Por las fiestas de Todos los Santos, el cementerio realiza visitas guiadas por sus caminos estrechos contando las leyendas de la Ciudad Blanca.
Son las 8 de la noche y las puertas del cementerio arequipeño La Apacheta se abren, no para recibir a un difunto o trabajador apresurado que vigila su perímetro, sino a un grupo de jóvenes que llegan hasta el inhóspito lugar para recorrer sus tumbas, sus anécdotas, su historia y enfrentar sus miedos más escondidas en una noche de gritos, llanto y risa. Nada extraño para una noche de octubre, mes de Halloween.
Por los caminos estrechos del cementerio se vislumbran sombras y se escuchan carcajadas, se trata de jóvenes que conforman el primer grupo del tour al cementerio. Los atrevidos caminan sigilosamente en la oscuridad de la noche siguiendo a Robinson Rojas, el guía o narrador de esta noche.
La primera parada, casi obligatoria, la tumba de Mónica. Ella es la hermosa dama que cautiva a hombres apuestos en las noches más frías para llevarlos con ella al otro mundo. La popular leyenda que prolifero en los años 70 es una de las más importantes de la Ciudad Blanca. Según Robinson esta es de una tumba representativa, que se utilizó para rodar la película de la condenada, pues en todo el cementerio existen más de 100 tumbas con el nombre de Mónica.
Después de ver a la misma Mónica, representada por una jovencita para revivir aquella leyenda, el guía dirige al grupo a la zona de los Párvulos donde se entierran a los niños , un lugar donde según dice es fácil ver a infantes jugando y riendo como si se encontraran en un parque de diversiones. Efectivamente, una señorita casi muere del susto cuando un niño o actor se atrevió a tocarle los pies mientras lo miraba con una sonrisa nada cautivadora.
Iniciando el recorrido sería imperdonable dejar de revivir la historia arequipeña visitando las tumbas del poeta Mariano Melgar, el músico Luis Duncker Lavalle, Juan Manuel Polar y Pedro P. Díaz.
Pasando por las tumbas de estilo colonial y arquitectura impecable que incluyen pirámides e iconografía inca, que datan desde el año 1800, se llega a la zona más abandonada y cuyo ambiente pareciera reflejar el sufrimiento de aquellas personas que eligieron morir suicidándose, el pabellón de los excomulgados.
Esta zona árida y cercana a una de las puertas del cementerio también fue utilizada como fosa común para los cuerpos que nunca pudieron ser reconocidos.
Muy cerca llama la atención un grupo de tumbas sobre las cuales se observan piedras pequeñas, cargados de energía, dejadas por familiares o visitantes como si se tratara de hermosos arreglos florales; Robinson explica que aquí se enterraron judíos, que decidieron encontrar su tierra santa en suelos arequipeños, esperando la llegada de Jesucristo.
Antes de terminar el recorrido es inevitable dejar de visitar la tumba más concurrida durante el año, la de Víctor Apaza, un soldado que murió fusilado y a quien todos creen inocente, por ello muchos arequipeños llegan a este lugar con ofrendas y flores para pedir un milagro.
Pero, el cementerio no solo guarda historia y leyenda, este lugar ha sido escenario de la misma desgracia. Hace años una mujer, tratando de olvidar las decepciones del amor, decidió quitarse la vida colgándose de un árbol frente a la tumba de su abuela. Esta noche, gracias a la actuación, aún permanece en aquella rama donde dio su último suspiro.
Por: Andreina Huallpa
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