Todo un pueblo andino se une para rendir sentido homenaje a San Francisco de Asís. Con entusiasmo, los devotos siguen la senda de sencillez y generosidad que legó el Santo Patrono.
Pocos ejemplos de humildad y entrega como el que nos dejó San Francisco de Asís se han visto a lo largo de la historia.
El ilustre hombre que amó a humanos y animales casi sin distinción, por ser ambos parte de la creación divina, inspira en estos tiempos a todo un pueblo que le rinde sentido homenaje siguiendo su senda plena de fe.
Durante los meses de septiembre y octubre, el distrito de Huamachuco en la provincia Sánchez Carrión (La Libertad) se viste de gala y estalla en devoción sin límites para venerar al santo que rechazó los placeres de su fortuna familiar para entregarse a una vida de sencillez y servicio al prójimo.
Un nutrido desayuno para los devotos marca el inicio de la fiesta. La hermandad prepara un contundente y sabroso caldo de carnero, para ofrecerlo a 200 devotos conocidos como los “negros”, quienes tras degustar el platillo y adquirir la fuerza necesaria, se trasladarán al cerro Kakañán con el indeclinable objetivo de traer el pesado madero de 32 metros de alto que se utilizará en la tradicional parada del gallardete en honor al patrono.
El tronco será luego pintado con los colores marrón y blanco. Después del almuerzo de rigor, con la participación de más de un millar de personas, se realiza el paseo de bandera y la colocación del madero en la plaza de armas de Huamachuco.
El 4 de octubre es el día central de la fiesta de San Francisco. Desde muy temprano el estallido de los 21 camaretazos despierta a los vecinos ávidos de participar en los actos celebratorios.
El benemérito hombre de Asís es saludado con alegres dianas que preceden a la concentración de los devotos en el local central, para luego dirigirse a la catedral con el fin de ser protagonistas de la misa y dar gracias al supremo hacedor, cuya palabra tuteló la obra del santo venerado.
Siguiendo el ejemplo de Francisco, los miembros de la hermandad brindan alimento al desvalido. Los ancianos del asilo que lleva el nombre del bienaventurado, por ejemplo, reciben con beneplácito la visita de quienes los acompañan en sus aciagos momentos.
Uno de los momentos más curiosos de la festividad es la celebración eucarística destinada a bendecir a los animales. Con gran entusiasmo, los más pequeños llevan a sus mascotas al templo para ser presentados ante el creador.
Perros, gatos, patos, gallinas y hasta pequeños roedores de rara apariencia repletan la ceremonia inspirada en el cariño que San Francisco demostró a los animales, a los que llamaba “hermanos” sin importar que tuvieran cuatro patas o plumas por doquier.
Las preciosas alfombras de coloridas flores que adornan la plaza de armas, se convierten en el marco de la concurrida procesión en la que se mezclan miles de feligreses y los devotos “negros” que buscan la bendición del “Taita Pancho”.
Cuenta la historia que San Francisco vivió de manera austera y hasta se enfrentó con quienes propiciaban el desperdicio y el boato al interior del cristianismo. En estos tiempos de consumismo y suntuosidad sin límites, la fiesta andina en honor al ejemplar hombre de asís, es una muestra de humanidad y amor a los demás que no debe perderse en el olvido.
Por: Jorge Rodríguez Carranza
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