La Navidad parece una fiesta simple y familiar. Pero la historia de Jesús y la difusión de su enseñanza es uno de los grandes misterios de la historia. Todo comenzó en un pesebre, un día que conmemoramos hoy
Aunque el cristianismo es una religión adoptada por solo una tercera parte de la población mundial, su impacto es universal a causa de tres razones: la vocación de evangelización sin fronteras a que impulsaron los viajes de San Pablo, la radicalidad del mandamiento del amor y la potencia extraordinaria de la figura de Jesús, desde su nacimiento en un pesebre hasta su muerte en la cruz. Durante el siglo XII, mucho antes del cisma protestante, la Iglesia creó la institución universitaria, restableció el estudio de los autores griegos y favoreció la aparición de congregaciones, como la de los Dominicos, dedicada a la enseñanza superior y la producción de conocimientos.
Desde los inicios de la modernidad, el cristianismo mantuvo relaciones con los descubrimientos científicos, el arte y las corrientes de pensamiento que han creado el horizonte mental de toda la humanidad. El calendario de uso mundial define como año cero el nacimiento de Jesús, que los evangelios intentan precisar en función de circunstancias de la historia del Imperio Romano. La navidad ha impregnado el arte occidental, como evidencia la multitud de pinturas, esculturas, vitrales, retablos, composiciones musicales y obras literarias. También en el Perú, una parte de nuestra más antigua artesanía se refiere a este acontecimiento excepcional, el nacimiento de un Dios hecho hombre. En algunos países, los Jefes de Estado se dirigen a sus respectivas poblaciones, tal como lo hizo hace pocos minutos el Papa Francisco, quien se expresó, como se dice ahora urbi, orbi et interneti.
La navidad es un momento de paz, unión familiar y meditación en medio de las pasiones y los sufrimientos humanos. En el Perú la celebramos con la mente puesta en nuestros grandes desafíos morales: la corrupción, los crímenes de odio, la delincuencia, la pobreza, el racismo, el fanatismo, la mentira y la indiferencia. Incluso desde una perspectiva de ortodoxia liberal, se elevan voces de elogio a la generosidad que la navidad promueve. Ian Vásquez del Instituto Cato, escribe en El Comercio que debemos celebrar “que el mundo se está volviendo cada vez mas generoso y que esto incluye a América Latina”. Vásquez cita un estudio de la Universidad del Pacífico que sostiene que más de la mitad de las organizaciones filantrópicas activas en nuestro país han sido creadas después del 2,000 y en particular durante los últimos nueve años.
El ensayista se refiere también a un estudio de la Universidad de Indiana que compara las condiciones para organizar la filantropía en 79 países. Aunque las dificultades son mayores en Venezuela y Ecuador, el Perú aparece como un país que multiplica trámites y restricciones a quienes impulsan iniciativas para “mejorar la salud, fortalecer escuelas, conservar el medio ambiente, amparar a mujeres pobres y ayudar a refugiados venezolanos, entre otros proyectos”. Vásquez concluye que un liberal debe reconocer que la generosidad forma parte de la naturaleza del hombre y por eso cita a Adam Smith: “Por muy egoísta que se suponga que es el hombre, dijo el fundador del liberalismo clásico, es evidente que hay en su naturaleza algunos principios que le hacen interesarse por la fortuna de los demás, aunque nada derive de ella, sino es el placer de verla”.
La Iglesia Católica, las Iglesias Protestantes y la Ortodoxa tienen en común la enseñanza del Evangelio, palabra griega que quiere decir “Buena Noticia”. Se trata de un relato simple: un niño nace y poco a poco cumple su vocación, la de redimir a todos los seres humanos, esclavos de nuestras faltas, debilidades y miserias. Para un Grupo de prensa como RPP no hay mejor noticia, que compartimos gozosos con creyentes y no creyentes.
Las cosas como son
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