La celebración de la Virgen de Alta Gracia, conlleva aspectos que mezclan elementos andinos con estampas espirituales hispanas.
Fue don José de San Martín quien nombró a Huamachuco como ciudad ilustre y fiel. Y son estas las características más importantes de un pueblo que hace historia por su inclaudicable dosis de patriotismo, pero también por el amor fidedigno a su santa patrona, la Virgen de Alta Gracia.
Huamachuco es un imponente distrito andino ubicado a una altura de más de 3 mil metros sobre el nivel del mar y a unos 180 kilómetros de Trujillo (La Libertad) o seis horas de viaje en términos de tiempo. Su plaza de armas es considerada como una de las más grandes y hermosas del país, y su cultura alberga inolvidables proezas históricas relacionadas por ejemplo, con la guerra contra Chile.
Sin embargo es el fervor religioso demostrado cada mes de agosto lo que hace a Huamachuco una ciudad diferente. La celebración de la "Mamita" de Alta Gracia, conlleva aspectos que mezclan sin rubor elementos andinos con estampas espirituales hispanas dignas de admiración.
La conmemoración se inicia los últimos días de julio. La parada del tradicional gallardete patrio marca el fin de las Fiestas Patrias y el inicio de las verbenas, misas y muestras de devoción en honor a la sagrada advocación de la madre de Cristo.
Como toda fiesta, no puede estar ausente la coronación de la reina, conocida como "La Ñusta Huamachuquina", la muchacha más bonita de la zona y quien tendrá la enorme responsabilidad de presidir una celebración que será vista por decenas de miles de personas.
Entrando de lleno al mes de agosto y especialmente a partir del día 14, se aprecian con alegría las múltiples danzas que acompañan las procesiones. Nombres como “las quicayas” o “los emplumados”, se encargan de adornar con color y calor humano las calles de Huamachuco.
Todos esperan la llegada del 15 de agosto, fecha central de la festividad y momento elegido para que la imagen luminosa y dulce de la Virgen María salga a las calles para recibir el saludo del público.
Entre alabanzas y baile, la madre del salvador bendice a un pueblo que reza por su progreso, suplicando la eterna presencia de su "Mamita" celestial.
La bajada del imponente gallardete durante el último día de agosto, es el corolario de la celebración.
Con fe y una plegaria en los labios, los huamachuquinos retornan a su cotidianeidad, orgullosos de mostrar lo mejor que tienen a los ojos del mundo.
Por: Jorge Rodríguez
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