Pocas semanas han bastado para saber que algunos de los ministros carecen de idoneidad y de credenciales democráticas, para comenzar por el primero de ellos, Guido Bellido.
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En cumplimiento del mandato constitucional el gabinete ministerial debe presentarse este jueves ante el Congreso, exponer su política general y solicitar la confianza de la Representación Nacional. Pocas semanas han bastado para saber que algunos de los ministros carecen de idoneidad y de credenciales democráticas, para comenzar por el primero de ellos, Guido Bellido. Pero las diferentes fuerzas opositoras tienen que diseñar una estrategia que tome en cuenta el resultado de las elecciones generales, que hasta hace poco algunos se empecinaban en desconocer.
Ya hemos visto con la fugaz presidencia de Manuel Merino a qué puede llevar un gobierno que no sea percibido como legítimo por amplios sectores de la opinión pública. Pero además, el reciente nombramiento de Oscar Maurtua ha puesto en evidencia que el oficialismo se halla dividido, entre un sector leal a Vladimir Cerrón y su proyecto leninista y otro, más respetuoso de la democracia, que espera contar con aliados para hacer reformas y cumplir con lo que es la más natural de las aspiraciones: durar. A diferencia de la guerra, la política no es el arte de eliminar al adversario, porque él también representa a una parte de la comunidad nacional. La política es el arte de convencer a la mayoría y de obtener del adversario lo que no estaba dispuesto a dar, antes de descubrir el verdadero interés nacional. Nuestra clase política ha cometido hasta ahora casi todos los errores posibles. Esperemos que no persista en confirmar el célebre sarcasmo del más vigente de los Marx, el genial cómico Groucho Marx:
“La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados”.
Las cosas como son
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