gente a la casa indagando sobre esta movida underground, sobre lo subterráneo. Me dije que en vez de estar repitiendo el mismo verso todo el tiempo, escribiría un libro y cada vez que alguien pregunte, le diría que lo lea. Se convirtió en un proceso que no se ha detenido. Seguí escribiendo sobre muchas cosas, relacionadas todas con la música. Ya terminé mi primera ficción.

Pero también tenías vocación por la literatura, lecturas, identificación con autores peruanos. La revolución intelectual y artística de los años sesenta, setenta y ochenta en adelante trazó una diferencia musical, literaria y de vida muy marcada con las otras generaciones.

Sí. Eso a veces nos trae encontrones. Cuando saqué mi tercer libro, Manuscritos desde una calle vedada, lo presentamos en la Feria Internacional del Libro y fue todo un boom. El único que le ganó fue uno de Jaime Acevedo. Entonces comenzaron a levantarse voces discrepantes y enojadas diciendo “¿Cómo es posible que los libros más vendidos y populares sean el de un músico y un dibujando? ¿Y el resto de escritores que se matan?”

¿Les parecía poco serio?

Si pues. Están ese tipo de detalles.

¿En qué pensabas cuando creabas? ¿En la trascendencia, en ser famoso o fue simplemente el deseo de expresarte y salvar un poco tus propios ideales, tus propios intereses?

Fue el deseo de contar cosas, el deseo de conciliarme o reconciliarme con el recuerdo de mi papá, que falleció cuando yo tenía 10 años, con la historia de mi familia. El libro es una serie de relatos de cuando era pequeño y de mis primeros días como rocanrolero. Eso le ha interesado mucho a la gente.

¿Cómo se comienza en la grabación, en la producción de discos?

Lo primero es tener la tranquilidad para poder crear, para poder hacer canciones.

Y eso es básicamente tener tiempo, no tener ningún apremio.

A menos que se haga por encargo. Cuando me han encargado música para una película, para una obra de teatro, para un cortometraje o para un comercial de televisión, allí sí hay tiempos y límites que uno debe respetar y cumplir.

Hoy estamos en un momento en el que se ha coronado el éxito, hay fama de por medio, hay satisfacción personal, pero lo que resulta valioso y rico también es esa perspectiva que te has impuesto de hacer docencia, de lograr que este mundo tenga más organicidad y más auspicio. Los jóvenes en realidad lo que necesitan es expresarse permanentemente y eso, en una sociedad cerrada como la peruana, ha tenido dificultades.

Cada vez que me preguntan qué le diría a los jóvenes yo respondo que nada, más bien diría que los escuchen a ellos, que tienen los mejores mensajes. De repente por ahí va el hecho de que si no hubiese sido músico, seguramente hubiese sido profesor. Me gusta mucho la docencia, la historia y tratar de irme por los carriles que no están muy bien definidos, ir contra la corriente.

En el caso de la música, ¿cuán difícil es enseñar?

Ahora lo veo más sencillo porque tengo un espacio más o menos ganado, pero me gustaría ese reto de enfrentarme a la enseñanza.

¿Qué sientes con el éxito que has tenido?

Bueno, primero que el éxito más “exitoso” ha sido haber sobrevivido a múltiples dictaduras, a medios de comunicación que nunca me abrieron las puertas.

Pero también has tenido muchas satisfacciones.

De hecho que sí, debo ser una de las personas más felices de este país y estoy haciendo lo que me gusta.

¿Qué estás haciendo en este momento?

En realidad la estoy pasando muy bien, estoy dando conferencias ahora.

Esa es docencia en altavoz (risas)

(Risas) Aparte de los conciertos, donde también hago un poco de docencia, estamos con las conferencias y las charlas. Los muchachos se entusiasman mucho, preguntan muchas cosas y están muy ansiosos por aprender.

¿Cuál es el porvenir, dada esta situación tan rica, de esta juventud que está reaccionando con voz propia?

No se sabe, no me aventuro a vaticinarlo, pero la música va a estar allí, sea del color que sea.

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