Muestra "La soledad del artista" se inauguró en el Museo de la Nación para celebrar los 89 años de su nacimiento
Los personajes de
Su obra está marcada por su gran admiración a los maestros mundiales Goya, Rembrandt, Velásquez, Toulouse Lautrec y Gauguin, en quienes se inspiró para crear sus arlequines, bailarines, damas de la noche y todo tipo de escenas que vivió en los barrios más peligrosos de Lima.
La muestra está compuesta por más de 70 óleos, pasteles y acuarelas que pertenecen a colecciones privadas, además de fotografías y apuntes del artista guardados por sus amigos.
El pintor Enrique Polanco, que lo frecuentó como estudiante de Bellas Artes a fines de los 70, recordó en diálogo con Efe que "Humareda era un pintor pasional, que amaba profundamente la pintura, el color, la vida" y que le transmitió "las primeras inyecciones de color" a su propia carrera.
Humareda nació en la andina ciudad de Lampa, a más de
A los 18 años viajó a Lima, a escondidas de sus padres, para estudiar en
En esa época, se instaló en el centro de la ciudad y se mantenía haciendo retratos en carboncillo en los bares que frecuentaba.
A los 21 años regresó a la escuela y se convirtió en uno de los mejores estudiantes de los maestros José Sabogal y Ricardo Grau, dos de los referentes de la pintura contemporánea en Perú.
Debido a su destacado rendimiento, Humareda ganó en 1950 una beca para estudiar en Argentina en la escuela Ernesto de
En Buenos Aires se alimentó de una corriente bohemia y tradujo su paso por esa urbe retratando arlequines, bailarines de tango y artistas de circo.
De regreso en Lima en 1952, Humareda convirtió el Hotel Lima en su nuevo hogar, a escasos pasos de una de las zonas más peligrosas de la capital y donde produjo gran parte de su obra expresionista.
El artista, apasionado de la noche y las mujeres, confesó que su gran amor era "el violeta" y no Marilyn Monroe, como siempre bromeaba con sus amigos, pues ese color se repite en las escenas nostálgicas de su obra.
El desaparecido director de
En 1966 se embarcó rumbo a París para conocer la obra de los grandes maestros, pero su estadía duró sólo un mes: se quedó sin dinero en el Viejo Continente y sin poder vender sus cuadros para sobrevivir, razón por la cual rogó a su madre en Lima que le enviase un pasaje de vuelta a Perú.
La constante exposición a los químicos y pinturas le provocó un cáncer a la laringe y fue operado en Lima en 1983, pero la recuperación fue minando su salud física y emocional.
Su paso por el hospital fue inmortalizado, con su irónico humor, en el autorretrato El Quirófano, donde el artista está tendido sobre la camilla y levanta la falda de una enfermera parada a su lado para mirarla a su antojo.
Los años de madurez fueron también de angustia económica para Humareda, pues tuvo que lidiar con compradores morosos, que llegaban a su taller, adquirían sus lienzos y luego desaparecían con ellos sin pagar.
No obstante, el artista estuvo siempre acompañado por amigos y discípulos que lo protegieron en sus últimos años, cuando perdió la voz y su vía de comunicación eran unas libretas de papel.
Precisamente, varios de sus amigos, como el fotógrafo Herman Schwarz y el pintor Mario Sierra, acudieron a la inauguración de la muestra, hecha por la directora del Instituto Nacional de Cultura, Cecila Bákula, para recordar su figura alegre y melancólica.
Humareda falleció el 21 de noviembre de 1986 en un hospital de Lima y fue enterrado modestamente en el cementerio Presbítero Maestro.
"La soledad del artista" estará abierta al público hasta agosto próximo.
EFE
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