Se trata de un cedro, dos chachacomos y un pisonay que se encuentran dispersos entre la calle Palacio, la Plaza de la Almudena y avenida de La Cultura.
Las páginas de la historia del Cusco son variadas, en algunos capítulos hallaremos hazañas de coyas e incas, y en otras misteriosas explicaciones sobre el nombre de las calles, las casas, cruces, cerros circundantes y hasta de árboles añejos. En la crónica de esta semana nos ocuparemos de ellos. Sí, de la historia de cuatro árboles antiguos.
El primer árbol más antiguo del Cusco
Se ubica al interior de un antiguo palacio inca, lugar en el que en el año de 1592 fue fundado por el Sexto Obispo del Cusco, monseñor Antonio de la Raya, el seminario San Antonio Abad (hoy en este lugar se encuentra el Hotel Monasterio).
El árbol se localiza en el patio central y se trata de un robusto y bien cuidado Cedro, cuyo esqueje habría sido cultivado después de cien años de su fundación por un monje del convento, elevándose ahora majestuoso con más de 20 metros de altura.
El ingeniero agrónomo José Castañeda Prada nos detalla que “el cedro pertenece a la especie de la Cedrela herrerae, más conocida hoy en día como Cedrela angustifolia.
“Este cedro de altura es originario de las serranías americanas y por su madera muy compacta fue usada en el tallado artístico para columnas, retablos, púlpitos, mesas, coros y otros por los españoles durante la colonia. Los objetos se muestran hasta la fecha a través de los siglos en templos, palacios y casonas”, menciona.
Segundo árbol con historia en el Cusco
Es el Chachacomo ubicado en medio de la alameda de avenida de La Cultura, adyacente a Mariscal Gamarra, frente a la Alianza Francesa. El doctor Ángel Avendaño, estudioso de la Historia del Cusco y literato, nos cuenta que “en este Chachacomo, en el año de 1825, el libertador Simón Bolívar a su llegada al Cusco ató su caballo; este lugar fue designado para rendirle un homenaje por parte de una comitiva de damas de la ciudad, la misma que se hallaba encabezada por la esposa del prefecto Francisca Zubiaga de Gamarra”.
Añade que “ella tenía previsto colocar en su cabeza una corona como reconocimiento a la gesta libertaria; sin embargo, por una descortesía que habría cometido Simón Bolívar la llamada Mariscala colocó la corona en la cabeza del caballo generando sorpresa entre los asistentes. Algunos señalan que la acción estaría relacionada con un acercamiento muy cercano que tuvieron ambos personajes en alguna parte de la Historia en el Cusco”.
Con el paso de los años, este Chachacomo, que tiene más de 200 años se convirtió en un árbol símbolo, aquí enamorados de aquellas épocas se juraban amor eterno. También en este lugar se realizaba las fiestas del Cacharpari y las despedida de los visitantes.
Un tercer árbol añejo también era un Chachacomo conocido como árbol maldito
El chachacomo que ya existía en 1900, estaba ubicado a un costado de la antigua morgue del Cusco y cerca del Cementerio de la Almudena. Fue talado durante la gestión del exalcalde Daniel Estrada Pérez.
Al respecto, el doctor Ángel Avendaño comenta: “Este Chachacomo fue denominado como el árbol maldito por los pobladores de entonces, porque fue a su sombra donde dos legos fueron fusilados por orden del prefecto Agustín Gamarra, luego de que fueran acusados del robo de 400 doblones por las máximas autoridades del antiguo Convento de los Betlemitas”. “La gente aquí, antes de enterrar a sus muertos lloraba y después continuaba su camino hacia el cementerio”, agrega.
El cuarto árbol es el Pisonay
Finalmente, el ingeniero agrónomo José Castañeda, nos relata también, que el cuarto árbol antiguo en la ciudad del Cusco se ubicaría en la misma Plaza de la Almudena. Actualmente, se trata de un Pisonay que alegra todas las mañanas la entrada al recinto mortuorio.
El profesional del ramo, se atreve a decir que este Pisonay tendría 300 años; sin embargo, no existe un dato exacto y definitivo.
Solo se sabe que antes en la Ciudad Imperial no habían arboles, fue recién a partir de 1919 donde se inicia la reforestación de los terrenos y áreas verdes. Con el paso de los años la urbe adquiere un marco con un carácter pictórico donde se combinan calles antiguas, casonas coloniales, un cielo azul, árboles frondosos intensos y resplandecientes de color verduzco.
Por: Adelayda Letona
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