Cientos de niños vulnerables tras el desastre lidian con la amenaza de enfermedades, la falta de material escolar y el estrés propio del hacinamiento en albergues.
Horailda Altamirano Rimarachín tiene 46 años, es natural de Chota y vive desde hace buen tiempo en Jayanca, Lambayeque. Junto a sus cuatro hijos, tres de ellos menores de edad, ha pasado los últimos dos meses en un albergue, pues las lluvias más intensas del Fenómeno El Niño Costero derribaron su casa.
Quienes más han sufrido con la situación son los pequeños que la rodean. Todos viven hacinados en una de las 40 carpas que albergan a otras familias damnificadas. “Mis hijos andan con miedo después de lo que pasó. Cae un poquito de lluvia como suele ocurrir por acá y ya se preocupan porque creen que habrá una nueva inundación”, contó Horailda a RPP Noticias.
La historia de Luz María Vilcamayo Rojas es similar. Ella, ahora de 52 años y con dos niños de nueve y ocho, había llegado a Jayanca desde Amazonas. El campamento los recibió luego de que las lluvias los dejaron sin hogar. Ninguno de los dos menores quiere ir al colegio porque, según explica, sus compañeros de aula los molestan por haberlo perdido todo y andar “mal vestidos”.
Necesidades. Si bien los miles de niños y niñas afectados por el paso del fenómeno natural en el norte y centro del país requieren ayuda humanitaria básica, todos experimentan necesidades adicionales que suelen pasar desapercibidas.
Así lo explicó Yván Castro, director ejecutivo de World Vision Perú, una organización que también funciona a nivel mundial y asiste a menores en situación de especial vulnerabilidad. “Además de protección y salud física, abrigo, alimentos y productos de higiene, los niños y las niñas necesitan también apoyo emocional y psicosocial”.
Cifras. En total, el Fenómeno El Niño Costero dejó 136 fallecidos, más de 171 mil damnificados y más de un millón de afectados. Los casos más notorios y numerosos se centraron en Piura, Lambayeque, La Libertad, Áncash y parte de Lima.
Según indica del Ministerio de Educación, los únicos colegios que permanecen con las clases parcialmente suspendidas se encuentran en Piura, La Libertad y Áncash. Y, pese a que muchos niños ya pueden asistir al colegio, el ambiente que los rodea sigue siendo riesgoso para su bienestar.
Vulnerabilidad y bullying. Castro señaló que los niños damnificados y afectados corren riesgos que van desde la exposición a enfermedades como el dengue hasta el abuso o la violencia por vivir en lugares hacinados.
Con este enfoque, organizaciones como World Vision Perú pusieron manos a la obra y repartieron, además de ayuda humanitaria básica, servicios de guía psicológica y actividades lúdicas. En su caso, el impulso de la campaña “Esperanza después de la Emergencia”, que se extenderá hasta junio, ya ha beneficiado a más de diez mil menores.
¿Y la educación? Los hijos de Horailda y Luz María se trasladan de lunes a viernes a sus centros de estudios. Ahí reciben las clases con normalidad, pero no todo les resulta cómodo. Tienen que lidiar con el cambio del clima, la amenaza de insectos y la rutina propia de vivir en un campamento con otras decenas de personas.
Con este escenario, que se repite en todas las zonas arrasadas por El Niño Costero, los gobiernos regionales coordinan soluciones para el corto plazo. El titular de la Gerencia Regional de Educación de Lambayeque, Ulises Guevara Paico, informó que el apoyo llega tanto del gobierno central como de organizaciones benéficas.
“Las clases aquí funcionan al 100%, pero los ambientes sí están afectados. Hemos recibido aulas prefabricadas y varias ONGs se han movilizado para prestar ayuda y capacitaciones a profesores”, dijo a RPP Noticias.
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