En Cajamarca existe la creencia que en este día los difuntos retornan del más allá para saborear los potajes terrenales.
Entre las tradiciones cajamarquinas por Todos los Santos, se tienen las famosas “ofrendas”, es decir la comida que a los difuntos les gustó en vida la noche del 1 de noviembre.
Entre las ofrendas, resultan infaltables los famosos bollos (muñecos de harina en forma de niños) y también los carneritos, de harina o azúcar, fruta, postres, o licor.
Cerca de la medianoche se colocan velas alrededor de la comida, y se dejan hasta el día siguiente, pues no debe estar nadie junto a las tumbas para que las “almitas” puedan salir de ellas y saborear el suculento banquete.
Al día siguiente, los adultos no permiten que los niños toquen algo del banquete, pues para hacer eso, primero se debe rezar, por lo menos un Padre Nuestro y un Ave María, con la fialidad de santificar los alimentos.
El culto a los difuntos aún persiste a pesar del paso de los años, pues en la ciudad de Cajamarca, en la gran mayoría de viviendas, la víspera del 2 de noviembre, fecha que es conocida como el Día de los Muertos, las denominadas ofrendas son puestas de manera religiosa.
Sobre esta tradición, el arraigo es más acentuado en la zona rural, donde incluso se preparan con varios días de anticipación, para celebrar el día de Todos los Santos, y es realizado con mucha solemnidad, pues refieren que los difuntos también merecen respeto y veneración.
Por: Luis Asencio
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