En medio del desierto de Sechura y con una temperatura que supera los 30 grados, 2,000 familias rehacen su vida.
A las cinco de la mañana de cada día, doña Rosa Vílchez se despierta y sale de su casa para traer agua en baldes. Camina 500 metros en medio del desierto de Sechura a la espera de los camiones cisternas. Ella vivía en Cura Mori, el segundo distrito más golpeado por el desborde del río Piura, después de Catacaos. Decidió rehacer su vida en ese lugar, así como otras 2,000 familias.
Fundaron sus pueblos, los cuales reciben los mismos nombres que en Cura Mori: Jesús de Nazareth; Nuevo Santa Rosa; Cristo Viene; Nuevo San Martín, Túpac Amaru I, Túpac Amaru II y Eleuterio Cisneros.
Para llegar al desierto de Sechura, se recorre más de 30 kilómetros desde la capital de Piura y se tiene que desviar desde la carretera Panamericana Norte. El agua potable les llega en cisternas y hay tanques para proveerse. Los baños químicos se han instalado por zonas. Hay aulas armadas, pero faltan profesores, energía eléctrica y las vías aún faltan ser rehabilitadas.
La ayuda llega con fuerza desde los organismos no gubernamentales, pero algunos de ellos como la Cruz Roja ya se tienen que retirar llevándose los implementos que trajeron. Unicef y varios organismos adscritos y en convenio, siguen operando, ellos estarán hasta fin de año.
“Aquí nos quedamos”
Don Sebastián Sandoval Chero, vicepresidente de ‘Jesús de Nazareth’ repite con contundencia lo que todos acordaron: “Aquí nos quedamos. A Cura Mori no regresamos más. No tendremos agua, ni comodidades pero dormiremos tranquilos, sin miedo a que el río se salga otra vez”.
La temperatura es de 30 grados al mediodía y don Jesús Valencia Carmen de 42 años monta su caballo cargando palos y esteras para construir su casa. Él no pierde las esperanzas de que el Estado cumpla con entregar los módulos dignos que prometieron.
“Josué”
Recorriendo estos lugares se llega también a ‘Cristo Viene’. El famoso poblado en que apareció la mañana del 13 de junio, el mundialista y capitán del Real Madrid, Sergio Ramos. Aquí vive Josué, el amigo de Ramos. Tiene dos años y adora su camiseta original del Real Madrid, firmado con puño y letra por el campeón de la Champions League.
Josué vive con su madre, doña Claudina Abad Sandoval (46). Ella recuerda que su hijo estaba totalmente débil y desnutrido. Unicef y la ONG “Acción Contra el Hambre” se preocuparon por su caso, lo atendieron y sanaron. Hoy es un niño feliz en este desierto aunque sus limitaciones son muchas. En su casita de carrizo no tiene mesa, ni sillas, menos una cama, pero sonríe. Como él hay muchos niños en similares condiciones.
“Reconstrucción”
Desde el pasado 27 de marzo no parecen superar la emergencia. Su esperanza sigue siendo la anunciada “Reconstrucción Con Cambios” que les promete condiciones de una mejor calidad de vida. Esperan que eso no solo sea una promesa, que se va desvaneciendo con el tiempo, sino que en algún momento se haga realidad y que en el futuro su descendencia no vuelva a sufrir lo que ellos ahora padecen.
Comparte esta noticia