Tiene más de 50 años esculpiendo lapidas en su local frente al cementerio general de La Apacheta. En los meses más críticos cambió los cinceles y planchas de mármol por la venta de verduras y frutas.
Daniel Hilpa Hylpa, de 60 años, es un artista que ofrece lápidas de mármol frente al cementerio general de La Apacheta, en la ciudad de Arequipa, para sobrevivir al estado de emergencia por el nuevo coronavirus.
En los primeros meses de la emergencia sanitaria el cementerio fue cerrado dejándolo sin trabajo, tampoco podía contactarse con las familias que perdieron un ser querido a causa de la COVID-19, para ofrecerles una lápida.
En el mes de junio ya sin dinero para mantener a su familia decidió cambiar el rubro de su local, ubicado en la tercera cuadra de la Av. Cementerio, en el distrito de José Luis Bustamante y Rivero, reemplazando las planchas de mármol, cinceles y martillos por zanahorias, cebollas, papas, tomates, carne entre otros productos.
“Hemos tenido que improvisar negocios, vender verduras, vender carne y así hemos tratado de superar la pandemia”, cuenta el artista.
Daniel recuerda que antes de la pandemia vendía entre dos a tres lapidas a la semana, ahora en dos meses ni una sola. En setiembre, con el inicio de la fase 3 de la reactivación económica en Arequipa, regresó al negocio de las lápidas, pero ya nadie busca estos productos para sus muertos, por temor de contraer la COVID-19 y por falta dinero.
Otra traba que ahora enfrenta es que la Sociedad de Beneficencia Pública de Arequipa, administradora del cementerio La Apacheta, comenzó a vender los nichos con las lápidas incluidas perjudicando la venta de su trabajo.
“Nos ha perjudicado bastante, no hay la venta que había antes y aparte de la pandemia los cementerios no están abriendo y no nos dejan hacer nuestro trabajo”, comenta, a modo de queja, Daniel.
Este artista es consciente que la pandemia está acabando con este negocio, pero no con el arte que se necesita para esculpir una pieza de mármol.
A sus sesenta años recuerda que cuando tenía diez comenzó a ayudar en un pequeño taller, ubicado en el centro de Arequipa.
“Dios me dio el don en las manos”, exclama.
El tallado de mármol es un arte en el que se necesita dedicación, precisión y mucha paciencia, para una labor que pueda durar hasta un mes, dependiendo del modelo y figura a esculpir.
Cuando recibía un pedido tomaba una plancha de mármol, hacía el diseño y comenzaba a esculpir con sus más de 100 cinceles y martillos que le permite un acabado fino, delinear imágenes y afinar detalles para retratar el rostro de Cristo o la imagen de la virgen María.
Con su trabajo sacó adelante a sus tres hijos. Fiorela es una enfermera que está en primera línea en la guerra contra el nuevo coronavirus.
Daniela es docente, que por efecto de la pandemia cambio las aulas por una clase virtual y su tercer hijo se llama Ángel, tiene 10 años.
Fiorela, la mayor de sus hijas, cuenta orgullosa el trabajo de su padre.
“Fueron noches incansables, días que mi padre no descansaba para terminar un trabajo y así darnos de comer. El arte lo lleva en sus manos”, comenta.
Daniel Hilpa, ahora debe decidir si continúa enfrentando la pandemia con su arte o retomar la venta verduras.
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