El presidente Martín Vizcarra se presentó este martes en el Congreso y respaldó que sus ministros dejaran una carta de protesta. Vizcarra sostiene que la mayoría fujimorista no toma en serio la Reforma Política.
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Algunos han hablado de actitud pre-golpista, de intento de quiebre del orden constitucional, de voluntad de arrinconar al Congreso y de servirse de él como si fuera una mesa de partes. Otros, como el vocero del Frente Amplio han creído ver un inútil “show mediático”, mientras que en Nuevo Perú lamentan un peligroso “juego de puñales”.
El flamante congresista Luis Iberico se dice decidido a “defender los fueros” del Congreso. El portavoz de la bancada fujimorista, Carlos Tubino, ha llamado a los ciudadanos a mantener la vigilancia y ha alertado a las “entidades internacionales” sobre el proceso en curso en el Perú. Jorge del Castillo se interroga cuál es “el siguiente paso” y se pregunta si no se trata de la ejecución de un plan para disolver el Congreso.
Víctor Andrés García Belaunde ironiza sobre el activismo del presidente Martín Vizcarra y le recomienda que vaya a Fuerabamba o incaute activos de Odebrecht y, ¿por qué no?, que degrade al general Edwin Donayre. Más silenciosos se han mostrado los congresistas oficialistas, e incluso Carlos Bruce, hasta hace pocos meses ministro, ha dicho no comprender la actitud del Jefe de Estado.
¿Cómo ver este choque?
Si miramos la crisis desde el punto de vista del mediano plazo, la protesta reforzada ayer por la presencia de Martín Vizcarra en la sede del Congreso no es sino una nueva variante de la exacerbación política causada por los resultados electorales del 2016. Pedro Pablo Kuzcynski ganó por escasísimo margen y Keiko Fujimori no reconoció el veredicto del Jurado Nacional de Elecciones. Entretanto los dos actores de esa polarización se hayan implicados en graves casos de corrupción y nuestro país no logra diseñar un camino que permita el restablecimiento de la confianza ciudadana y la reactivación económica.
Si miramos la crisis desde el punto de la vista de la coyuntura, el factor detonante ha sido la actitud de la bancada fujimorista respecto al primero de los doce proyectos de ley presentados por el Ejecutivo para concretar la reforma política: el referido a la inmunidad de los Congresistas. El tema ha producido una indignación generalizada por el caso del general-congresista Edwin Donayre, condenado y desaforado, pero prófugo.
El presidente lo dijo claramente después de dejar en el Congreso el oficio anunciando que Salvador del Solar y Vicente Zeballos no asistirían a la Comisión de Constitución. Martín Vizcarra criticó a la Comisión presidida por Rosa Bartra por enviar al archivo el proyecto de ley sobre la inmunidad sin siquiera escuchar los argumentos del Ejecutivo.
Sobre este punto, Daniel Salaverry ha reconocido que la Comisión de Constitución ha actuado con apresuramiento. Aunque no podemos ignorar que también Salaverry practica un delicado juego entre el oficialismo y la mayoría, con la mirada puesta en una eventual reelección como presidente del Congreso.
Viejas y nuevas hostilidades
En política, como en la vida personal, uno sabe cuándo se abren las hostilidades, pero nadie puede prever cuán lejos van a llegar ni cómo hacer para detenerlas. Desde ya, algunas voces moderadoras se han elevado para destacar el cambio al reglamento propuesto por la Junta de Portavoces y Mauricio Mulder asegura que el tema de la inmunidad llegará al Pleno.
Mientras tanto, otras comisiones del Congreso han producido dictámenes que van camino a convertirse en leyes: sobre los costos de la electricidad y el gasto del Estado en publicidad, por ejemplo. Pero nos cuesta trabajo abordar con serenidad cambios concretos que afectan a los ciudadanos, mientras que nos arrastran con facilidad las descalificaciones, la retórica exacerbada y los intereses políticos de corto plazo.
Las cosas como son
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