Un médico que venció la COVID-19 y sigue en la primera línea. Un taxista que tiene oxígeno medicinal para sus pasajeros. Dos sacerdotes que lo dan todo por ayudar. Policías que colaboran con los necesitados y un grupo que ayudaba a animales y ahora apoya a personas. Son héroes sin capa en pleno estado de emergencia.
Mientras muchos tienen que quedarse en casa, ellos están al frente. Son los héroes de la pandemia que se enfrentan al nuevo coronavirus para cuidarnos, aquellas personas que, desde sus profesiones, oficios o actividades, dan, a veces literalmente, la vida por los demás. Y tras un año de haberse declarado el estado de emergencia en el Perú, RPP recuerda a seis héroes.
El médico que terminó en UCI
Joel Parimango es médico. A sus 43 años se contagió de la COVID-19 en Iquitos, durante la primera ola que azotó la selva. Se infectó en la primera semana de abril del año pasado. Cuando mucha gente se quedaba en casa para evitar el virus, él daba la cara a diario en el establecimiento de salud.
A los quince días de contagiarse, fue internado en la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital Regional de Loreto, debido a que presentaba un compromiso pulmonar por la COVID-19. El 30 de mayo, finalmente, fue intubado en el hospital Rebagliati de Lima. Recién el 27 de junio, despertó.
"Cuando desperté, me sentí desconcertado, no conocía a nadie. Me sentía impotente porque tenía un gran compromiso neuromuscular. No podía movilizarme, pararme, moverme adecuadamente y peor aún, no podía comer. Esto me sirvió para valorar mucho el tiempo que tengo que pasar con mi familia, a pesar de ser una persona sin ningún tipo de comorblidad. La vida se nos puede ir en un segundo", valoró.
El 15 de agosto le dieron el alta definitiva, después de reparación de la tráquea y el esófago, producto de la intubación prolongada de cerca de ochenta días y en medio del estado de emergencia.
"Ser médico en esta época y frente a esta enfermedad que es altamente contagiosa, no conocida por el mundo, y peor aún, teniendo un sistema de salud precario, significa, realmente, tener una vocación de servicio", manifestó.
Tiene miedo, pero ya retornó a su labor diaria, atender a sus pacientes. "El personal médico y todo el personal de salud que ha afrontado esta enfermedad ha trabajado y sigue trabajando con elevada tasa de ansiedad, incertidumbre y miedo. Yo como médico he tenido miedo, sí he tenido miedo al momento de atender a un paciente", reconoció.
Amir, el taxista que lleva oxígeno portátil en su vehículo
La pandemia del nuevo coronavirus no solo nos ha traído tristezas y decepciones, sino también historias de personas que hacen las cosas bien y ayudan a los demás, como la de Amir Cotrina Sánchez, un taxista de 36 años que lleva, en su vehículo, un balón de oxígeno portátil para auxiliar a los pasajeros que necesitan estabilizarse hasta llegar a un hospital.
En Trujillo, Amir ha ayudado a una veintena de personas, y sigue haciéndolo a estas alturas de la pandemia de la COVID-19. Empezó el año pasado, en plena primera ola e incluso lo apodaron "El ángel del oxígeno trujillano", por su buena acción durante el estado de emergencia.
"Sigo apoyando, ayudando a aquellas personas que necesitan de oxígeno. Y es una gran satisfacción ayudarlas, porque tú ves la alegría de ellos, de cómo poco a poco van restableciendo su salud. Por eso hago una invitación a todos mis compatriotas peruanos que, dentro de la medida posible, con un granito de arena, nosotros podamos hacer grandes cosas", le dijo a RPP Noticias.
Amir circula en su carro de color blanco con su balón de oxígeno comprimido de ocho metros cúbico, suficiente para dar un auxilio en un tramo corto hasta el hospital. "Este es un virus que nos ha hecho perder a seres valiosos. Sin embargo, desde Trujillo, sigo apoyando", manifestó.
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Escucha la historia de Amir de Trujillo; del padre Juan de Huánuco; y de Viviana de Arequipa.
Los voluntarios de Arequipa que 'reconvirtieron' su ayuda
En Arequipa, Viviana Curitumay se dedicaba a rescatar animales en abandono y, debido a la emergencia sanitaria, decidió ayudar a personas vulnerables a la COVID-19.
Hoy, tiene un grupo de más de sesenta voluntarios que compran alimentos, medicinas, oxígeno y dan casa y asistencia legal y psicológica a los afectados por el virus, en pleno estado de emergencia. Este es su testimonio.
"Muchas de estas personas que hemos ayudado son hijos de padres que no tuvieron acceso a una educación, que tampoco acceden a una atención integrada adecuada, oportuna, correcta y justa. Cuando uno empieza esta labor o ayudando solo a una persona, lo más gratificante es cuando lo ves recuperados, cuando los ves junto a su familia, sanos, estables", contó.
Su organización existe hace siete años, cuenta con un refugio donde se alberga a unos veinte perros que fueron maltratados o atropellados. Pero con ese mismo amor, ahora se dedican a las personas. "No existe premio más grande, o no si compensarlo, con la idea de ver este cambio en las personas"; manifestó.
El padre Víctor García y el oxígeno
Desde la parroquia San Marcos, en San Juan de Lurigancho, Lima, el padre Víctor García impulsa una campaña para proveer balones de oxígeno a familiares de los pacientes que llegan a un estado grave, por el contagio de COVID-19. Cuenta que su condición de sacerdote implica una ayuda global a las personas.
"Yo aquí, en la parroquia, lo que tengo son balones vacíos y manómetros para prestar a la gente. Vienen y yo sencillamente se los presto, nada más. Hacemos un papelito. Con esto y en la relación que tengo, hemos apoyado hasta ahora a 75 personas", contó.
El padre recuerda, incluso, que promovió una campaña para la adquisición de una planta de oxígeno. “Hicimos lo que pudimos, recolectamos algunos fondos pero nos quedamos muy cortitos. Y fue realmente, el Hospital de la Solidaridad y el alcalde (de San Juan de Lurigancho) los que dieron el último empujón grande y pusimos la planta", recordó.
Pese a su desprendimiento, el padre sufrió, hace unos días, un robo. "Nos robaron cinco manómetros y también se llevaron pasta dental y algunos víveres. Gracias a Dios, ya hubo personas buenas, generosas, que nos han traído los cinco manómetros de otra marca, personas que nos han traído y nos están dando algunos donativos para recuperar los víveres. O sea que, en esto como dice el evangelio, hay fieras salvajes que no respetan, pero también ángeles que nos sirven”, valoró.
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Héroes de la pandemia
El sacerdote que celebra misa desde el techo de su iglesia
Pero las buenas acciones no solo son materiales. En Tomayquichua, provincia de Ambo, región Huánuco, el padre Juan López conduce su moto durante horas para llevar su mensaje a Tingo María; también acude a rezar a diario en los centros de atención para enfermos de la COVID-19; y celebra misa desde el techo de su iglesia. El sacerdote nos cuenta por qué lo hace.
"Tenía que ver la forma y manera de llegar a la gente para motivarlos, animarlos en estas circunstancias que estamos pasando, porque no es fácil perder a un ser querido. Bueno, la gente (está) muy contenta porque saben que tienen ese acompañamiento. Acá en el pueblo yo los apoyo de varias maneras, espiritualmente, aparte de la ayuda material que también damos de comer a la gente", comentó.
Lo hace desde mayo del año pasado. "La gente ha empezado a sufrir de diferentes maneras. Siempre vamos a encontrar esas formas de llevar la palabra de Dios para motivarlos, mimarlos y fortalecerles su fe. Y decirles que no está perdido, que aun cuando estemos pasando por situaciones duras, Dios siempre nos va a acompañar", señaló.
Los policías que llevan comida a una adulta mayor
Pero la ayuda debe llegar a todos lados. Así lo saben cuatro policías que llevaron comida y utensilios a doña Severina Quispe, una señora de 82 años y otras personas en lo más alto de un cerro en Huancavelica, en marzo del año pasado, cuando recién se había decretado el estado de emergencia. El suboficial técnico de Segunda, Juan Carlos Batalla, recuerda ese episodio.
"Decidimos organizarnos, dar un aporte económico entre nosotros y llevarle víveres. El ver la sonrisa en el rosto de estas personas, a nosotros nos fortalece como policías para poder seguir adelante. Es un compromiso de nosotros, al iniciar esta noble profesión: servir a nuestra sociedad, entregar nuestra vida por la patria", contó.
El sitio estaba ubicado en el cerro de la Comunidad Santa Bárbara, en plena ciudad de Huancavelica. Doña Severina Quispe vive en un cuarto acondicionado de manera precaria, hecho con material rústico, sin puertas, ni ventanas. Su vivienda no contaba con servicios básicos y dormía sobre un pedazo de tapete en el suelo. Hasta que llegaron los ángeles vestidos de policías.
Son tiempos duros, pero también de optimismo y de convencernos de que siempre encontraremos en el camino a buenas personas que devuelven la esperanza de seguir resistiendo.
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