A nivel mundial vemos claramente que los países que mejor han enfrentado la pandemia son aquellos en los que no ha prevalecido la exacerbación política y donde los dirigentes han actuado a tiempo y con desprendimiento.
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Desde la Antigüedad han existido personalidades que han encarnado la sabiduría, aunque nunca haya sido fácil ponerse de acuerdo sobre el significado de esa palabra. Se trata sin duda de una forma de “saber”, pero no un saber sobre cosas fácticas (que es el campo del conocimiento científico) sino de cómo vivir para lograr la plenitud de nuestra capacidad y llevar una vida que pueda ser llamada feliz. Cualquier definición excluye el fanatismo, la mentira y la tentativa de someter a los que no piensan como uno. El concepto de sabiduría, en griego “sofía”, se reforzó cuando cae el Imperio Romano y el Occidente se hunde en la noche de la violencia, el desmembramiento y el oscurantismo. De ahí que se denominara Sofía a lo que hoy es capital de Bulgaria y se consagrara en Estambul una de las iglesias más grandes del mundo cristiano a la santa sabiduría, Santa Sofía.
La enfermedad, el riesgo de morir y las epidemias han constituido siempre un desafío a las personas y los dirigentes. Lo sabio es tomar buenas decisiones, pensando en el bien común, usando al máximo los conocimientos disponibles y no mintiendo. A nivel mundial vemos claramente que los países que mejor han enfrentado la pandemia son aquellos en los que no ha prevalecido la exacerbación política y donde los dirigentes han actuado a tiempo y con desprendimiento. Una de las paradojas que quedará como lección es la mala gestión de la crisis en Estados Unidos: la falta de unidad de su liderazgo, la politización de los temas científicos y la interferencia del cálculo electoral. Durante el fin de semana hemos observado las críticas formuladas por la Casa Blanca al infectólogo de mayor prestigio, Anthony Fauci. ¿Su pecado? Haber dicho que Estados Unidos no había reaccionado bien ante el coronavirus. El día de ayer, por ejemplo, solo en el estado de Florida, con 21 millones de habitantes, se registraron más de 10,000 nuevos casos de contagio, casi tres veces más que en el Perú. La razón salta a los ojos: las autoridades no impusieron a tiempo el confinamiento ni la obligación de la mascarilla.
En el Perú, aunque la cifra global de infectados y de muertos decrece lentamente, tenemos regiones en los que aumenta. Es el caso de Arequipa, que ha batido su record de infectados, superando los 1,400 en un solo día. La solución no es sólo médica, sino sobre todo disciplina social. Estamos pagando la falta de reformas en el transporte y la indolencia frente a la informalidad. Esperemos por lo menos que los servicios no se paralicen, como parecía ser el caso del Metropolitano. No es el momento de determinar quién es el responsable, si la municipalidad, el Ejecutivo o las empresas concesionarias. Lo seguro es que los ciudadanos no pueden ser rehenes de la incapacidad de tomar decisiones sabias y a tiempo.
A propósito de lo que fue la Iglesia Santa Sofía de Estambul, hay que lamentar que el gobierno turco haya llevado a la práctica lo que era una vieja pretensión del conservadurismo musulmán: volver a convertirla en mezquita. Santa Sofía es una de las mayores joyas del arte y la arquitectura bizantina, construida en la sede del Imperio romano de oriente en el siglo VI. Cuando los turcos capturan Estambul en 1453 la convierten en una mezquita. El fundador de la Turquía moderna, Mustafa Kemal, conocido como Ataturk, la convirtió en 1935 en museo y de hecho acoge imágenes de santos y sabios, incompatibles con el culto musulmán. El Papa ha expresado su aflicción ante la decisión de convertirla en mezquita. El presidente turco, Recep Erdogan se ha mostrado incapaz de respetar el nombre del célebre monumento: “santa sabiduría”.
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