Antes de que partan a una gira en Suiza, conocimos de cerca a los jóvenes del coro Sinfonía por el Perú, quienes han encontrado en el canto una pasión y un refugio.
Cuando Kelly Aliaga (16) era pequeña, su mamá le decía siempre: “un niño feliz es un niño que hace música”. Para ella, entonces, empezar a desarrollar sus habilidades musicales solo era cuestión de tiempo. Sinfonía por el Perú ─proyecto que impulsa el tenor peruano Juan Diego Flórez─ apareció hace seis años en su vida como por arte de magia y no dudó un segundo en intentarlo. “Sinfonía fue la primera opción y la mejor que pude haber encontrado”, dice segura después de casi seis años de aprendizaje.
La música, además de una pasión, fue para ella un medio a través del cual pudo desarrollarse como persona y convivir con jóvenes que se han convertido en su segunda familia. “La música es una herramienta poderosa para impactar en la gente y, si haces música para las personas, primero tienes que aprender a entenderlas, a ser empático con ellas y a comprender que todas tienen un espíritu distinto”, explica. Y es que Kelly está contenta, pues es parte de los 30 adolescentes del coro y 50 de la orquesta que ahora se encuentran en Lucerna, Suiza, para representar a nuestro país como el coro sinfónico del Perú. Algo que nunca pensó podría lograr.
Sinfonía por el Perú fue fundada por el tenor peruano Juan Diego Flórez como una iniciativa que busca beneficiar a los niños y niñas del Perú que viven en situaciones de riesgo a través del poder de la música. Los resultados demuestran que, en poco tiempo, los niños y jóvenes mejoran su autoestima, tienen mayor tenacidad para alcanzar sus metas, establecen mejores formas de vivir en sociedad y aumentan su creatividad.
El proyecto tiene núcleos de trabajo en todo el Perú y sus estudiantes saben que los logros solo se entienden en conjunto, en equipo, por lo que desarrollan la tolerancia, responsabilidad y perseverancia, valores que les son útiles tanto en el ámbito escolar como familiar. Y no son puras palabras, Said es prueba de ello.
Said Chira (16) se topó con Sinfonía por el Perú como por casualidad hace dos años, cuando tenía 14, y una amiga lo invitó a acompañarla. No sabía, entonces, que su vida cambiaría para siempre y que descubriría en la música algo más que un simple hobby: una carrera y una pasión.
Con dos años aprendiendo a toda velocidad, Said cree tener alma de músico. “Es esa alma creativa, vivaz, feliz de compartir lo que sientes. Hacer música es eso, compartir lo que sientes con la gente, eso que no puedes comunicar a través de las palabras”, asegura y dice, muy convencido, que se dedicará a la música de manera profesional.
EN LA BÚSQUEDA DE UN BALANCE
Los resultados de la investigación GRADE 2014 arrojan datos muy positivos sobre el impacto que tiene Sinfonía en la vida de los niños y jóvenes. Las cifras muestran que los integrantes de los núcleos de música mejoran hasta en un 34% en la autoeficacia escolar; que la agresividad en los jóvenes disminuye hasta en un 29% y que la violencia psicológica familiar se reduce en la increíble cifra de 46%. Kelly y Said son la viva prueba de cómo la música puede mejorar la vida de los jóvenes.
Said sabe que estar en Sinfonía por el Perú le ha ayudado a ser más responsable en sus estudios, pues las exigencias de la escuela lo han llevado a organizar mejor su tiempo entre las tareas del colegio y las musicales. Y no ha sido en vano: su esfuerzo y el de sus compañeros ha tenido frutos, pues durante su viaje tendrán clases con el director de los Niños Cantores de Viena y podrán demostrar su talento en dos conciertos en la ciudad europea.
Los jóvenes han viajado a representar a nuestro país y a marcar un precedente importante: serán parte del inicio de una nueva etapa musical en el Perú y son, desde ya, la carta de presentación de la música coral sinfónica peruana frente al primer mundo. “Queremos demostrar de lo que somos capaces y conocer a músicos de otras cultures, que se apasionen tanto como uno sobre lo que hacen”, cuenta emocionado Said. De su avance ha sido testigo el maestro Juan Carlos Bersague, un experimentado director de coro cubano, que posee más de 30 años de experiencia. Él los guía desde enero del 2019.
Antes de viajar a Lucerna, Bersague explica que los chicos no solo han aprendido a cantar, sino que han adquirido un mayor sentido de la responsabilidad y se han vuelto más creativos. “No solamente vemos la parte musical y la vocal, sino que hacemos un trabajo conjunto para que los muchachos aprendan modales, disciplina en el trabajo y los estudios. Hablamos de la vida, de cómo comportarnos y de qué hacer ante determinadas situaciones. Todo esto les ha ayudado mucho porque hemos creado una suerte de complicidad y los muchachos se han sentido motivados porque se les está tomando mucho en cuenta”, comenta.
Bersague es exigente con los jóvenes. Cien veces no son suficientes, se practica hasta que todo sea perfecto. Y, aunque no todos los jóvenes querrán dedicarse a la música por el resto de sus vidas; el hecho de pertenecer a Sinfonía por el Perú les ha enseñado a respetarla. “Soy muy exigente pero es por su bien, para que ellos aprendan este trabajo tan complejo lo mejor posible, porque ellos son el futuro y el futuro tiene que estar garantizado. Algunos pueden seguir la música, pero el que no lo haga la va a entender y en el sitio en donde esté la respetará y hará que los demás también la respeten”, explica.
LA MAGIA DEL CORO
Para el maestro Bersague, Sinfonía por el Perú es una experiencia que estos jóvenes jamás olvidarán. Precisamente ahora, se encuentra trabajando en un proyecto para que los alumnos que destaquen puedan irse formando como directores de coro y, quién sabe más adelante, directores de orquesta. “Sinfonía por el Perú va a seguir creciendo y es muy importante que lo siga haciendo para que los niños y adolescentes tengan un espacio en donde puedan drenar sus emociones. Hace falta mucha ayuda para que podamos seguir y para que esos muchachos logren sus metas”, asegura.
Por otro lado, el director ejecutivo de Sinfonía por el Perú, Miguel Molinari aseguró que la actividad musical y la práctica ayudan en el desarollo integral y colectivo del niño. "La metodología de Sinfonía radica, no solamente en aprender música, sino en que este aprendizaje sea permanente y constante. Esto lleva a que los jóvenes y niños aprendan sobre el trabajo en equipo, la solidaridad y la convivencia en la búsqueda de la excelencia y la perfección", explica.
Además, Molinari asegura que la mayoría de niños son parte de hogares disfuncionales, por lo que se vuelve crucial trabajar en la mejora de su autoestima. "En el aspecto familiar ocurre algo muy interesante: hay un impacto en la autoestima, porque el niño ve que va consiguiendo logros, que son compartidos con los demás compañeros, y por los cuales reciben reconocimiento. Esto refuerza su convicción con lo que están haciendo", apunta.
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