En los últimos comicios extraordinarios, solo 33 candidatas -de un total de 940 inscritas- lograron escaños en el Legislativo. El resultado se ha mantenido similar y hasta (mucho) menor en los 64 años de vigencia del voto femenino y del acceso de las mujeres a cargos de elección popular.
Pareciera un tope fijo que se repite en todas las elecciones al Congreso. El 2001, cuando el Parlamento estaba compuesto por 120 curules, fueron electas solo 22 mujeres. El 2006, con la misma cantidad de lugares disponibles, la cifra de parlamentarias fue de 35. El 2011, cuando ya se había establecido una cantidad de 130 curules, el número de legisladoras fue de 28.
El 2016 fue el único año electoral en que ingresaron más mujeres en toda la cronología del Legislativo peruano: 36.
Este 28 de febrero, como consecuencia de los últimos comicios extraordinarios del 26 de enero, 33 congresistas mujeres recibieron su credencial para el nuevo Parlamento junto a otros 97 legisladores hombres.
¿Por qué resulta importante que las mujeres alcancen un nivel de representación cada vez mayor dentro del Congreso y a qué se deben estos resultados que las colocan siempre en desventaja numérica?
Mitad de la población
La politóloga y directora de la Escuela de Ciencia Política de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya, Adriana Urrutia Pozzi-Escot, explica que el Parlamento tiene, además de una función de legislar, una tarea de representación. “Las mujeres son la mitad de la población [del país] y, si queremos fortalecer la representatividad en el Congreso, esa mitad debería estar representada. Hablar de paridad es hablar de fortalecimiento democrático porque se estaría mejorando la representación”.
Desde que las mujeres peruanas fueron reconocidas como ciudadanas, hace apenas 64 años, solo un total de 266 -entre candidatas nuevas y reelectas- han ingresado a legislar. En ese mismo lapso de historia republicana reciente, 2,165 ciudadanos hombres han conseguido curules tras nueva candidatura o reelección.
Este desbalance en la representación se produce pese a que el Perú tiene -según estimaciones del Instituto Nacional de Estadística e Informática al 2019- una tasa comparativa de 98 hombres por cada 100 mujeres en un universo total de 32 millones 131 mil 400 habitantes.
“Las mujeres -como los hombres- deben estar en condiciones de participar de la toma de decisiones en todos los ámbitos, y eso incluye la toma de decisiones políticas. Hoy, la participación política de las mujeres en todos los niveles de gobierno es un indicador de la calidad de la democracia”, señaló también para este texto la politóloga y ex integrante de la Comisión de Alto Nivel para la Reforma Política, Milagros Campos Ramos.
Las afiliadas no son minoría, pero sí las que terminan postulando
Según el Registro de Organizaciones Políticas (ROP) actualizado al 2018, los nueve partidos que ganaron escaños en las últimas elecciones extraordinarias tenían entre un 43% y un 56% de sus listas de afiliación compuestas por mujeres. Y, si revisamos los estatutos de estas organizaciones políticas, los deberes de las personas afiliadas no son solo de fidelidad partidaria, sino también de participación.
Pero, aunque la militancia dentro de las organizaciones políticas concentra gran cantidad o hasta más de la mitad de representación de mujeres, la división de candidaturas por género muestra que más hombres postularon al Parlamento. De acuerdo con el portal Infogob, de las 2,326 personas que aspiraron al Congreso 2020-2021 con inscripción válida, solo 940 fueron mujeres.
“Lo que vemos es que esos datos de afiliación no se trasladan a un porcentaje más equitativo en la conformación de listas o incluso en cargos directivos dentro del partido. Este es un indicador de que, en la práctica, la política sigue siendo un espacio que se entiende como un ‘espacio de hombres’”, señala Paula Muñoz Chirinos, profesora del Departamento de Ciencias Sociales y Políticas de la Universidad del Pacífico.
El 2019, el anterior Congreso aprobó el proyecto del Ejecutivo que sugería establecer la paridad y la alternancia en las listas al Parlamento. Sin embargo, la iniciativa sufrió algunas modificaciones como la aplicación progresiva del 5% de cuota de género por cada año electoral, con lo cual recién las listas serían obligatoriamente paritarias en el año 2031.
Como lo detallamos en un anterior informe, en el Perú rige desde el 2000 una cuota de género de 30% para las listas al Congreso. Con ella, se establece que cada partido tiene la obligación de componer sus listas con ese porcentaje mínimo de hombres o mujeres. No obstante, esta cuota -que siempre ha tenido aplicación práctica sobre las mujeres- no garantizó una vía hacia un Congreso más paritario. De hecho, el historial estadístico demuestra que su impacto ha sido de estancamiento.
Para la especialista Adriana Urrutia, la cuota solo ha mantenido a las mujeres con aspiraciones parlamentarias dentro de un grupo reducido y sin tendencia a expandirse. “Medidas como esta -en el caso político- lo que han generado es más un techo que una ruta hacia la paridad”, precisó para este texto.
El primer ingreso de mujeres al Congreso
Hasta hace seis décadas, en el Perú solo podían votar los hombres, pues únicamente ellos eran sujetos de derecho a la ciudadanía. Para sufragar, estos debían tener, como mínimo, 21 años, y saber leer y escribir. En caso de ser casados, debían tener más de 18 años.
Recién el 7 de setiembre de 1955, con la Ley N° 12391, promulgada en el gobierno militar de Manuel Odría Amoretti, las mujeres peruanas fueron reconocidas como ciudadanas.
Con el reconocimiento de la ciudadanía y del derecho al sufragio a las mujeres, surgieron mujeres en la política. Como recoge el informe “Elecciones Parlamentarias en el Perú (1931-2011)”, publicado por el Jurado Nacional de Elecciones (JNE), en 1956 se presentó un total de 29 candidatas mujeres al Parlamento, que por entonces era bicameral. En específico, eran 26 postulantes a diputadas y tres, a senadoras.
De ellas, solo ocho lograron escaño en la Cámara Baja y una llegó al Senado. Esta primera representación de mujeres en el Congreso -que en ese tiempo estaba conformado por un total de 235 parlamentarios- fue de 4%.
Para ese momento, no existían cuotas de género. Las primeras parlamentarias en obtener sus credenciales (declaradas conformes el 13 de julio de 1956) tras las elecciones de ese año fueron Manuela Billinghurst López y Matilde Pérez Palacio Carranza. Ambas habían postulado por Lima y alcanzado 118 mil 774 votos y 90 mil 592 votos, respectivamente.
¿Por qué no suben los números?
Las especialistas consultadas para este artículo sostienen que son varios los factores por los que menos mujeres llegan a puestos de poder político. Uno de ellos tiene que ver con los obstáculos que les presentan sus propios partidos al momento de postular, como la posición desventajosa en la lista o el acoso político que suelen experimentar por su condición de género.
El segundo, el hecho de que no puedan enfocarse en su aspiración tanto como lo haría un hombre debido a que su carga en lo doméstico o familiar se sobreentiende como “obligatoriamente” mayor.
“Eso es algo que, en realidad, está en la base de una serie de brechas de género. En la práctica, las mujeres tienen muchas más dificultades de ingresar a espacios que impliquen salir del hogar. Entonces, participar en espacio público, en la política electoral y no electoral o en espacios de toma de decisión y poder parece problemático y no una aspiración alcanzable porque tienen mayor sobrecarga de trabajo doméstico y de cuidado. Además, a la mujer no se le mide con la misma vara que a los hombres. Se le suele criticar por cosas por las que a los hombres no se los critica. Por cómo se presenta, por su aspecto físico, por cómo habla... Eso tiene que ver con los estereotipos y valoraciones que se tienen sobre las mujeres. Creen que es más fácil intimidarte de esa manera”, estima Paula Muñoz.
El tercer factor tiene que ver con la cobertura mediática desbalanceada que se les hace a políticos hombres y políticas mujeres, dejando a estas últimas menores reflectores o asignándoles una imagen estereotipada que impacta en el votante.
En un informe que elaboró el Observatorio de la Igualdad del JNE sobre los comicios de 2016, se detectó que la aparición en medios de comunicación de candidatos y candidatas al Congreso fue bastante desigual. Al menos en Lima, las candidaturas de hombres acapararon un 80% del espacio en radio. Las mujeres ya estaban en desventaja (pues conformaban el 32% de las candidaturas por la capital), pero quedaron en una desventaja mucho mayor en medios de difusión.
Adriana Urrutia responde: “La desigualdad entre hombres y mujeres es una desigualdad laboral, que se traduce -por ende- al ámbito político. La desigualdad laboral se percibe con mayor claridad en el ejercicio de la maternidad. Cuando las mujeres son madres tienen más carga de trabajo familiar no remunerado, no pudiendo acceder a las mismas posibilidades laborales que sus parejas. Eso ocurre en mujeres dentro y fuera de la política. Además, las mujeres están subrepresentadas en la opinión pública. Cuando se convoca a opinar sobre asuntos públicos, ya sea para causas académicas, causas políticas, religiosas, las mujeres no son las invitadas a declarar”.
Milagros Campos explica que el fortalecimiento de las mujeres en política es también una tarea interna de los partidos. "Existen aún dificultades para decidir participar, resultar elegidas y ejercer cargos. Consolidar a las mujeres políticas pasa también por consolidar a los partidos políticos. Es un tema en debate, pero podemos estar claros en que tener más participación de mujeres en la política y en otros ámbitos requiere de un impulso", advierte la politóloga.
[ACTUALIZACIÓN] Este artículo fue originalmente publicado el 24 de febrero último. Tras la proclamación oficial de resultados y la entrega de credenciales este 28 de febrero, añadimos la re-confirmación de que solo 33 mujeres ocuparán escaños para el periodo congresal complementario 2020-2021.
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