El rechazo de la confianza obliga al Jefe de Estado a preparar una respuesta política. Pero la solución solo puede proceder de la acción, es decir de decisiones claras y ejecutadas con coherencia.
La confianza negada por el Congreso al gabinete Cateriano impedirá que el Ejecutivo se aboque a sus tareas urgentes y pone en evidencia la brecha creciente entre ciertas demandas populares y las elites dirigentes. La consecuencia es la rápida caída de un gobierno en el momento más difícil de la crisis sanitaria y pese a la necesidad de adoptar medidas económicas en los plazos más breves.
El tono de aliento y optimismo que Pedro Cateriano imprimió a su exposición contrastó fuertemente con el malestar expresado por la mayoría de congresistas, sobre todo los representantes del interior. No se trataba solo de exigencias de carreteras, hospitales, saneamiento, escuelas y empleo digno. Muchas intervenciones daban como establecido que se ha mentido al país sobre el número de fallecidos por el Covid y de camas capaces de ofrecer cuidados intensivos. Aún los que insistían en no querer ser obstruccionistas subrayaban el sentimiento de abandono y el supuesto desinterés del gobierno central, al que varios calificaron de ciego.
Es cierto también que muchos de esos reclamos dramáticos, sin duda bien intencionados, fueron formulados con total desconocimiento de las cifras del presupuesto o del funcionamiento del Estado. Ya sabemos que la presentación de un gabinete ministerial ante el Congreso produce siempre una sensación de vitrina en la que cada congresista puede mostrarse, pensando con frecuencia menos en el país que en sus respectivos electores. Eso en el mejor de los casos, porque es posible que algunos pensaran en intereses particulares, vinculados con universidades que no han sido licenciadas. Alguno llegó a considerar una ofensa al Congreso la sola presencia del ministro de Educación, quien será objeto de una interpelación por su desempeño cuando era el titular de la SUNEDU.
En esas circunstancias, muy pocas intervenciones confrontaron las propuestas de Cateriano o reprocharon sus silencios. Y muchas repitieron generalidades y oposiciones maniqueas: la ciudad contra el mundo rural, las grandes empresas contra las mypes, la minería contra la agricultura, los informales contra los trabajadores asalariados, el nacionalismo contra la integración en el mundo global, la actividad extractiva contra el medio ambiente, los ricos contra los pobres.
Es probable que cuando hayamos superado la doble crisis actual, los analistas subrayen que era imposible atravesar esta coyuntura sin padecer una grave sensación de descontento y desconfianza. Como estamos inmersos en ese clima, nos resulta difícil verlo con distancia. Y por eso los argumentos racionales no sirven, porque nunca sirven para refutar sentimientos. Menos temores y frustraciones. Y sobre todo no, intereses disfrazados con grandes discursos de amor al pueblo.
El rechazo de la confianza obliga al Jefe de Estado a preparar una respuesta política. Pero la solución solo puede proceder de la acción, es decir de decisiones claras y ejecutadas con coherencia. La prueba de fuego puede ser la huelga en Espinar. Pero en muchas otras provincias se reclama oxígeno, personal médico, apoyo del Estado para no quebrar.
Más adelante podremos analizar las motivaciones de cada uno de los partidos y las verdaderas razones por las que algunos dirigentes optaron por sacrificar a Pedro Cateriano. Eran las 6:20 de la mañana cuando se proclamaron los números: 34 a favor, 54 en contra. Partidos centristas como Acción Popular y APP inclinaron la balanza hacia la irresponsabilidad.
¿Será posible que en pleno período electoral nuestros dirigentes sean capaces de renunciar a sus cálculos para elevarse a la altura de los mejores momentos de nuestra historia? De esa capacidad de desprendimiento moral depende el futuro de nuestro país. Por ahora lo que tenemos es un paso hacia la parálisis y la incertidumbre.
Las cosas como son
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