Desde sus primeras publicaciones Mario Vargas Llosa fue un intelectual comprometido, primero con causas de izquierda en el horizonte de la revolución cubana, y desde los años ochenta con posturas liberales en el campo económico y en el de los temas de sociedad.
En un país marcado por derrotas y cíclicamente atraido por el abismo, la personalidad de Mario Vargas Llosa debía a la vez fascinar e irritar. Su incorporación el día de hoy a la Academia Francesa es un logro más en una carrera basada en una disciplina ferrea, en la concentración desde la adolescencia en la escritura y en opciones audaces en su vida y en su literatura. Era difícil para el joven idealista de los años cincuenta, imaginar que se convertiría en una figura descollante de la narrativa latinoamericana, por entonces dominada por los últimos destellos del indigenismo. Entretanto Vargas Llosa ha sido traducido a decenas de lenguas y ganado todos los premios del ámbito hispánico, desde el Rómulo Gallegos hasta el Cervantes. El año 2010 se convirtió en el por ahora único peruano en obtener un Premio Nobel. Desde sus primeras publicaciones Vargas Llosa fue un intelectual comprometido, primero con causas de izquierda en el horizonte de la revolución cubana, y desde los años ochenta con posturas liberales en el campo económico y en el de los temas de sociedad. Su vasta obra discurre en todos los paisajes de nuestra geografía y pone en escena personajes de todos los sectores sociales. Convertirse en miembro de la Academia Francesa es sin duda una revancha sobre los ocho años de esfuerzo y anonimato vividos en París. La Academia Francesa fue creada en 1635 bajo inspiración del cardenal Richelieu para garantizar la “inmortalidad” de la lengua francesa. Hace veinte años se incorporó un escritor argentino, Héctor Bianciotti y hoy hay miembros de origen ruso, argelino e italiano, pero Vargas Llosa será sin duda el académico con mayor reconocimiento internacional. Ninguno de los tres franceses laureados con el Nobel es miembro de la Academia, Le Clezio, Modiano y Ernaux. A nosotros, los peruanos, la obra de Vargas Llosa nos ofrece un espejo en el que podemos vernos reflejados, con nuestras esperanzas y frustraciones. Leerlo es y será una manera de comprendernos mejor para, quizás, odiarnos menos.
Las cosas como son
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